CONSPIRACIÓN | DOS ASESORES ITALIANOS DE LA DICTADURA CHILENA PASARON A TRABAJAR ESTRECHAMENTE CON LOS GOLPISTAS BOLIVIANOS Y LOS NEONAZIS QUE LOS ASESORABAN.
Antes de la madrugada, a las 2:30 del 1 de noviembre de 1979, Bolivia se hallaba a punto de ser atacada por sus propias Fuerzas Armadas. Casi 200 blindados, entre tanques, tanquetas y carros de asalto, tomaron La Paz y las principales ciudades del país. Decenas de cazabombarderos y algunos helicópteros estaban listos para despegar en las bases de la Fuerza Aérea. Y menos de cinco horas más tarde recibirían las órdenes para hacerlo.
Miles de soldados empezaron a desplegarse por las calles y a parapetarse en los umbrales de los edificios públicos, las esquinas y los tejados. Toda la maquinaria bélica del país, renovada significativamente algunos meses antes, fue movilizada como si se tratase de una guerra internacional.
Pese a que aún eran tiempos de asonadas, ésta sobresaltó como pocas al continente. Autoridades diplomáticas de 30 países que en horas previas habían participado en la IX Asamblea General de Organización de Estados Americanos (OEA), en su mayoría cancilleres, se encontraban en La Paz. La conmoción llegó a EEUU porque su secretario de Estado, Cyrus Vance, se libró de ser afectado por escasas dos horas.
Era una escena de locura, pesadilla y vergüenza. Los gobiernos de toda América habían venido a saludar la restauración de la democracia en Bolivia en una cumbre sin precedentes, pero sus delegados resultaban testigos directos de un nuevo golpe. El primer gobierno democrático en 11 años, encabezado por Walter Guevara Arce, había cumplido apenas 11 semanas de gestión.
CONTRA TODA LÓGICA
¿Por qué los militares bolivianos se prestaron a semejante locura? Ninguno de los conjurados vertió alguna explicación que tenga un mínimo de sentido común. Mucho más si se considera que horas antes de aquella pre madrugada, se había producido una histórica victoria boliviana en la propia Asamblea de la OEA.
El país había logrado su mayor triunfo diplomático en el pleito marítimo que sostiene con Chile. El Gobierno de Guevara Arce había conseguido que la demanda por los puertos arrebatados un siglo antes (¡era el año del centenario encierro!), tenga carácter continental. América declaraba que la mediterraneidad boliviana constituía un asunto multilateral que afectaba el proceso de integración y exigía un arreglo. En otra parte saliente la declaración de la OEA explicitaba: “Tales negociaciones deberán tener en cuenta los derechos e intereses de las partes involucradas y podrían considerar, entre otros elementos, la inclusión de una zona portuaria de desarrollo multinacional integrado y, asimismo, tener en cuenta el planteamiento boliviano de no incluir compensaciones territoriales” (1).
Chile había fracasado humillantemente en su propuesta de que el caso sea declarado asunto bilateral. En las intervenciones de la cita del 30 y 31 de octubre, la dictadura de Augusto Pinochet había sido señalada una y otra vez. Se le espetaba que impidiese la vigencia de las libertades ciudadanas y su actitud agresiva contra los países vecinos. En el pico de la cita, la votación fue aplastante: 25 votos a favor de Bolivia, uno para Chile y dos abstenciones. El presidente de la delegación chilena, Pedro Daza Valenzuela, abandonó notoriamente contrariado el salón del hotel Sheraton de La Paz, sede de las sesiones.
¡¿LAS FFAA A FAVOR DE CHILE?!
Una fiesta popular saludó aquella victoria sin precedentes. Sin embargo, esa misma noche, los militares bolivianos convirtieron literalmente en una caricatura mundial la conquista. Aquellos que cada día entonaban estribillos anti chilenos empuñando el armamento destinado a disuadir a los generales trasandinos, fueron motivo de inspiración, por ejemplo para los dibujantes de los diarios españoles (2). En el propio Santiago de Chile, el 14 de noviembre, la revista Hoy señalaba: “El lastimoso golpe militar en Bolivia ha provocado, entre muchos chilenos, una especie de orgía de autosatisfacción. (...) Algunos medios de comunicación aguzaron sus sucedáneos de ingenio para echar el desastre a broma. (...) La piedad de unos hacia Bolivia contrastaba con el desdén de otros”. (2)
Las ironías se multiplicaron apenas las delegaciones de los países visitantes lograron ser evacuadas hacia el Perú en operativos de emergencia. Claro, el representante de la misión chilena no desaprovechó las circunstancias. En Lima señaló a los medios: “Eso (el golpe de Estado) demuestra que Bolivia no es un interlocutor válido” (1). Toda una fiesta pinochetista frente al hecho de que apenas se haya aprobado la resolución de la OEA se derribase el proceso democrático boliviano. ¿Podía haber mayor beneficiario de aquel golpe de Estado?
