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domingo, 21 de agosto de 2022

Segunda entrada y gran rebelión - La última resistencia: hacia Cochabamba

Superada la resistencia de lupacas y pacajes, los españoles ingresaron hacia el sur controlando a la gente mediante crueles castigos a los rebeldes y regalos a los aliados. Aunque las fuentes discrepan en los detalles, a mediados de 1538, los hermanos Pizarro llegaron juntos hasta Paria; luego, Gonen Cochabamba mientras Hernando regresaba al Cusco para rendir cuentas a su hermano Francisco sobre la muerte de Almagro. Iban solamente siete de a caballo “por estar toda la tierra de paz”.

Las etnias del altiplano con sus respectivas autoridades negociaron y deliberaron si debían dar su apoyo a Manco en la resistencia o a Paullu que llegaba con los Pizarro. Según la versión de los propios mallkus recogida en el Memorial de Charcas [1584-1598], siete naciones de Charcas se habían reunido para decidir qué hacer respecto a las órdenes incas. Lo complejo de este momento es que había órdenes contradictorias: Manco mandaba resistir y Paullu a rendirse en una extraña lógica que mantenía abiertas ambas posibilidades. Los pueblos de Charcas se decidieron entonces por la resistencia: por lo tanto, Gonzalo Pizarro y Paullu tuvieron que enfrentarlos durante varias semanas e incluso meses entre agosto y noviembre de 1538 (Platt, Bouysse-Cassagne y Harris, 2006). Finalmente quedaron en el valle con la misión de juntar gente amiga y recuperase de la entrada que los había agotado. El general inca Tisoc se dirigió a Cochabamba donde se llevó a cabo una de las batallas finales.

El ejército inca estaba formado por guerreros charcas y chichas con sus jefes Coysara y Tiorinaseo (que algunos autores confunden con Tisoc) además de gente de todo el Collasuyu. El cronista Herrera (1601-1615/1944) sostuvo que este ejército constaba de 30.000 indios, “flecheros los más”, llevando consigo sus wakas hechas de oro, plata o madera.

La intención de Tisoc era cercar a los invasores por cuatro partes y utilizar algunas nuevas técnicas de ataque contra los caballos, levantando una barrera de troncos para obstaculizar su paso mientras el fuego y el griterío de los indios amedrentaban a los sitiados. Después de varias noches, finalmente tuvo lugar el enfrentamiento que duró varios días. Entre tanto, llegó el auxilio de Hernando que volvía del Cusco. Las fuentes sostienen que los caballos fueron decisivos: devastaron las fuerzas de los indios charcas y luego se dedicaron a una cruel persecución que, según Hemming (1971), dejó 800 nativos muertos en el campo de batalla.

Tisoc tuvo que huir siguiendo el camino hacia la región de los chichas. Lo hizo a tanta velocidad que no pudieron darle alcance. Entonces, la misión final del general inca era reunir al ejército en la fortaleza de Pocona ubicada en los márgenes del imperio en una zona de fácil acceso a las tierras bajas que permitía estar pendiente de un segundo frente, formado por europeos y guaraníes que se encontraba avanzando por el Este.

La resistencia se trasladó entonces a los caminos y pasos por donde podían pasar los españoles. Pizarro envió a Garcilaso de la Vega a dar castigo a los de Pocona, matando a 400 indígenas. La rebelión se fue desmoronando ante los indios que huían por el altiplano. Como todavía Tisoc intentaba rearmar la resistencia en Pocona, Hernando Pizarro y Paullu fueron hasta allí y Paullu intentó por muchos medios atraer a Tisoc que ya estaba en Umaguaca. Poco a poco, Tisoc se fue acercando intentado rendirse, pero lo tomaron preso mientras los demás curacas fueron perdonados. Años más tarde, alrededor de 1540, Tisoc fue quemado junto con Vilac Uma.

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