Tras la ejecución del Inca, Pizarro inició la campaña
sobre Quito donde se había organizado la
resistencia y tuvo que enfrentar los ejércitos incaicos,
venciendo a los generales incas. Aprovechó
las peleas entre facciones incas y el 11 de agosto
de 1533, todavía en Cajamarca, nombró como
nuevo Señor del Tawantinsuyo al Inca Tupac
Huallpa, representante del bando “huascarista”.
Este joven inca tuvo un brevísimo gobierno de
tres meses ya que murió en el camino hacia Cusco,
asesinado por los seguidores de Atahuallpa. El
14 de noviembre, Francisco Pizarro, sus tropas
y los auxiliares indios, hicieron su entrada en la
capital inca. Contaban entonces con la ayuda de
los indios huancas de Jauja que le prestaron su
colaboración entonces y a lo largo de la conquista.
El ingreso al Cusco tuvo lugar en medio del
estupor de la gente que había salido en multitud
a los caminos para ver pasar la comitiva.
Precisamente, la colaboración de grupos contrarios
a los incas que aprovecharon la coyuntura
para oponerse a su dominio fue una de las explicaciones
a la facilidad de la conquista. A diferencia
de lo que suele creerse, la resistencia a la invasión
europea –a cargo de los capitanes de Atahuallpa–
fue sostenida y aunque Quisquis y su ejército estaban
en el Cusco, Pizarro logró ingresar y tomar el
fabuloso tesoro de Coricancha. Se ha escrito mucho
sobre la diferencia de armamento, el uso de perros
y de caballos que creaban pánico entre los indios,
pero a pesar de ello, en el fondo del enfrentamiento,
lo que se observa es un abismo cultural entre
europeos y americanos. ¿Se pudieron imaginar
los generales incas que los españoles recibirían
refuerzos de ultramar? ¿Cómo podía romperse la
creencia de que si tomaban las wakas, controlaban
a su pueblo? ¿Cómo contrarrestar las epidemias de
enfermedades desconocidas?
Sin embargo tampoco era simple dominar un
imperio. Los invasores tenían la necesidad de contar
con el aval de los incas para consolidar su conquista,
pues de otro modo podían descabezar el imperio
pero no someter a los súbditos. Los conquistadores
aceptaron entonces la coronación de Manco Inca,
uno de los hijos de Huayna Capac, elegido por
la élite inca del lado de Huáscar. Manco salió del
Cusco hasta Vilcacunca a dar encuentro a los españoles.
Aunque cronistas como Murúa ([ca.1600]
2001) dijeron que fue este encuentro un signo de
sumisión y obediencia del nuevo inca a los españoles,
lo que tuvo lugar fue un extraño acto de mutuo
reconocimiento de poder, tanto de parte de Manco como de Pizarro. Manco dio a Francisco Pizarro un
capac unco, la ropa con que vestían los incas cuando
iban a ser coronados. Por su parte, Pizarro reconoció
a Manco como nuevo inca gobernante delante de los
conquistadores, de los orejones y de los curacas de
todas las provincias que venían con él y mandó le obedeciesen.
Para esta ocasión, llegó su hermano Paullu
desde la isla Titicaca donde había estado escondido de
la furia de los partidarios de Atahuallpa; tenía 18 años,
y era solamente unos meses menor que el nuevo inca.
En el Cusco, hubo rituales consagratorios
durante treinta días, sacando en procesión a las
momias de los antepasados incas ¿Qué indicaban
estos rituales? Al parecer se celebraba la derrota
de Atahuallpa y el nombramiento de Manco Inca
bajo el poder de los Viracochas y por lo tanto, como
dice el cronista Garcilaso, “no les resistieron en su
conquista como pudieron” pues continuaban las
pugnas entre las facciones incas, ejecutando a los
generales de Atahuallpa.
Hasta este momento, los acontecimientos más
notables ocurrieron desde el Cusco hacia el Norte.