LOS INSTIGADORES DEL GOLPE
Sin que nadie hasta hoy haya justificado por qué precisamente se articuló el golpe ese 1 de noviembre, queda claro que hubo dos grandes beneficiados: la herida imagen internacional de Chile y el ex dictador Hugo Banzer afectado por un juicio de responsabilidades que se había iniciado en septiembre.
La participación banzerista se hizo sentir en gran parte de la revuelta, pero nunca fue completa. El coronel Alberto Natush Bush, quien encabezó el golpe, fue ministro durante más de cuatro años en el gobierno de Banzer, pero tomó el poder en complicidad con hombres del MNR de Víctor Paz Estenssoro y del MNRI de Hernán Siles. A ello se sumó la participación de allegados cercanos al ex dictador como su yerno, Luis Alberto Valle, y el ex ministro Fernando Kieffer. (4)
Uno de los amigos más cercanos a Banzer, entrevistado por el periodista argentino Martín Sivak, describió la actuación del ex dictador: “Él (Banzer) estuvo muy activo en el golpe de Natush, desde Key Biscayne, donde vacacionaba, Banzer tenía una línea abierta, instruía, pedía y ordenaba. Obviamente hablaba con Natush. Con los que hablaba les pedía que se plegasen a la conspiración. En un momento estuvo a punto de tomar un avión, pero un huracán se lo impidió”.
Por su parte el periodista Irwin Alcaraz, en su libro “El prisionero de Palacio” aseguró que la bancada de Acción Democrática Nacionalista (ADN), la única que no se presentó en el Congreso ese 1 de noviembre, “marchaba con discreción detrás del golpe”.
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La Policía ayuda a los heridos
Asamblea Permanente de Derechos Humanos de Bolivia
BANZER EVITÓ LA CÁRCEL
A Banzer no le faltaban razones para apoyar a Natush. Las denuncias que públicamente le espetaban el diputado Marcelo Quiroga Santa Cruz y el abogado Aníbal Aguilar sobreabundaban en pruebas. Desde que tres meses antes asumiese el poder el gobierno de Guevara, la imagen del ex dictador se desmoronaba día a día.
“No hay ninguna consistencia para asumir una defensa jurídicamente sólida. El destino de Banzer es absolutamente incierto”, señaló en su tiempo su propio abogado defensor Hugo del Granado. (4) Más de una voz en el parlamento consideraba que la amenaza de la cárcel para el ex presidente era cada vez más real. Sin embargo, Natush, entrevistado por Sivak declaró que “este partido (ADN) no participó en la primera etapa” (4).
A todo ello se suma la perspectiva de que el golpe en esos días tenía fuertes vientos en contra. La amenaza de un desconocimiento generalizado a un nuevo gobierno militar tanto interna como externamente era clara. De hecho, la Embajada de EEUU había señalado que sólo se formalizarían lazos con gobiernos democráticos.
Es más, la propia participación de Natush en el conato militar resultó forzada y hasta contradictoria. Así lo muestran “El Prisionero de Palacio” y los diálogos que testimonia en el ex presidente David Padilla en su libro autobiográfico “Decisiones y recuerdos de un General” (8). En ambos casos se describe a un entorno de avezados militares ligados a mafias internacionales como los instigadores de la asonada. Así queda claro que el general Luis García Meza y aquellos que un año más tarde apuntalaron su narcodictadura presionaron y convencieron a Natush.
AMIGOS DE GARCÍA MEZA Y PINOCHET
Pero, García Meza y los suyos tampoco actuaban solos. Un grupo de nazis y neonazis fungía desde mediados de 1978 como mentor del ala más virulenta de las FFAA. Entre los llamados “novios de la muerte”, organización que ha inspirado decenas de libros, figuraban personajes como Klaus Barbie, Joachin Fiebelkorn y una agrupación neofascista italiana encabezada por Pierre Luigi Pagliai y Stefano Delle Chiaie. (5)
Y, precisamente, Pagliai y Delle Chiaie cierran el círculo del golpe de Todos Santos con un directo guiño a la dictadura chilena. Célebres a nivel mundial por haber sido coautores del atentado de Bolognia, en 1980 (9), estos neofascistas italianos ya habían participado en aventuras militaristas sudamericanas desde principios de la década del 70.
