Volvemos al año 1535 y al escenario del Perú.
Ese año, Francisco Pizarro tenía el panorama
político más o menos controlado: había aceptado
a Manco Inca colocado por el bando del
difunto Inca Huáscar; le tocaba ahora avanzar
al resto del Imperio. Recordemos que en ese
mismo año Pedro de Mendoza partió de Europa
hacia el Río de La Plata. Francisco Pizarro
ya había ido al santuario de Pachacamac en
1533 y en enero de 1535 había fundado la
ciudad de los Reyes (Lima) convirtiéndose en
un centro español que luego fue la sede del
Virreinato del Perú. Desde allí se contactaban
con mayor soltura con las embarcaciones que
llegaban a su puerto. Precisamente, en 1535,
Francisco Pizarro se hallaba en Lima con un
grupo de españoles; los hermanos Hernando,
Gonzalo y Juan Pizarro se quedaron en el Cusco
con otro grupo y un tercer contingente se
preparaba para partir con Diego de Almagro
desde el Cusco hacia el Collao con la finalidad
de llegar hasta Chile.
Estudiado desde los pobladores del Collasuyu,
este periodo se desarrolló en tres fases,
todas ellas bajo la iniciativa inca y, aunque se
ha querido ver algunos episodios como expresiones
de una independencia local sin tomar en
cuenta la autoridad del Inca, el conocimiento
de los detalles hace pensar que las provincias
siempre buscaron articularse con los incas. La
primera fase tuvo lugar a partir de 1535 durante
el ingreso de Almagro con el Inca Paullu en
un viaje de reconocimiento del territorio de
la Nueva Toledo; en la segunda fase, en 1538,
también participó Paullu pero esta vez con los
hermanos Pizarro. La tercera (fines de 1538-
42) fue la resistencia final y rendición de la
población indígena del Collasuyu (Hemming,
1971; Santos, 1987,1989; Platt et al., 2006;
Medinacelli, 2007). En el desarrollo de estas
tres fases, como veremos, hubo un tortuoso
proceso en el que dos incas, Manco en la selva
y su hermano Paullu en el Cusco, se acomodaron
a las coyunturas provocando constantes
cambios en las alianzas y posiciones políticas
buscando romper o legitimarse bajo el nuevo
orden (Lamana, 1996). Sin embargo Manco y
Paullu estuvieron pendientes uno del otro.
El paso de Almagro por el Collasuyu fue
en realidad una estrategia para separar a los
españoles en tres grupos: uno se quedó en el
Cusco con Hernando, Gonzalo y Juan Pizarro;
otro en Lima con Francisco Pizarro y el tercero
se alejó hacia el sur con Diego de Almagro que
buscaba conocer las concesiones que le hiciera
el rey. Este último grupo partió del Cusco
donde se hicieron los preparativos para que los
acompañaran Paullu y el sacerdote Vilac Uma.
La enorme comitiva partió del Cusco en julio
de 1535, estaba formada para la guerra con
vistosas ropas, avío, yanaconas y mujeres. Antes
que ellos, una vanguardia dirigida por Juan
de Saavedra ya había recogido datos sobre las
minas de oro de Chuquiago.
Mientras tanto, en el Cusco, Manco Inca
quedó bajo el torpe mando de los hermanos
Juan y Gonzalo Pizarro que infringían constantes
maltratos, humillaciones y violencia no
solamente contra el inca sino también contra la
nobleza incaica. Exigían entregas de sus joyas
y objetos de oro y plata; tomaban y vejaban a
las mujeres nobles como relata Tito Cusi, hijo
de Manco, en una crónica dictada a un sacerdote
agustino. Siendo Manco Inca un joven de 19 años, junto con él actuaba una élite que
tomaba las decisiones de manera conjunta.
Fue madurando entonces la manera de contener
a los invasores. Elaboraron un plan para
separarlos, debilitarlos y quizás expulsarlos,
alentando la partida de Almagro lo más al sur
posible. Así lo expresan cronistas como Murúa
([ca.1600] 2001), Pizarro (1571/1986 ) y Cieza
(1571/1989) que consideraban que esta expedición
hacia el Collasuyu fue la consecuencia de
un plan de rebelión que siempre había tenido
en mente Manco Inca para aniquilarlos en algún
lugar del trayecto. Guaman Poma sostiene
que cuando la segunda persona del Inca, Cápac
Apo Guamanchaua fue quemado, se reunió un
consejo de guerra que decidió el alzamiento.
Eduardo Arze (1969) considera más bien
que fue una estrategia de Pizarro que había
empujado a Almagro “… a esa desarticulada
aventura con designios ocultos”. Respalda esta
opinión en el hecho de que Pizarro escribió al
rey pidiendo para sí el territorio de la Nueva
Toledo y mintiendo acerca de la supuesta muerte
de Almagro. Para los españoles, este ingreso
significaba la búsqueda de nuevas riquezas y
la solución de las disputas entre Almagro y
Pizarro. Desde el punto de vista inca, el alejamiento
de Almagro del Cusco permitía aislarlo,
haciéndolo así más vulnerable.
Almagro consideraba que su gobernación
incluía el Cusco, lo cual había provocado roces
con los Pizarro. Sin embargo, antes de partir,
ambos suscribieron una concordia que luego no
se cumpliría. Almagro esperaba recibir durante
su viaje la confirmación del Rey de la pertenencia
del Cusco a su jurisdicción.
Partieron del Cusco en julio de 1535,
llevando Almagro la Provisión Real de 19 de
septiembre de 1534 que lo habilitaba como
Adelantado y Gobernador del Reino de Nueva
Toledo. El grueso del ejército español estaba
formado por gente que había venido con Pedro
de Alvarado y estos no gozaban de la mejor
fama. De ellos, dice el cronista Pedro Pizarro,
que venían “tan hinchados y soberbios que todo
este reino les parecía poco”. El mismo cronista
pinta a Almagro como un hombre irascible que
trataba mal a su gente. Dice también que era
un hombre pequeño, bien hecho, valiente y
animoso en el gastar.
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