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lunes, 18 de enero de 2016

Andrea Arias y Cuiza y Francisca Barrera y Cuiza fueron víctimas de la soberbia del poder español y condenadas a la pena máxima



Andrea Arias y Cuiza y Francisca Barrera y Cuiza fueron víctimas de la soberbia del poder español y condenadas a la pena máxima, no sin antes haber sufrido los tormentos de sus verdugos: llegaron a mutilarles las manos y a cortarles las lenguas. Esta barbarie ocurrió en 1816.

La Guerra de la Independencia estuvo protagonizada a lo largo de varios años por hombres y mujeres de Charcas en un combate desigual, que implicaba enormes sacrificios y la pérdida de compañeros de lucha. Este 2016 conmemoramos el bicentenario de la inmolación de muchos de ellos que, con un desprendimiento solo digno de verdaderos patriotas, no dudaron en ofrendar sus vidas.

Luego de la derrota del primer ejército auxiliar de las Provincias Unidas del Río de la Plata, los naturales de esta parte de la actual Bolivia continuaron con la lucha armada organizándose en grupos guerrilleros que estaban dispuestos a enfrentarse con el ejército español.

Cerca de la población de Moromoro (Ravelo), vivían dos singulares personajes: en la hacienda de Chipirina, don Manuel Asencio Padilla, y en la de Sacabamba don Vicente Camargo. A ambos les unía una profunda amistad, sobre todo con ligazón espiritual puesto que Vicente había apadrinado la boda de Asencio.

Los dos, en una decisión patriótica, se incorporaron a la lucha armada y pronto se constituyeron en los jefes principales de dos movimientos guerrilleros: por una parte, en el sector de La Laguna, Tarvita, El Villar y Pomobamba y, por otra, en la región de Cinti, Culpina y Santa Elena. Estos dos potosinos —Vicente, natural de la Villa Imperial y Asencio nacido en la provincia de Chayanta— dieron muestras de coraje y valentía en cientos de combates que les tocó liderar.

La caída de dos patriotas
Al año siguiente de la derrota del tercer ejército auxiliar en los campos de Sipe Sipe, ocurrida el 29 de noviembre de 1815, el ejército del Rey emprendió un plan de guerra tendiente a acabar con los movimientos guerrilleros. Los patriotas de Charcas, pese a aquella derrota, no desmayaron y se enfrascaron en duros combates demostrando un notable fervor patriótico.

El 3 de abril de aquel 1816 resultó un día funesto para la guerrilla, puesto que los españoles al mando del coronel Centeno cayeron por sorpresa a las tres de la mañana sobre el campamento guerrillero y se produjo la mortandad de centenares de patriotas. Centeno personalmente logró dar muerte a Camargo.

El 14 de septiembre del mismo año, Padilla fue victimado en cercanías de la población de El Villar. Un día antes había enfrentado al enemigo en proximidades a La Laguna, donde soportaron la pérdida de decenas de combatientes.

Dos valientes potosinas
En la Villa de Potosí, por varios años mantuvieron un correo clandestino dos valientes mujeres potosinas que eran primas hermanas: doña Andrea Arias y Cuiza y doña Francisca Barrera y Cuiza. Ellas se habían constituido en el nexo informativo entre los jefes guerrilleros de las intendencias de Chuquisaca y Potosí.

Al ser descubiertas por los agentes de espionaje del coronel Rolando, fueron conducidas a prisión y sometidas a torturas; pero en ningún momento revelaron nombres de sus contactos.

Fueron víctimas de la soberbia del poder español y condenadas a la pena máxima, no sin antes haber sufrido los tormentos de sus verdugos: llegaron a mutilarles las manos y a cortarles las lenguas. Esta barbarie ocurrió en 1816.

200 años de gloria
Hoy, a 200 años de aquellas inmolaciones, es nuestro deber realizar un homenaje póstumo a los verdaderos padres de la Patria, así como a los cientos de héroes anónimos que cayeron por tan noble causa.

Las fechas históricas de esta importancia deberían ser recordadas con unción cívica, en la que participen las instituciones departamentales pero, especialmente, las educativas, dando el realce que se merecen tan preclaros hombres y mujeres de Charcas. Para tal objetivo convendría crearse un Comité de Conmemoración del Bicentenario de los Héroes de Charcas.

El mejor tributo para nuestros héroes debería ser monumentos póstumos que representen las glorias del primer ejército nacional. No dejaré de insistir en que la ciudad de Sucre es la más llamada a erigir una estatua en la Plaza 25 de Mayo, donde estuviera representado el brazo armado de lo que fue la guerra de los 15 años.

En nuestra Casa de la Libertad tenemos una estatuilla de Manuel Asencio Padilla y de Juana Azurduy Llanos, junto a sus nobles guerreros tarabuqueños. Considero a esta maqueta como la más adecuada para tan noble fin.

Estos dos potosinos —Vicente, natural de la Villa Imperial y Asencio nacido en la provincia de Chayanta— dieron muestras de coraje y valentía en cientos de combates que les tocó liderar.

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