En Trujillo, Francisco Pizarro recibió la noticia de
los problemas que ocasionaba Diego de Almagro que pretendía posesionarse del Cusco, ciudad que,
según él, entraba en el territorio que el rey le había
otorgado. La gobernación de Almagro, denominada
Nueva Toledo, era una de las cuatro divisiones
administrativas creadas en América del Sur por el
emperador Carlos V en 21 de mayo de 1534, en
reemplazo de las gobernaciones creadas en 1529
que no favorecían a Almagro. La real cédula le
otorgaba 200 leguas en dirección norte-sur que
comenzaban aproximadamente en el paralelo 14°
S., cerca de Pisco, correspondiendo al límite sur
de la Gobernación de Nueva Castilla otorgada a
Pizarro. Al enterarse de la creación de la gobernación,
Diego de Almagro se dirigió al Cusco a tomar
posesión del cargo de Teniente de Gobernador de
esa ciudad. A partir de este momento, las tensiones
entre los conquistadores fueron creciendo y sólo
terminarán con la muerte de ambos.
En muchos casos, las explicaciones acerca de
la conquista no tomaron en cuenta que la resistencia
fue feroz, como ocurrió en Tenochtitlan,
capital de los aztecas cuya fabulosa arquitectura
fue totalmente destruida. Fue recién en la década
de 1940 que se encontraron los restos del templo
mayor azteca debajo de la catedral de la ciudad de
México. En los Andes, no hubo enfrentamientos en
la capital sino estrategias distintas frente al invasor.
La resistencia se trasladó a la selva durante cuarenta
años y no fue sino en 1575, bajo el gobierno del
virrey Toledo, que el último Inca, Tupac Amaru I,
fue ejecutado; entonces se pudo decir que terminó
la etapa de la conquista.
Entre las causas de la derrota, se menciona la
superioridad en armas que trajeron los europeos,
lanzas, picas, espadas, ballestas y armas de fuego
como los arcabuces de mecha y algunos cañones,
la mayoría de bronce y algunos de hierro. Pero
sobre todo, usaron caballos y perros entrenados
para la guerra, que causaron estragos entre los
guerreros americanos, tanto que escribió Cortés:
“¡No teníamos, después de Dios, otra seguridad
sino la de los caballos”.
Jugaron en contra de los indígenas las concepciones
sobre la guerra que eran cultural y
diametralmente distintas a las europeas. En los
Andes, la guerra era un asunto religioso: se marchaba
a la guerra en compañía de las momias de
los antepasados y si éstas eran tomadas por los
enemigos, se lo consideraba como una derrota
total. También se dijo que, en realidad, la conquista
no hubiera podido llevarse adelante sin la
colaboración de pobladores locales que, ansiosos
de terminar con el dominio ya sea azteca o inca,
optaron por colaborar con los extranjeros. Allí
estuvieron tlascaltecas acogiendo a las huestes
de Cortés luego de la “noche triste” y a los
chachapoya y los huancas marchando con los
españoles en Perú. Se sostiene que sin su auxilio,
no solamente en la guerra sino en la retaguardia,
por el apoyo dado por yanaconas y mujeres, la
sobrevivencia de los españoles hubiera sido imposible.
Se ha acuñado también el término de “la
maliche”, mujer amante del conquistador que
abrió las puertas mediante su conocimiento de
las lenguas locales y los códigos culturales que
los conquistadores debían conocer para dominar
a los pueblos. Así, mientras Cortés tuvo a Marina
como su mujer y traductora cultural, Pizarro contó
con el apoyo de su joven esposa Inés Huaylas,
hermana del inca que, durante el cerco a Lima
(1536), apoyó a Pizarro con las huestes de su
madre, la curaca Contar Huacho.
Fueron dos sistemas culturales en choque cuyas
expresiones se vieron en profundo conflicto; este enfrentamiento, en toda su complejidad, es
parte de la explicación del rápido sometimiento.
Ya señaló en su momento Levi Strauss (1952)
que una de las fatalidades de los americanos fue
su aislamiento geográfico: a diferencia de los
europeos que estuvieron en contacto con Asia y
África y tuvieron sociedades en constante mestizaje,
los americanos en cambio apenas tuvieron
contactos esporádicos entre Mesoamérica y los
Andes. Esta realidad tuvo consecuencias no solamente
a nivel cultural sino incluso biológico
pues eran poblaciones que no habían desarrollado
anticuerpos hacia enfermedades tan comunes
como la gripe que hizo estragos en la población,
y ni qué decir de otras enfermedades. Respecto
a las epidemias, se sabe, por ejemplo, que el Inca
Huayna Capac, que se encontraba en Quito, murió
de sarampión o viruela pues la epidemia llegó
antes que las personas. Asombrados, lo amautas
embalsamaron el cadáver y lo llevaron hasta el
Cusco escondiendo su muerte en previsión de la
guerra civil que se venía.
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