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viernes, 13 de enero de 2023

El intento del dominio sobre el territorio - Potosí antes de 1570

Según la historia tradicional que recogía la versión de cronistas coloniales como Cieza de León (1553), Acosta (1550), Capoche (1585), Benino (1573) y posteriormente, Arzans de Orsúa y Vela (1737), el “descubrimiento” del Cerro Rico de Potosí se debió al indio Diego Guallpa, llevado de la mano por la divina providencia.

Recientes excavaciones arqueológicas muestran que el asentamiento prehispánico de Potosí era un sitio densamente poblado con una gran producción agrícola, asociada con la actividad minera. Los sitios arqueológicas prehispánicos muestran una continuidad desde el Arcaico Superior hasta el contacto hispano-indígena o inca- colonial (Cruz, Absi, 2005). Las prospecciones llevadas a cabo por los arqueólogos evidencian la magnitud de la ocupación poblacional de la región antes de la llegada de los españoles con una gran superficie de producción en diferentes micro-nichos ecológicos. Además, los frutos producidos en esta zona fueron llevados a otras regiones. No obstante, la actividad minera y metalúrgica ocupaba un segundo plano. La cultura material que se expresa en diferentes estilos cerámicos manifiesta una alta heterogeneidad cultural en un territorio multiétnico con la pesencia de grupos originarios de Carangas y otros miembros de la confederación caraqara charcas. En la cumbre de Potosí se encontraba el adoratorio más importante de la región que probablemente fue dedicado al Sol.

Sin embargo, ninguno de los cronistas tempranos ha evocado el poblamiento indígena de Potosí: aquello significaría, de acuerdo a los historiadores contemporáneos, su intención de legitimar la apropiación de los fabulosos yacimientos argentíferos por los españoles. Se ha elaborado una historia oficial que presentaba la región como desértica y estéril, ocultando su pasado prehispánico. La fecha del “descubrimiento” también suscitó el interés de los historiadores. La famosa descripción del descubrimiento del Cerro transmitida por los cronistas es interpretada por los historiadores como un protocolo simbólico llevado a cabo conjuntamente por incas y españoles. Las figuras de Guallpa y su acompañante también fueron cuestionadas. Diego Guallpa no era un indio común y corriente: pertenecía al grupo de los incas guallparocas asentados en las tierras de La Plata antes de la llegada de los españoles; algunos de ellos eran yanaconas huayradores. Su padre, Alcaxuca, fue el principal del ayllu hanansaya de la localidad de Yanqui (Chumbivilcas); pero, sobre todo, era el guardián más alto de la élite inca (Platt y Quisbert, 2007, 2008). Su acompañante en el descubrimiento fue Challco, hijo de Challco Yupanqui, gobernador del Collasuyu y sacerdote del Sol en Copacabana, de la panaca o familia noble de Viracocha Inca. Aunque Guallpa conocía las vetas más ricas de Porco, no transmitió a los españoles los conocimientos metalúrgicos necesarios para su beneficio.

En los primeros decenios de la explotación colonial de la plata de Potosí, la metalurgia quedó en manos de yanaconas huayradores indígenas que constituían 80% de los yanaconas o mano de obra especializada y libre. Esto permite concluir que el proceso metalúrgico pudo quedar bajo control inca hasta las reformas toledanas (Bakewell, 1989; Escobari, 2001/2005). El sistema de yanaconazgo fue, a la larga, el producto de las fugas de los indígenas de la comunidad o de encomienda que se escapaban de su encomendero o curaca y buscaban la protección de un señor o amo. En los años 1550-1570, los yanaconas estuvieron exentos de pagar el tributo y libres de la presión ejercida por sus jefes étnicos. Por otro lado, a Potosí acudían los indios que se empleaban en las minas para obtener dinero para el pago del tributo.

