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martes, 30 de mayo de 2017

El rol de las mujeres en la revolución de 1809



Al perpetuar el proceso histórico de la memorable acción revolucionaria del 25 de Mayo de 1809, la misma historiografía independentista hispanoamericana, habitualmente recuerda a los gestores de la misma, con lujo de detalles. Nos referimos en forma general a los hombres y pueblos que lucharon por la independencia. Pero, qué de aquellos cuyo aporte nunca fue citado o sencillamente se dio solo una breve pincelada de sus acciones, sabiendo que en más de las veces, es un error subestimar lo pequeño sólo por ser pequeño, breve, fugaz o simple, cuando puede concentrar en sí mismo algo significativo y valioso –en este caso, el inestimable aporte al proceso revolucionario de América–.

Sin embargo, mucho más relegado, desatendido y mal interpretado, es el rol que asumieron las mujeres en la lucha libertaria de nuestro continente. La historiografía, las ignora en la mayoría de los casos y cuando hace mención de ellas, las minimiza, reconociéndoles solo una labor complementaria, nunca protagonista.

Sin el afán de adentrarnos como especialistas en el espacio biográfico, y sin contar con un gran aporte bibliográfico (claro, son mujeres…), es imprescindible conocer por siquiera un atisbo, el accionar de estas valientes guerreras. Ellas, sin dudar ni un instante, se alistaron prontamente a la convocatoria de rebelión y libertad de los valles, el altiplano, los llanos, los poblados y ciudades.

Estas valerosas mujeres poco recordadas fueron ese pequeño engranaje cuyo movimiento fue indispensable en la gran maquinaria revolucionaria (hecho que no fue reconocido en aquel momento). La participación femenina fue resaltante desde las primeras acciones de insurgencia, su intervención en la organización de reuniones secretas, apoyando y tomando parte junto a padres, esposos, hermanos e hijos sobresale nítidamente. El espíritu de rebeldía femenina, emergió por la necesidad de defender la tierra de sus mayores, en un temprano despertar de arrogarse su futura nacionalidad, mostrando valor y sacrificio en el tormentoso camino hacia la independencia.

En los acontecimientos chuquisaqueños, destacan Mariana de Zudáñez (hermana de Jaime) por su temperamento y valentía, pues cuando al atardecer del 25 de Mayo fue detenido Jaime de Zudáñez y llevado preso a punta de pistola por orden del presidente de la Audiencia, su hermana Mariana salió tras los soldados, gritando enardecida: “paisanos defiendan a mi hermano por ser leal y buen vecino”. Es la heroína oculta de los libros de historia. Mariana abogó en las calles por su hermano Jaime, fue la chispa que desencadenó este llamado "Primer grito libertario de América". Quizás sin este acto realizado, no hubiese sido posible la revolución de Mayo. A tal grito desesperado, acudieron los vecinos y el resto de La Plata que sin dudar un instante, salieron en defensa de Jaime de Zudáñez. El vecindario respondió y se sublevó.

Teresa Bustos de Lemoine, esposa de José Joaquín de Lemoine, uno de los principales actores de la revolución del 25 de Mayo de 1809, fue una dama cuya lealtad no sólo fue en la vida conyugal, sino que se vio manifiesta decididamente, en la causa independentista. Dominados los revolucionarios por el Mariscal Vicente Nieto, nuevo presidente de la Audiencia, doña Teresa intervino activamente en los trajines revolucionarios, mientras su esposo, refugiado en Buenos Aires, se incorporaba al ejército contra las fuerzas virreinales. Descubierta la actividad conspirativa de la señora Bustos, fue desterrada en extrema situación de desventura, junto con sus seis pequeños hijos y otras matronas revolucionarias.

Doña Casimira de Ussoz y Mozi, al anochecer del 25 de Mayo de 1809, incitó a la muchedumbre desde el balcón de su casa, para que atacara la casa pretorial de García Pizarro. Era esposa del oidor de la Audiencia de Charcas, José Agustín Ussoz y Mozi, otro gran hombre señalado junto con sus colegas en el derrocamiento del indicado Pizarro. El nuevo Presidente de la Audiencia (el antes nombrado Mariscal Nieto), desterró al oidor y su esposa doña Casimira. Esta digna dama, sufrió y aguantó serenamente, los ultrajes y vejámenes de las autoridades realistas, al ser amordazada públicamente, como escarmiento para los anónimos ciudadanos que habían apoyado la insurrección del 25 de Mayo y desconocido la autoridad de Goyeneche

Cómo no subrayar la destacada participación de las cholas chuquisaqueñas, preclaras y olvidadas protagonistas de los escritos convencionales. Entre sus trajines insurrectos, se relata que estas matronas de solemne presencia, azuzaron a los españoles con su léxico florido y adjetivos picantes, rasgándose las enaguas para ser utilizadas por los revolucionarios como cabezales para los escobillones de limpieza de los cañones, luego de cada disparo.

El coro de llantos y gritos de éstas y otras mujeres anónimas en las calles, tras el apresamiento de Jaime de Zudáñez (que posiblemente tendrá un tinte grotesco o risible para el típico escéptico de nuestros días), fue crucial para el curso de los acontecimientos. Estas acciones, aparentemente sin sentido, cumplieron un papel fundamental en la revolución de Mayo y felizmente quedaron plasmadas en la retina y la memoria popular. Como se puede deducir, esta intervención femenina se produjo en todos los niveles sociales, desde las indígenas, mestizas, pueblerinas en su mayoría y hasta las criollas de las élites sociales. Todas ellas colaboraron en la medida de sus posibilidades en el proceso histórico que vivieron.

Por lo antes indicado, de ninguna manera queda relegada la importancia del accionar de los insignes personajes revolucionarios, fue importante y mucho, pero había que reconocer el arduo trabajo de la mujer en los sucesos libertarios. En algunos casos, sus acciones fueron olvidadas, en otros desprestigiadas y en más de los casos, se aplicó displicentemente la filosofía del no importismo (No me importa, y si importa, tampoco me importa), por el sólo hecho de pertenecer al género femenino. Tarde o temprano llegará el tiempo en el que hombres y mujeres sean tratados como dos seres iguales y que ninguno tenga notoriedad o descrédito por ser lo que es.

Desterrada

Teresa Bustos de Lemoine, esposa de José Joaquín de Lemoine, uno de los principales actores de la revolución del 25 de Mayo de 1809 intervino activamente durante los trajines revolucionarios, mientras su esposo, ya refugiado en Buenos Aires, se incorporaba al ejército contra las fuerzas virreinales.

Cuando fue descubierta como parte de las actividades conspirativas en contra de la corona española, la señora Bustos fue desterrada en extrema situación de desventura, junto con sus seis pequeños hijos y otras matronas revolucionarias.



1 comentario:

  1. Tengo el gran orgullo de ser descendiente de José Joaquín de Lemoine y Teresa Bustos por mi lado materno. Me gustaría poder comunicarme con usted para obtener más información sobre ellos. Se lo agradecería mucho. Mi correo es angelinesouthern@gmail.com

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