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martes, 19 de septiembre de 2017

Caravana histórica turística: A 85 años de una guerra entre hermanos

En septiembre de 1932 comenzó la Guerra del Chaco entre Paraguay y Bolivia y en septiembre de 2017, es decir exactamente 85 años después, penetra en territorio paraguayo la caravana histórica turística que lleva a un numeroso grupo de personas —entre descendientes de combatientes, historiadores y apasionados del estudio de este tema— a conocer el lugar del que se alimentan leyendas, glorias y penas…

Miércoles 30 de agosto. Bajo la ventisca cruceña se aproxima la vorágine y todos, con más o menos equipaje, esperan los autobuses.→ →En sus rasgos, en sus miradas, en sus palabras aparecen destellos de aquellos que desde todos los rincones del país fueron a la guerra. En el caso de los combatientes, sin caminos ni transporte, con menos comida, con sed.

Recepción en Villa Montes

La llegada a Villa Montes es noticia para toda la ciudad, que recibe a los visitantes con los brazos abiertos y los cubiertos esperando sobre la mesa, palabras de ánimo y la amabilidad de las autoridades. Hay arengas por el hermanamiento y el crecimiento mutuo con el país vecino.

Los monumentos a los fieros guerreros que en febrero de 1935 al mando de Bernardino Bilbao Rioja detuvieron el avance “pila” se ven colosales; los nombres, vivos en las calles y en la tierra que, de no ser por aquellos hombres, no nos pertenecería en la actualidad.

La casa Staudt

Bajo el mercado, justo al lado de tiendas de maletas, de frutas y verduras, descendiendo las gradas del comedor popular se encuentra, como escondida en una gruta atemporal, la casa Staudt, donde Salamanca fue derrocado el 27 de noviembre de 1934, donde el general Lanza se arrancó las hombreras del uniforme y gritó: “¡Me avergüenzo de ser militar boliviano!”, donde se asentó la población del chaco boliviano por orden del entonces presidente Ismael Montes Gamboa, iniciando así la vida de la ciudad de Villa Montes.

La casa Staudt… aquella casa que fue el cuartel general del Alto Mando Militar, hospedaje del presidente Salamanca y depósito del mercado hasta su remodelación, que la convirtió en el museo al coraje boliviano que es ahora.

La partida a Paraguay comenzó a las cuatro de la mañana y mientras más camino devoran los buses, más montañas devora el horizonte hasta llegar a la frontera que tanto costó definir (el acuerdo definitivo sobre límites se firmó en 2009).

El cruce de la frontera

En ese lugar, antes conocido como “fortín Cañada Oruro” y que ahora lleva el nombre de José Infante Rivarola, hay un pequeño y pulcro edificio de una planta en el que se realizan los trámites migratorios para pasar de un país al otro.

Al cruzar la frontera, por primera vez los ojos de los viajeros pueden reconocer el paisaje del chaco, ese que habían visto solo en fotografías o que se habían imaginado en desvelos luego de leer a Céspedes, Guzmán o Lara.

Observan extrañados aquel monótono paraje que poco o nada cambió durante toda la travesía, hasta llegar al asiento del III Cuerpo del Ejército paraguayo, donde se abrazaron los que antes se habían enfrentado, donde se intercambiaron palabras cordiales y donde comieron un suculento plato gracias a la hospitalidad de la compañía vecina.

Fortín Toledo

La caravana prosigue hacia el fortín Toledo, donde la lucha entre el pueblo boliviano y el paraguayo se hizo colosal entre el 26 de febrero y el 11 de marzo de 1933, cuando olas de bolivianos intentaron tomarlo mas no pudieron y quedaron enterrados bajo cruces blancas y una bandera tricolor que hoy ondea sobre sus tumbas.

Actualmente ese lugar, donde retumbaron las balas y la artillería, preservado por el Gobierno paraguayo en atención a su valor histórico, es un criadero de pecaríes (chancho de monte) gracias al proyecto “Tagua”, que busca evitar la extinción de este característico animal del chaco.

La extraña Filadelfia

Al llegar al Hotel Touring, en Filadelfia, una vez concluida la cena suenan guitarras y voces extraordinarias que transforman la sobremesa en una serenata a la luna chaqueña, la misma que vio interpretar cuecas y polcas melancólicas dentro de las trincheras en tiempos de guerra.

La ciudad de Filadelfia es un raro caso de sincretismo cultural e histórico. Las colonias menonitas ingresaron a Paraguay desde 1927 impulsadas por políticas de venta de tierras públicas puestas en práctica desde 1885, en un intento del Gobierno paraguayo de poblar el chaco. Las colonias se desarrollaron notablemente y aunque existen ciudadanos de rasgos autóctonos o mestizos, los idiomas alemán y castellano predominan en esta pequeña ciudad, lo que maravilla e inquieta ya que el visitante se siente como si estuviera en cualquier otro país menos en Paraguay.

Boquerón, la batalla

Dejando atrás Filadelfia, la caravana se encamina hacia Boquerón y se vive en carne propia el calor y la falta de agua, que supieron ser un factor lacerante del paso y debilitante del alma. Así surge la pregunta: “¿Cómo pelearon estos pobres hombres aquí?”. La respuesta llega en tropel: “Eran unos guerreros”.

