En 1538, dos años después de la gran ofensiva
para tomar el Cusco, comenzó la segunda gran
rebelión siendo la batalla más importante de esta
etapa la del Desaguadero. El puente de “balsas de
enea” (totora) había sido destruido por los indios
para que ni los españoles ni los miles de indios
de Hatuncolla que venían con Paullu cruzaran el
río. Furiosos flecheros y honderos obstruyeron el
paso de los españoles que iban a caballo con sus
pesadas armas. Allí fue capturado un español que
fue sacrificado en un adoratorio que pudo haber
sido Tiwanaku. El primer intento de cruzar el
Desaguadero fue, por tanto, desastroso para los
españoles: murieron ocho jinetes más sus caballos
y los otros no pudieron cruzar el río. Finalmente,
haciendo unas enormes balsas que llevaban hasta 40
hombres, lo que habría sido una iniciativa de Paullu,
consiguieron pasar el río y a pesar que la pelea
continuó unas horas más, una vez que los españoles
montaron sus caballos, la batalla estaba ganada. Los
indios vencidos huyeron entrando unos a la laguna
y otros a sus tierras. Este enfrentamiento ha sido
considerado como una de las treinta batallas más
importantes de la invasión española (Temple, 1940;
Hemming, 1971; Vega, 1980; Platt, Bouysse-Cassagne
y Harris, 2006).
Hernando Pizarro apresó a mucha gente e hizo
gran escarmiento; persiguió a los jefes, capturó a
Quintiraura de los pacajes y quemó su poblado.
Seguramente Quintiraura fue quemado en un galpón
junto con muchas otras autoridades. A pesar
de la matanza, hubo gente rebelde que se fue hacia
el sur hasta los Charcas, obstruyendo la entrada de
los españoles a esta región.
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