La minería de la plata había convertido a la jurisdicción de la Nueva Toledo en el centro económico más importante de América. A partir de 1545, cuando se empezó a explotar las vetas del Cerro Rico de Potosí y se hicieron los primeros registros de las vetas de la mina, comenzaron a llegar miles de españoles e indígenas. En las cercanías del cerro ya había tres asentamientos donde residían 2.500 indígenas: uno de ellos era Cantumarca y otro quedaba entre la laguna de Cari Cari y Wiñayrumi. El poblado español empezó con la edificación de casi cien casas en los lugares más secos alrededor de la laguna, en el mismo lugar donde hubo un poblado de tributarios de los incas que fabricaban pedernales para ser usados como hachas, picos y puntas de flechas (Arze Quiroga, 1969). Posteriormente, la laguna tuvo que ser desecada para acoger a la creciente población y allí fueron construidas casas y se formaron, de manera desordenada las primeras calles. Según un dibujo de Cieza de León que se encontraba en Potosí en 1549, el poblado se organizó a los lados de un arroyo y se caracterizó por tener un enorme mercado.

Además, en pleno centro de la ciudad se estableció un q´atu (mercado) de metales donde “se sienten indios e indias muy juntos por hileras, con algún orden y paréceme que serán de cuatrocientos a quinientas personas las que vienen con metal para vender” (Capoche, 1959 [1585]). Según las actas del cabildo de 1567, se reconocía la necesidad de dar un lugar adecuado para el mercado y, en 1569, ya se habilitó tres o cuatro plazas más para la venta de la plata, colindando con los sitios donde se vendía coca y víveres. Muy pronto Potosí se convirtió en una ciudad-mercado donde se vendía todo tipo de mercancías y donde la élite indígena tuvo, desde un inicio, un destacado protagonismo.

El crecimiento de la ciudad sobrepasó todas las previsiones y, mientras otras ciudades de españoles tuvieron un crecimiento lento, ésta lo hizo desaforadamente. La población española se ubicaba en los alrededores de la plaza mayor, mientras que la población indígena se estableció en las rancherías compuestas por ranchos o viviendas de tipo rural ubicadas cerca del cerro. Antes de 1570, fueran creadas siete parroquias para indígenas provenientes de las encomiendas o que alquilaban su fuerza de trabajo en Potosí como los lupacas (Medinacelli, 2008). En 1577, Juan de Matienzo, nombrado corregidor y justicia mayor por el virrey Toledo, hizo un repartimiento de indios según su origen étnico para lograr una mayor eficiencia en el trabajo.

Hacía la década de 1560, era notoria la inquietud por la higiene y la salubridad urbana puesto que la ciudad representaba un laberinto de calles y callejones. En 1565, el cabildo de Potosí publicó ordenanzas para el aseo y buen orden de la villa donde se expresaron las preocupaciones por mantener separados los espacios indígenas y españoles de la villa, así como las “inconveniencias” de que mestizos y negros vivieran en las rancherías de los indios. Según algunos autores, en 1548, se constituyeron las primeras iglesias la de Anunciación -posteriormente conocida como San Lorenzo- y de Santa Bárbara, aunque otras fuentes indican que el primer convento fue el de San Francisco. En 1555 también se fundó un hospital tanto para españoles como para los indios para atender a enfermos y heridos resultantes del trabajo minero (Escobari, 2001/2005).

El 18 de agosto de 1559, el asiento minero de Potosí recibió el título de “Villa Imperial” y alcanzó un nivel más alto en la jerarquía urbana charqueña. Debido a la cercanía de la ciudad de La Plata, no se podía crear otra ciudad próxima con la misma categoría. Por esta razón, Potosí obtuvo el nombre de villa y no de ciudad; pero el apelativo de “Villa Imperial” investía de grandeza a sus pobladores. Según la tradición, en el primer escudo de armas se inscribió la divisa: “Soy el rico Potosí, del mundo soy el tesoro, el rey de todos los montes y la envidia de los reyes”.

Cerro Rico de Potosi

Trabajo de Indios


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