La Batalla de Boquerón se libró entre el 9 y el 29 de septiembre de 1932, marcando el inicio informal de la guerra. Es conocida como una de las epopeyas universales y se la compara con la Batalla de las Termopilas y la de Dien Bien Phu. Una muestra indudable del estoicismo del soldado boliviano.

Ya en el célebre fortín, mientras la caravana recorre las instalaciones, las páginas de los libros cobran vida y la imaginación corre a mil por hora: Miles de paraguayos embisten contra las trincheras, ahora desgastadas; la punta brava a cargo de Inofuentes, ahora cortada por un camino, dispara contra las insistentes arremetidas guaraníes; el “Charata” Ustariz cae acribillado por las balas mientras besa su arma “como si fuera una cruz”; la tuca de Marzana, ahora reconstruida, atestigua el ingreso de los “pilas” que lo hacen prisionero; Manchego reconoce a Velásquez y dice: “Este paraguayo es amigo mío, de morir entiérrenme con él”. Y en efecto así se hizo, la placa funeraria lo atestigua hasta el día de hoy.

Kilómetro 7

Tras dormir en Boquerón la caravana llega a Kilometro 7 o Campo Jordán, donde se encuentran con una trinchera parcialmente borrada por el tiempo y un monte cercado por la actividad ganadera, con restos de fortificaciones, cartuchos de bala oxidados que, tiempo atrás, incandescentes y raudas, volaron contra el pecho del enemigo, como fue incandescente el aliento de los bolivianos condecorados como héroes por haber dejado el alma en aquel pajonal.

Después de su retirada desde la caída de Boquerón, el Ejército boliviano decidió hacerse fuerte en el kilometro 7 del camino a fortín Saavedra. Con la evacuación por motivos de salud del coronel Enrique Peñaranda, el mando de la IV División quedó a cargo del teniente coronel Bernandino Bilbao Rioja, por entonces Jefe de Estado Mayor, quien se encargaría de los preparativos para la batalla.

La batalla de Kilómetro 7 se desarrolló del 7 de noviembre de 1932 hasta febrero de 1933. En ella se frenó en seco el avance del Ejército paraguayo y se diezmó a sus fuerzas, elevando la moral nacional. Representó para el pueblo boliviano una nueva esperanza y evitó que se perdiese la guerra al inicio de la contienda.

Fortín Alihuatá

La caravana prosigue su trayecto hasta el memorable fortín Alihuatá, que ahora se encuentra dentro un terreno privado dedicado a la ganadería. El Estado paraguayo tuvo que negociar con el propietario para poder recuperar parte del que alguna vez fue el fortín boliviano de Alihuatá, abandonado en 1932 después de que el fortín Arce fuera quemado. No se lo recuperaría hasta marzo del año siguiente, con una maniobra de la IX División a cargo del coronel Victorino Gutiérrez.

Se conservan aún la aguada y restos de las paredes de adobe del fortín, que perdió parte de los cimientos y el techo debido a los embates de la naturaleza. Una verdadera joya histórica en el corazón del chaco boreal.

Fortín Nanawa

El último destino es el fortín Nanawa, que significa “entre quebrachos blancos”; el punto más lejano al que llegó el Ejército boliviano, donde la ofensiva de Kundt se detuvo en enero de 1933 al no poder avasallar a las fuerzas que ahí se hallaban al mando del teniente coronel Luis Irrazábal.

Un segundo intento por tomar el fortín se produjo el 4 de julio de 1933, iniciando así una de las batallas más grandes de la Guerra del Chaco en cuanto a efectivos, uso de tanques, lanzallamas y artillería. Hubo fuertes combates cuerpo a cuerpo.

Es el lugar donde murió lo mejor de la juventud boliviana debido a la negligencia del Alto Mando Militar; allí, la caravana es recibida con un almuerzo y la calidez de los propietarios y autoridades paraguayas.

Del fortín, ahora, solo se ve el mástil de la bandera del vecino país, que nunca dejó de flamear, y los bustos de los héroes que pelearon por la heredad del Paraguay. Algunos restos de vehículos y armas están resguardados en un bunker nuevo con un proyector de películas informativas y un calor asfixiante.

El final

Así llega a su fin esta hermosa travesía, con intercambio de contactos y abrazos fraternos, con fotografías, sonrisas y apretones de mano.

Es la despedida de los nuevos amigos, de los enemigos de antaño. Cada quien toma su rumbo, de regreso a su país, con la promesa de volver a verse en noviembre en Villa Montes, cuando sean los paraguayos quienes nos visiten.

El afamado libro sobre la Guerra del Chaco “Masamaclay”, de Roberto Querejazu Calvo, dice en su última parte: “Masamaclay, uno de los puntos donde se produjo un choque armado previo a la guerra, debió calificar a todo el territorio en disputa. Masamaclay en lenguaje de los aborígenes significa: Lugar donde pelearon dos hermanos”. •

* Este mágico viaje a las entrañas del chaco y de nuestra historia ha sido posible gracias al diputado Pedro Mendoza (Paraguay) y al coronel Roger Centeno (Bolivia).

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