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jueves, 18 de agosto de 2022

La estrategia revertida - Cercos a las ciudades de Cusco y Lima

Los quipucamayos registraron en sus cuerdas lo siguiente: “El adelantado don Diego de Almagro a los veintidós meses después de haber ido a Chile volvió con todo su campo y Paullo Topa Inga con él” (Quipucamayos, [1542] 1991). Almagro acampó en Urco a siete leguas del Cusco hallando a toda la tierra levantada y la ciudad sitiada por Manco Inca y su ejército por cerca un año. En el Cusco permanecían cercados Pizarro y ochenta capitanes y soldados españoles pues en abril de 1535, Manco había decidido resistir a los cristianos y para ello, siempre en consulta con su consejo, un miércoles de Semana Santa huyó del Cusco hacia la selva y desde allí organizó la resistencia.

Las creencias incas a su vez, actuaban contra la posible victoria indígena pues la estrategia del cerco, conocida por los incas, iba de la mano de otras reglas como levantar el cerco en cada luna llena.Resulta inexplicable por qué, ante la superioridad numérica, Manco no tomó la ciudad. Manco Inca, constantemente humillado y prisionero de Pizarro, había intentado sin éxito huir varias veces pero no lo consiguió hasta abril de 1536 cuando pudo al fin refugiarse en el valle de Yucay desde donde, comandando su ejército y regresó en son de guerra el 3 de mayo de ese año (Lavallé, 2004). Así se dio inicio al cerco a la capital sagrada del imperio. Los ataques comenzaron incendiando los tejados y cortando toda fuente de abastecimiento mientras Hernando Pizarro, al mando de 200 españoles y gran cantidad de indígenas aliados, decidió defender el Cusco. Uno de los enfrentamientos más importantes ocurrió en la fortaleza de Sacsayguamán desde donde se domina la ciudad del Cusco. Los españoles lograron recuperar la fortaleza el 16 de mayo de 1536 aunque en el intento, murió uno de los hermanos del conquistador, Juan Pizarro; también murió el jefe quechua conocido como Cahuide.

A raíz de la impensable victoria española nació el mito de que la Virgen María y Santiago habían intervenido a favor de los españoles cuando los indios estaban en condiciones de expulsarlos. Este mito que perduraría todo el período colonial refiere que cuando los españoles se disponían a tomar la fortaleza de Sacsayguamán (otros autores dicen que ocurrió cuando estaban refugiados en la iglesia de la plaza) que iba a incendiarse debido a las miles de flechas que llegaban ardiendo al tejado de paja, en el antiguo Suntur Huasi, los indígenas vieron una enigmática mujer vestida de blanco que ubicada sobre el edificio apagaba el fuego con las largas mangas de su vestido (Betanzos, 1551); otra versión sostiene que Santiago levantaba polvo para perjudicar a los indígenas. Fueron los cronistas Betanzos (1551) y Cieza (1550) que recogieron este mito pero ambos indicaron que fueron los indios los que vieron el milagro. Así todo invita a vincular milagro y conquista interpretando los triunfos militares como signos divinos. Esta participación del imaginario indígena sobre el milagro lleva a que Estenssoro interprete que los indios habrían leído este evento no como una derrota militar sino que se rindieron ante Dios (Estenssoro, 2003). Esta lectura nos acerca a la posible idea que la cultura andina tenía de la guerra. Ya Duviols (1962) señaló que los milagros que se contaron a propósito del cerco al Cusco tienen el carácter de milagros de conquista, como un mito de origen que explica un hecho excepcional en la historia.

Las explicaciones a este milagro son aún más complejas, tienen relación con los dominicos y también con la presencia del enviado real al Perú. Para comprender los usos ideológicos del mito debemos tener presente que su difusión no fue inmediata, sino que tuvo lugar en la década de 1540–1550. De la década de 1550 data una pintura que alegoriza la aparición del apóstol Santiago sobre ese lugar en 1536, hecho que recuerda el cronista Garcilaso de la Vega. En ese periodo, trabajaban en el Perú los dominicos, seguidores del padre Bartolomé de las Casas y cuya iglesia se quemó durante el cerco. Ellos ayudaron a difundir el mito que daba fortaleza a la presencia de la iglesia en el Perú. Por otra parte el mito venía bien a Vaca de Castro que había llegado a poner orden en el Perú en 1542 y preparar el ambiente político y religioso para implementar las Leyes Nuevas (Franco Córdoba, 2010).

Mientras Hernando Pizarro resistía en el Cusco, desde Lima, Francisco Pizarro envió tropas a sus hermanos por diversas rutas. Partieron las expediciones de Diego Pizarro, Gonzalo de Tapia, Mogrovejo de Quiñónez, Alonso Gaete y Francisco de Godoy. Todos, con excepción de este último, hallaron la muerte a manos de las tropas incaicas. En Tampu hubo grandes festejos al conocerse los triunfos del general Quiso Yupanqui que fue recompensado por Manco Inca con otra esposa y el permiso de ser llevado en andas.

