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miércoles, 22 de septiembre de 2021

Historia prehispánica: Tiwanaku

 Tiwanaku surgieron a través de los años. Las explicaciones más tempranas se perdieron en el tiempo y solamente fue posible conocerlas a través de los mitos e historias que registraron los primeros cronistas españoles en el siglo XVI (Cieza de León, Betanzos, Sarmiento de Gamboa, Acosta, Anello Oliva, Cobo y otros).

Ellos recogieron mitos que identificaban a Tiwanaku como el lugar de origen de la humanidad y consideraron que allí se encontraban las raíces de la civilización sudamericana más conocida en la época, los incas. Fue entonces que Tiwanaku quedó consolidado en el pensamiento de la época como uno de los sitios más importantes del mundo prehispánico.

Durante el siglo XIX varios diplomáticos, viajeros y científicos europeos visitaron Tiwanaku, hicieron descripciones sobre el sitio arqueológico y ensayaron algunas interpretaciones tanto de su antigüedad como de su identidad. En 1864 George Squier, diplomático Norteamericano, hizo planos de Tiwanaku y fotografió el sitio; años después el austriaco-francés Charles Wiener fotografió Tiwanaku e hizo algunas interpretaciones sobre los restos arqueológicos. En 1877 el francés Theodore Ber postuló que Tiwanaku debió haber tenido dos épocas diferentes y que ambas eran anteriores a los incas. Encontró que los muros de las edificaciones estaban orientados de acuerdo a los puntos cardinales (Albarracín, 1999). El sitio arqueológico de Tiwanaku atrajo también a investigadores europeos, como el Conde de Castelnau, el Marqués de Nadaillac, el científico Alcides D’Orbigny y el arqueólogo y etnógrafo suizo-estadounidense Adolphe Bandelier.

Los arqueólogos alemanes Alphons Stübel y Wilhelm Reiss llegaron a Tiwanaku atraídos por las narraciones de D’Orbigny. Años más tarde, Stübel trabajó con Max Uhle, arqueólogo alemán considerado el padre de la arqueología peruana, y en 1891-1892 publicaron el libro Las ruinas de Tiahuanaco en las tierras altas del Antiguo Perú, con fotografías de B.von Grumbkow. Más tarde Uhle propuso una secuencia para las culturas de los Andes. En este libro Stübel y Uhle asociaron Tiwanaku con los aymaras y señalaron que la distribución de la lengua aymara coincide con las áreas de expansión de Tiwanaku (Albarracín, 1999).

Las excavaciones e investigaciones científicas y sistemáticas comenzaron en el siglo XX. El gobierno de Pando otorgó permiso a la misión francesa de Crèqui de Montfort para excavar en Tiwanaku con la condición de que las piezas encontradas pasaran a formar parte del Museo Arqueológico, cuyo director era Manuel Vicente Ballivián (Laguna Meave, 1986). Uno de los arqueólogos del equipo, Georges Courty, encontró algunos monolitos, una escalinata y cerámica (Albarracín, 1999).

En 1903 llegó a Bolivia el ingeniero austriaco Arthur Posnansky, quien trabajaría sobre este tema durante décadas. Con los resultados de sus estudios publicó los cuatro volúmenes bilingües español/inglés de Tiahuanacu, la Cuna del Hombre Americano. Posnansky hizo un trabajo muy importante de registro en Tiwanaku, aunque muchas de sus hipótesis carecen de bases científicas y son consideradas por algunos sectores académicos como “arqueología fantástica y mítica” (Browman, 2007). Creó la Sociedad Arqueológica de Bolivia, un grupo de estudio con matices esotéricos, que se propuso la tarea de lograr la protección estatal al sitio arqueológico de Tiwanaku. Este grupo estuvo conformado por importantes hombres públicos bolivianos, especialmente de la ciudad de La Paz, en un contexto de políticas liberales y, posiblemente, con influencia masónica (Barnadas, 2002).

El arqueólogo Norteamericano Wendell Bennett (1930) propuso una cronología de la cultura tiwanaku y también hizo una síntesis de la arqueología de Bolivia que sirvió de guía para trabajos posteriores (Rivera y Stecker, 2005). Bennett afirmó que el estilo de la arquitectura de Tiwanaku tuvo una distribución extensa y que la fase clásica tuvo variantes en las Tierras Bajas (Albarracín, 1999). El arqueólogo sueco Stig Ryden hizo excavaciones en la zona del Titicaca y también aportó con estudios sobre cerámica del valle de Mizque (Cochabamba).

