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miércoles, 27 de febrero de 2013

Plebiscito en Tacna y Arica

En la segunda quincena del mes de febrero de 1925 hubo inusitada expectativa en Bolivia, en el Perú y en Chile, acerca del laudo arbitral que en algunos días más iba a expedir el presidente de los Estados Unidos, Calvin Coolidge, en su condición de árbitro del problema de Tacna y Arica, las provincias peruanas cautivas que Chile retenía en su poder como emergencia del Tratado de Ancón de 1883, que puso fin a la guerra de 1879, sostenida entre los tres países indicados. Según el mencionado pacto, en el que sólo tomaron parte Perú y Chile, diez años después, o sea en 1893, debía realizar un plebiscito en las indicadas provincias peruanas para que sus habitantes decidieran entre pertenecer a la soberanía del Perú o de Chile. Empero, con varios pretextos, Chile retardó la realización de ese plebiscito, a fin de ganar tiempo para chilenizar ambas provincias peruanas, y la solución del pleito habría quedado postergada acaso indefinidamente, o por lo menos durante mucho tiempo más, si no se establecía nuevas normas de Derecho Internacional a la conclusión de la Guerra Mundial de 1914 - 1918 con la restitución de Alsacia y Lorena a Francia y el reconocimiento de la soberanía de la República de Polonia. En mérito a estos antecedentes, Bolivia y el Perú presentaron demandas ante la flamante Liga de las Naciones, creada en 1919, en la que nuestro país pidió su reintegración marítima, y el Perú la restitución de Tacna y Arica; reclamaciones que más tarde en 1922 derivaron en resolver sólo el caso de estas provincias cautivas, mediante la mediación del presidente de los Estados Unidos. Bolivia reclamó por su marginamiento, a lo que el árbitro Calvin Coolidge, respondió que nuestro país sólo podría intervenir en el pleito en caso de que el Perú y Chile lo aceptaran. Huelga decir que ninguno de estos dos vecinos quisieron acceder a la intervención de Bolivia en la cuestión que iba a someterse a arbitraje, pese a la presión diplomática que hubo a favor de nuestro país de parte de algunas cancillerías del continente sudamericano, como del Uruguay, Argentina, Brasil y Ecuador. Bolivia también había aducido que se hallaba favorecida por principios jurídicos, ya que las tres naciones habían intervenido en el conflicto bélico de 1879 y fue la que sufrió mayores perjuicios, por haber perdido no sólo los ricos territorios de su litoral, sino la soberanía sobre el mar. Toda aquella expectativa entre las tres naciones terminó el 4 de marzo de 1925, fecha en la cual el presidente Coolidge suscribió, conjuntamente con el Secretario de Estado, Charles E, Hughes, el extenso fallo arbitral con el que resolvió que se efectuara un plebiscito en la provincia de Tacan y Arica y que el árbitro retendrá la proclamación de los resultados del plebiscito, hasta que los citados límites territoriales hayan sido fijados y que el derecho haya sido terminado para las personas a inscribirse para el voto. Esta última parte se hallaba ya planeada, porque Chile se había preocupado intensamente de chilenizar las provincias peruanas que retenía en su poder desde hacia más de 40 años y no los diez que se habían fijado en el Tratado de Ancón de 1883. Días después de haberse producido dicho fallo arbitral, EL DIARIO inició la publicación de ese importante documento, y en su editorial de 24 de marzo de 1925, su director, Fabián Vaca Chávez, publicó el correspondiente comentario titulado: “El fallo de Mr. Coolidge y la situación boliviana” y en uno de sus acápites que la situación de Bolivia ha quedado definida con el fallo del presidente Coolidge, tratando de dar a esta solución alcances que realmente no tienen, y muy bien ha hecho la Cancillería de La Paz al declarar que la solución del arbitraje sobre la manera de definir la soberanía de Tacna y Arica no concluye el pleito del Pacífico. En otro lugar decía el mismo editorial lo siguiente: “No habría sino que recordar la historia de las relaciones diplomáticas del tiempo de la guerra y de los últimos años producidas entre Chile y Bolivia para comprender que el país detentador de nuestra soberanía marítima, fue el primero en reconocer que esta nación no podía ni debía quedar privada de una salida propia al océano”. Y más delante concreta el editorialista la ocasión en la que en forma categórica se pronunció la cancillería chilena al respecto, expresando lo siguiente; ”Definido el asunto relativo a la soberanía de Tacna y Arica en los términos establecidos por el fallo del presidente de los Estados Unidos, queda todavía en pie la cuestión entre Bolivia y Chile cuya solución queso buscar la cancillería de Santiago en las conferencias de fines de 1919 entre el plenipotenciario Bello Codecido y el canciller don Alberto Gutiérrez”. Igual que lo acontecido en Bolivia, en el Perú tampoco satisfizo el fallo arbitral del presidente Coolidge, como lo demuestran las noticias cablegráficas procedentes de Lima y algunas otras comunicaciones epistolares enviadas desde la capital peruana, publicadas también en EL DIARIO de la ya indicada fecha, en una de las cuales se data esta información: “Donde mayor descontento produjo el laudo fue en Lima, cuando al conocerse los términos del fallo se produjeron grandes manifestaciones de protesta que fueron enérgicamente reprimidas por la policía”. Una de las comunicaciones epistolares decía: “Como puede suponer Ud. acá nos encontramos penosamente impresionados con el famoso laudo americano, que más es una defensa de los intereses chilenos que una sentencia de justicia. El país entero se halla desconcertado con esta monstruosidad, y por todas partes se nota un ambiente de indignación que puede traducirse de un momento a otro en acontecimientos que nos llevarán a un espantoso desastre”. El presidente Coolidge expresó en su fallo arbitral que el plebiscito a realizarse en Tacna y Arica debía estar controlado por una comisión especial integrada por delegaciones de los Estados Unidos, Chile y Perú. En mérito a estas determinaciones y mientras en Washington era nombrado en general Pershing presidente de la delegación norteamericana y en Santiago se apresuraban a nombrar como presidente de la delegación chilena a Agustín Edwards, en Bolivia y en Perú existía un desaliento total, atribuyéndose de injusto el mencionado fallo. Archivo EL DIARIO. Suplemento Literario, 19 de enero de 1997.

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