El Formativo (2000/2200 a.C. - 400/500 d.C.) es uno de los períodos de transición más importantes en el desarrollo socio-político de las poblaciones prehispánicas. Su temporalidad está marcada por el surgimiento de la agricultura como un eje productivo, el cual propende a la sedentarización de los pueblos de cazadoresrecolectores que existían previamente. Otros aspectos que marcan este período son la aparición de la alfarería, la construcción de villas o poblados permanentes y –de acuerdo a cada región– el surgimiento de tradiciones religiosas y rituales que marcaron posteriormente la identidad de los pueblos andinos.
Siendo un período que transcurre alrededor de 2000 años en distintas partes de los Andes, se establecen diferentes fases de desarrollo. Por ejemplo, en sus fases iniciales en la cuenca del Titicaca los procesos socio-políticos todavía eran simples y ligados al proceso de la sedentarización y la sobrevivencia. En una fase posterior se observa el desarrollo de tradiciones religiosas y de edificación que luego fueron consolidadas y dieron paso al surgimiento de desarrollos políticos más complejos que compitieron por la hegemonía regional y que luego derivaron en la formación del Estado (Hastorf et al., 1999). En otras regiones este proceso fue distinto, se pasó de desarrollos políticos de villas y aldeas con niveles de jefaturas simples, a otros que presentaban niveles políticos complejos (Bermann, 1995; McAndrews, 1996; Rose, 2002). Sin embargo, los datos también muestran que este panorama estuvo ligado a la potencialidad productiva de las diferentes regiones, así como al contacto interregional.
Al ser el Formativo uno de los períodos más largos del desarrollo cronológico prehispánico, sus implicancias fueron determinantes para los procesos subsecuentes. Por un lado, derivó en la formación del Estado de Tiwanaku y, por otro, determinó la complejidad y diversidad de otros pueblos que se encontraban fuera del área de influencia de este Estado. Un aspecto recurrente de este período es su influencia sobre las distintas tradiciones y estilos que marcaron la producción cultural de su época (More, 1984), tanto a nivel de la cerámica, como de la arquitectura y las representaciones simbólicas que fueron mantenidas hasta tiempos tardíos. Por estas razones, su estudio y análisis tiene mucha importancia en la cronología andina y permite explicar parte de la diversidad observada en períodos posteriores.
Los diversos estudios fueron promovidos en Bolivia en tres grandes regiones: 1) La cuenca del Titicaca, ligada a la cultura chiripa; 2) Oruro y los valles de Cochabamba relacionados con el desarrollo de Wankarani y 3) Santa Cruz. Más escasos son los datos de la Amazonía, Mojos y el Chaco. En la cuenca circunlacustre, el sitio epónimo del Formativo es Chiripa, que ha merecido el interés de los investigadores desde los años 40 del siglo pasado, con trabajos como los de Maks Portugal Zamora (1988) y Alfred Kidder (1943). En adelante su investigación estuvo a cargo del INAR y posteriormente por David Browman (1981). Pero es a inicios de los años 90 cuando se realizan los aportes más relevantes en el tema con el ingreso del equipo de investigación de la Universidad de Berkeley, a la cabeza de Christtine Hastorf. Posteriormente, varios de sus estudiantes y algunos investigadores bolivianos desarrollaron tesis doctorales e investigaciones especializadas para datar y entender la dinámica regional. Entre ellos se puede citar a MatthewBandy (2001), William Whitehead, Lee Steadman y José Luis Paz (2001), Andrew Rodick (2008) y Eduardo Machicado (2009).
El área de Wankarani fue estudiada inicialmente por la presencia de montículos artificiales y cabezas líticas de camélidos. Estos rasgos llamaron el interés de investigadores como John Wasson, Luis Gutierrez Guerra y Ramiro Condarco desde la década de 1950. Posteriormente las excavaciones del montículo de Wankarani, realizadas por Carlos Ponce Sanginés, terminaron dando el nombre a ese desarrollo del Formativo orureño que se conoce como cultura Wankarani. En la década de 1990, el equipo de la Universidad de Pittsburgh empezó a desarrollar investigaciones intensivas en diferentes montículos, sobre todo de la región de La Joya.
En la región de los valles de Cochabamba y Santa Cruz, las investigaciones fueron promovidas por investigadores del Museo Arqueológico de Cochabamba, quienes desde los años 40, a la cabeza de Ibarra Grasso y Geraldine Byrne de Caballero, realizaron los primeros reportes. Posteriormente investigadores como D. Pereira, R. Céspedes, Ramón Sanzetenea, Javier Gonzáles y María de los Angeles Muñoz desarrollaron estudios más sistemáticos. A este equipo se unieron investigadores como Donald Brockington, Marianne Vetters, Olga Gabelmann, Christoph Dollerer, Timothy McAndrews y Claudia Rivera, quienes lograron también importantes aportes.
Estos aportes fueron extendidos a los valles del Sur con los trabajos de Rivera en Cinti y los importantes fechados que Pereira y su equipo publicaron sobre el Formativo en Santa Cruz, que muestran ocupaciones muy tempranas que hacen ver que la historia cultural del Oriente boliviano todavía es desconocida.
El Formativo en las Tierras Bajas no ha sido muy investigado, lo que no quiere decir que no exista. Un buen ejemplo constituye el sitio arqueológico Grigotá ubicado entre el segundo y tercer anillo de la ciudad de Santa Cruz. Este sitio fue excavado en 1976 por Bustos Santelices (1976, 1977) y posteriormente por Heiko Prumers (2000) del Instituto Alemán de Arqueología. Aquí se documentaron poblaciones sedentarias que practicaron la agricultura y se establecieron, según fechados radiocarbónicos, entre el 400 a. C. y 100 d. C.
Si bien en la frontera entre Brasil y Bolivia se tienen evidencias de las primeras ocupaciones sedentarias (ca. 2500 a. C.), son muy escasos los sitios formativos que han sido encontrados en la región amazónica. Esto no solamente se debe a la falta de investigación, sino posiblemente a que los sitios correspondientes a este periodo, se encuentren cubiertos por sedimentos aluviales debido a un proceso de cambio climático, el cual todavía está siendo estudiado y que estaría asociado a un aumento de las temperaturas y de la pluviosidad en toda la Amazonía (Neves, 2007).
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