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lunes, 23 de enero de 2017

Pachacamac dios de los temblores

Con motivo de los 482 años de la fundación española de Lima, días atrás, un reducido grupo de turistas caminó “Por la ruta de los españoles” (visita guiada y organizada por el Museo del Sitio de Pachacamac) y recorrió los pasos de los primeros conquistadores llegados a Perú, que incursionaran en el santuario de Pachacamac —principal deidad y oráculo de la costa central del Antiguo Perú, conocido popularmente como el dios de los temblores, y representado en un ídolo tallado en madera—.

El recorrido comenzó en la puerta de entrada al santuario, donde un grupo de veinte hombres a caballo comandados por Hernando Pizarro, hermano de Francisco, llegó a inicios de 1533 desde la ciudad andina de Jauja, donde habían fundado la primera capital del virreinato del Perú.

Los exploradores cabalgaron por el Qhapaq Ñan, la amplia red de caminos inca, con una extensión de hasta 30.000 kilómetros, que en Pachacamac tiene la confluencia del eje que recorre la costa con un camino transversal que lo comunica con otro eje paralelo que serpentea por los Andes.

La intención de los españoles era reunir parte del cobro requerido a los incas para dejar en libertad al Inca Atahualpa, quien había sido capturado por las tropas de Pizarro pocos meses antes en Cajamarca, norteña ciudad de los Andes peruanos.

Al final de ese sendero, llegaron hasta el palacio del curaca Taurichumbi, administrador del santuario, quien recibió a los forasteros. Posteriormente, se encaminaron al templo de Pachacamac, donde los españoles se acopiaron de las riquezas dejadas por los peregrinos y quitaron el ídolo de madera para reemplazarlo por una cruz.

“Para entrar al templo encontraron resistencia, porque sólo los sacerdotes estaban facultados para ingresar, y después se quedaron muy sorprendidos de que el ídolo fuera sólo de madera, ya que pensaban que Pachacamac sería un lugar tan suntuoso como La Meca o el Vaticano”, comentó el arqueólogo de Pachacamac Rommel Ángeles.

Tras acopiarse de las riquezas e imponer el cristianismo, la delegación española se quedó alrededor de un mes instalada en el palacio de Taurichumbi, donde fue visitada por curacas llegados de 150 kilómetros a la redonda, el área de influencia del oráculo de Pachacamac, quienes le entregaron más tesoros.

Los especialistas explicaron esa condescendencia de los gobernantes locales en que, a pesar de todas las afrentas, “es posible” que algunos de ellos esperaran la liberación de Atahualpa, el último Inca, quien en ese momento se disputaba el trono imperial con su hermano Huáscar.

La arqueóloga de Pachacamac, Liz Enciso, agregó a Efe que otro grupo de españoles llegó dos años después al santuario para evaluar el traslado de la capital a ese lugar, pero finalmente eligió el valle del río Rímac, y el templo quedó paulatinamente abandonado.

Sin embargo, el culto al dios Pachacamac se práctica hasta ahora, con peregrinos que llegan con ofrendas en fechas especiales del año, como los equinoccios y los solsticios que marcan el calendario agrícola andino.

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