En agosto de 1536, Quiso Yupanqui, al mando un numeroso ejército que fue parcialmente reclutado en el camino con algunos problemas, como los huancas que estaban del lado español, avanzó sobre Lima. Dispuso el ataque dividiendo su ejército en tres partes: unos entraron por Pachacámac, otros por el río abajo y el tercer grupo por el camino de Trujillo. Con este orden, Quiso Yupanqui tomó el cerro San Cristóbal y sitió Lima en los últimos días de agosto de 1537.

Pizarro pudo hacerles frente con más de quinientos soldados españoles, otros tantos guerreros negros y miles de “indios amigos”; además estaba con él su mujer, la noble quechua Inés Huayllas cuya madre envió refuerzos al conquistador. Francisco Pizarro encabezó la defensa de la ciudad y logró derrotar a Quiso Yupanqui cuando éste intentaba tomar la Plaza de Armas. El jefe inca murió en la batalla y sus hombres se dispersaron de manera desordenada. Francisco Pizarro envió entonces nuevos refuerzos para socorrer a sus hermanos en el Cusco. En recientes excavaciones, en Lima, se pudo establecer el importante rol de los aliados indígenas en la defensa de la ciudad y se encontró el probable cuerpo de Quiso Yupanqui que murió de un disparo de arma de fuego en la cabeza.

Mientras se combatía en Lima, Manco Inca mantenía el cerco al Cusco donde le llegó la noticia de la llegada desde Lima de refuerzos para los españoles y el regreso de Almagro de Chile con unos 400 españoles y 5.000 indígenas. Manco Inca se vio obligado a levantar el cerco del Cusco después de ocho meses de asedio y se refugió en la ciudadela de Vilcabamba. Desde allí, el Inca hostilizó a los españoles durante años pero ninguna acción tuvo la magnitud del cerco de 1536. El levantamiento general comandado desde el Cusco por Manco Inca y que culminaría con el cerco a esta ciudad fue denominado por Hemming (1971) como la “gran rebelión”.

Según Murúa (1600), llegando al Cusco, Almagro buscó una entrevista con Manco para acordar sacar a los Pizarro de esta tierra, punto en que ambos estaban de acuerdo. El encuentro pudo haber ocurrido en Pata Chuayla. Sin embargo, en el camino, Manco sospechó que Almagro lo quería tomar preso y, tomando la iniciativa, lo atacó provocando su huida junto con Paullu. Este encuentro fue entendido por los Pizarro como una amenaza contra ellos.

Almagro aprovechó la debilidad de los cercados y, entrando al Cusco, tomó presos a Hernando y a Gonzalo Pizarro. Mandó a Hernando a Lima mientras que dejó preso a Gonzalo en el Cusco y se dirigió a Lima para negociar con Francisco Pizarro sus nuevas posesiones. Luego de varias escaramuzas y también algunas conversaciones, Almagro aceptó liberar a Hernando pero Pizarro no perdonó que Almagro hubiera agredido a sus hermanos: lo consideraba un traidor que había amotinado a los indios en su contra. A partir de entonces se formaron dos bandos irreconciliables: los extremeños apoyaron a los Pizarro y Almagro se respaldó en la gente que lo acompañaba desde su travesía, conocida como “los chilenos”.

El encuentro definitivo entre las tropas pizarristas y almagristas ocurrió en las Salinas a 5 kilómetros del Cusco en abril de 1538; allí Almagro fue vencido y capturado por Hernando. Ante el estupor de sus compañeros, Almagro fue decapitado antes de que Francisco llegara de Lima; tenía entonces 70 años. La alteración era tanta que para no causar más revuelo, la ejecución se hizo en su misma celda, el 8 de julio de 1538. Luego sacaron el cadáver y expusieron su cabeza en la plaza del Cusco. Más tarde Hernando fue llamado a España para explicar esta ejecución: la Corona no toleraba que se hiciera justicia por mano propia y Hernando fue condenado a prisión en el castillo de la Mota, en Medina del Campo, donde pasó muchos años.

Con Manco Inca en la selva y Almagro muerto, Francisco Pizarro tuvo que conciliar cautelosamente con Paullu que empezó a ser reconocido en el Cusco como soberano inca creciera su poder, los españoles prohibieron que los indios fuesen a su casa. A partir de la muerte de Almagro, una nueva etapa se presentó en la conquista del Collasuyu.

Por el apoyo que dio a los españoles, la historiografía ha calificado a Paullu como el “Inca títere”. Sin embargo, es posible descubrir que no sería raro que Paullu estuviera trabajando en alianza con Almagro en contra de los Pizarro. Y más aún es posible constatar cierta complicidad entre los hermanos incas –Manco en la selva y Paullu en el Cusco– que conocían mutuamente sus acciones, se comunicaban, se observaban y nunca se atacaron uno al otro como, situación que ha llevado a pensar en la posibilidad de una diarquía en tiempos de la conquista y que esta dualidad haya sido parte de la estrategia inca (Medinacelli, 2010).
Matrimonio de Doña Beatriz

Diego de Almagro en Copiapo

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