El gobierno del MNR, instaurado en 1952, buscó elementos para la construcción del nacionalismo estatal e íconos que lo emblematizaran. Tiwanaku fue clave para este propósito. En esta época se dio un nuevo impulso a la investigación arqueológica desde el Estado; en 1958 se creó el Centro de Investigaciones Arqueológicas de Tiwanaku (CIAT) y más tarde, en 1975, el Instituto Nacional de Arqueología (INAR). La arqueología nacionalista intentó unir la ideología política propugnada desde el gobierno con un pasado remoto y glorioso; se hizo un intenso trabajo de excavaciones, pero se difundieron y publicaron pocos trabajos con los resultados. Portugal Zamora y Gregorio Cordero realizaron extensas excavaciones entre las décadas de 1950 y 1960. La reconstrucción del Kalasasaya en la década de 1970 posiblemente tuvo el propósito de mostrar la monumentalidad de Tiwanaku. La investigación arqueológica estuvo liderizada por Ponce Sanginés y tuvo la intención de resaltar los logros de este Estado, llegó incluso a adjudicarle calidad imperial, expansión en un amplio espacio geográfico, monumentalidad de su ciudad principal y un enorme número de habitantes. Desde mediados de la década de 1950 hasta los años 70, el trabajo arqueológico en Bolivia estuvo centrado en el trabajo de arqueólogos bolivianos, en especial de Ponce Sanginés, que fue la figura principal de la arqueología de esta época y del enfoque político del Estado.

A fines de los años 80 equipos de investigación de universidades extranjeras realizaron trabajos de excavación en el sitio de Tiwanaku. El proyecto Wila Jawira dio un nuevo impulso a excavaciones, análisis, estudios e hipótesis. El Norteamericano Alan Kolata mostró a Tiwanaku como centro urbano y ceremonial y también expuso el complejo sistema agrícola en la zona. Gray Graffam estudió los sukakollos y Marc Bermann trabajó uno de los sitios incorporados a Tiwanaku, Lukurmata. Charles Ortloff y Alan Kolata estudiaron la tecnología e ingeniería hidráulica desarrollada en Pajchiri y Lukurmata.

En la década de 1990, nuevas investigaciones completaron el panorama de Tiwanaku como centro urbano y como Estado. Para ello aportaron las excavaciones realizadas por Linda Manzanilla y Maria René Baudoin, que dieron mayor información sobre Akapana, los trabajos de Juan Albarracín y Claudia Rivera, que mostraron un panorama más completo sobre Tiwanaku. En este contexto, las nuevas lecturas, a partir de la década de 1980, buscaron también allí temas como la identidad y la etnicidad, y encontraron que este Estado estuvo formado por diferentes grupos étnicos y sociales. Este interés no estuvo centrado solamente en el centro urbano de Tiwanaku, sino también en otras regiones. En algunos casos, los estudios buscaron la vinculación de culturas locales con Tiwanaku (Anderson y Céspedes, 1998). 

A principios del siglo XXI un nuevo descubrimiento arqueológico en la isla de Pariti hecho por el equipo del proyecto finlandés (Sagárnaga y Korpisaari, 2005) el año 2004, abrió la posibilidad de estudiar una cerámica exquisita y plenamente realista hasta entonces desconocida, permitiendo ampliar la perspectiva de lo que fue Tiwanaku. Los trabajos recientes de Vranish, Isbell, Stanish, Vinning, Couture y otros escritos durante los últimos años son un aporte que seguramente generará nuevas investigaciones a futuro.

Además de la arqueología y la etnohistoria, los estudios sobre Tiwanaku se han enriquecido con el aporte de otras disciplinas. En la década de 1970, varios estudiosos (Torero, Cerrón Palomino y otros) generaron desde la lingüística nuevas hipótesis sobre Tiwanaku y la identidad de los grupos que lo conformaron. En los últimos años se han incorporado estudios médicos y biológicos a partir del análisis del ADN de restos óseos de enterramientos rituales, con el propósito de encontrar el origen biológico de sus habitantes. Estos estudios abren un campo enorme para la determinación de importantes características de la composición de la población de Tiwanaku, tanto en el sitio como en los diferentes lugares bajo su hegemonía.

En cuanto al trabajo arqueológico, se ha añadido recientemente a las tradicionales excavaciones, las posibilidades que brindan la exploración con magnetómetro y con radar que permiten localizar lugares donde probablemente existen estructuras y contextos arqueológicos, técnicas que ya han sido aplicadas en Tiwanaku desde 2007 (Williams, Couture and Blom, 2007). No obstante apenas se ha excavado menos del 20% la ciudad de Tiwanaku y mucho menos aún en otros sitios. A pesar los avances y del enorme potencial cultural de Tiwanaku hoy son lamentables las condiciones en que se conservan las ruinas más notables del pasado prehispánico de Bolivia, incluso el ícono de esta cultura como es el monolito Bennett está perdiendo ante nuestros ojos los símbolos esculpidos en su cuerpo. 

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