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martes, 9 de agosto de 2022

La estrategia revertida

Volvemos al año 1535 y al escenario del Perú. Ese año, Francisco Pizarro tenía el panorama político más o menos controlado: había aceptado a Manco Inca colocado por el bando del difunto Inca Huáscar; le tocaba ahora avanzar al resto del Imperio. Recordemos que en ese mismo año Pedro de Mendoza partió de Europa hacia el Río de La Plata. Francisco Pizarro ya había ido al santuario de Pachacamac en 1533 y en enero de 1535 había fundado la ciudad de los Reyes (Lima) convirtiéndose en un centro español que luego fue la sede del Virreinato del Perú. Desde allí se contactaban con mayor soltura con las embarcaciones que llegaban a su puerto. Precisamente, en 1535, Francisco Pizarro se hallaba en Lima con un grupo de españoles; los hermanos Hernando, Gonzalo y Juan Pizarro se quedaron en el Cusco con otro grupo y un tercer contingente se preparaba para partir con Diego de Almagro desde el Cusco hacia el Collao con la finalidad de llegar hasta Chile.

Estudiado desde los pobladores del Collasuyu, este periodo se desarrolló en tres fases, todas ellas bajo la iniciativa inca y, aunque se ha querido ver algunos episodios como expresiones de una independencia local sin tomar en cuenta la autoridad del Inca, el conocimiento de los detalles hace pensar que las provincias siempre buscaron articularse con los incas. La primera fase tuvo lugar a partir de 1535 durante el ingreso de Almagro con el Inca Paullu en un viaje de reconocimiento del territorio de la Nueva Toledo; en la segunda fase, en 1538, también participó Paullu pero esta vez con los hermanos Pizarro. La tercera (fines de 1538- 42) fue la resistencia final y rendición de la población indígena del Collasuyu (Hemming, 1971; Santos, 1987,1989; Platt et al., 2006; Medinacelli, 2007). En el desarrollo de estas tres fases, como veremos, hubo un tortuoso proceso en el que dos incas, Manco en la selva y su hermano Paullu en el Cusco, se acomodaron a las coyunturas provocando constantes cambios en las alianzas y posiciones políticas buscando romper o legitimarse bajo el nuevo orden (Lamana, 1996). Sin embargo Manco y Paullu estuvieron pendientes uno del otro.

El paso de Almagro por el Collasuyu fue en realidad una estrategia para separar a los españoles en tres grupos: uno se quedó en el Cusco con Hernando, Gonzalo y Juan Pizarro; otro en Lima con Francisco Pizarro y el tercero se alejó hacia el sur con Diego de Almagro que buscaba conocer las concesiones que le hiciera el rey. Este último grupo partió del Cusco donde se hicieron los preparativos para que los acompañaran Paullu y el sacerdote Vilac Uma. La enorme comitiva partió del Cusco en julio de 1535, estaba formada para la guerra con vistosas ropas, avío, yanaconas y mujeres. Antes que ellos, una vanguardia dirigida por Juan de Saavedra ya había recogido datos sobre las minas de oro de Chuquiago.

Mientras tanto, en el Cusco, Manco Inca quedó bajo el torpe mando de los hermanos Juan y Gonzalo Pizarro que infringían constantes maltratos, humillaciones y violencia no solamente contra el inca sino también contra la nobleza incaica. Exigían entregas de sus joyas y objetos de oro y plata; tomaban y vejaban a las mujeres nobles como relata Tito Cusi, hijo de Manco, en una crónica dictada a un sacerdote agustino. Siendo Manco Inca un joven de 19 años, junto con él actuaba una élite que tomaba las decisiones de manera conjunta. Fue madurando entonces la manera de contener a los invasores. Elaboraron un plan para separarlos, debilitarlos y quizás expulsarlos, alentando la partida de Almagro lo más al sur posible. Así lo expresan cronistas como Murúa ([ca.1600] 2001), Pizarro (1571/1986 ) y Cieza (1571/1989) que consideraban que esta expedición hacia el Collasuyu fue la consecuencia de un plan de rebelión que siempre había tenido en mente Manco Inca para aniquilarlos en algún lugar del trayecto. Guaman Poma sostiene que cuando la segunda persona del Inca, Cápac Apo Guamanchaua fue quemado, se reunió un consejo de guerra que decidió el alzamiento.

Eduardo Arze (1969) considera más bien que fue una estrategia de Pizarro que había empujado a Almagro “… a esa desarticulada aventura con designios ocultos”. Respalda esta opinión en el hecho de que Pizarro escribió al rey pidiendo para sí el territorio de la Nueva Toledo y mintiendo acerca de la supuesta muerte de Almagro. Para los españoles, este ingreso significaba la búsqueda de nuevas riquezas y la solución de las disputas entre Almagro y Pizarro. Desde el punto de vista inca, el alejamiento de Almagro del Cusco permitía aislarlo, haciéndolo así más vulnerable.

Almagro consideraba que su gobernación incluía el Cusco, lo cual había provocado roces con los Pizarro. Sin embargo, antes de partir, ambos suscribieron una concordia que luego no se cumpliría. Almagro esperaba recibir durante su viaje la confirmación del Rey de la pertenencia del Cusco a su jurisdicción.

Partieron del Cusco en julio de 1535, llevando Almagro la Provisión Real de 19 de septiembre de 1534 que lo habilitaba como Adelantado y Gobernador del Reino de Nueva Toledo. El grueso del ejército español estaba formado por gente que había venido con Pedro de Alvarado y estos no gozaban de la mejor fama. De ellos, dice el cronista Pedro Pizarro, que venían “tan hinchados y soberbios que todo este reino les parecía poco”. El mismo cronista pinta a Almagro como un hombre irascible que trataba mal a su gente. Dice también que era un hombre pequeño, bien hecho, valiente y animoso en el gastar.

Mapa de Primeras expediciones a las tierras bajas de Charcas Fuente: Elaboración propia

Mapa de la ruta de la expedición de Almagro y los Pizarro

sitio incaico del Tambo Real de Paria

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