Un agente de inteligencia, entrevistado por la periodista Mónica Klein en 1984, reveló la participación de Delle Chiaie en el golpe de Augusto Pinochet. Aseguró que fue uno de los pocos civiles que tuvo acceso al Palacio de la Moneda tras el asalto que terminó con la vida de Salvador Allende (5). Es más, en el libro “Chile la Memoria Prohibida” un grupo de investigadores chilenos describe con lujo de detalles cómo los dos italianos fueron parte de la DINA, la policía política de la dictadura chilena, desde 1974 hasta 1978. (6)
Hasta 1976 Delle Chiaie fue uno de los principales responsables de los atentados más importantes encargados por junta militar chilena. Sin embargo, a partir de 1977 el neofascista italiano recibió misiones de espionaje en Perú y Argentina. Entonces aquellos países bordeaban una guerra con Chile.
A fines de 1978, Delle Chiaie llegó a Bolivia, se presentó como rescatador de cueros y anticretó un departamento en el edificio el Mirador (6). Dicha edificación, ubicada en la zona de Miraflores, tiene una vista privilegiada sobre el Estado Mayor de las FFAA bolivianas. Por su parte, Pagliai tuvo un arribo similar a Santa Cruz, en las inmediaciones de la Octava División de Ejército. De manera sorprendente, ambos llegaron a ser responsables de la seguridad de los militares golpistas de noviembre. Se asegura que Delle Chiaie actuó tras los coroneles del Comando de Operaciones Conjuntas (COC).
Según el personaje entrevistado por Klein, Delle Chiaie fue designado por Pinochet como responsable de instigar, financiar y supervisar el golpe del 1 noviembre de 1979. Asegura que incluso tuvo “la gentileza” de entregar al dictador chileno “en calidad de ´trofeo de guerra´ los planes de contingencia bolivianos que poseía el COC en relación a una eventual conflagración Chile-Perú-Argentina-Bolivia”.
Más allá de la certeza de dicha afirmación, la participación de los asesores de Pinochet en los esquemas militares bolivianos, resulta evidente e intrigante. No pudo haber acción más oportuna y favorable en el contexto de aquella derrota diplomática del 31 de octubre ante el continente.
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A pecho descubierto frente a las máquinas
Asamblea Permanente de Derechos Humanos de Bolivia
280 MUERTOS PARA PINOCHET
Bajo ese telón de fondo el golpe del 1 de noviembre de 1979 derivó en matanza. Natush inicialmente se mostró conciliador. Tras acusar al gobierno de transición de desestabilizar al país e intentar un prorroguismo, quiso encabezar un régimen civil-militar con Congreso en funciones. Pero el rechazo era multitudinario y el país se paralizó. En las calles, en actos temerarios, miles de escolares, universitarios y obreros insultaban y hostigaban a los militares con piedras y palos.
Ninguneando al Presidente conciliador, el ala dura de los militares ordenó abrir fuego a los tanques liderados por el coronel Arturo Doria Medina. Los cazas T-33 y helicópteros alzaron vuelo y se dedicaron a ametrallar las barriadas paceñas. Los registros de la Asamblea de Derechos Humanos señalan con nombres y apellidos que en menos de 8 días cayeron fatalmente 280 civiles de toda edad y condición. Los cuerpos de decenas fueron trasladados a fosas comunes y a lugares inhóspitos. (3)
El aislamiento internacional resultó lapidario. El canciller del régimen, Guillermo Bedregal, anunciaba nervioso la lista de países que reconocían al régimen. Llegaron a 12 y varios tenían nombre apenas conocido. El ministro de Trabajo, Raúl Guzmán, anunciaba a su vez los nombres de extravagantes sindicatos que supuestamente apoyaban a Natush. El ministro de Gobierno, Carlos Mena, aseguraba que se realizaban operativos contra el grupo subversivo “Camilo Cien fuegos”, pero nunca se supo siquiera el nombre de alguno de sus militantes. El país permanecía paralizado, sólo una cadena radial militar rompía el silencio.
El 13 de noviembre, mediadores de la Iglesia y representantes políticos instaron a los militares a dejar el poder. En las calles una manifestación multitudinaria llevaba un cartel donde se leía “NATUSH NI TU MADRE TE RECONOCE”, en alusión al aislamiento internacional del régimen.
Sólo, casi sin mando y desinformado en Palacio, Natush pactó el retorno a los cuarteles a cambio de que Lidia Gueiler, la presidenta de la Cámara de Diputados, asuma la Presidencia. Horas antes, el ministro de Finanzas, Agapito Feliciano Monzón, ordenó sacar de las bóvedas del Banco Central 3,5 millones de dólares que fueron repartidos entre los golpistas. La masacre concluyó con el sabor de la democracia preservada, pero con la amargura por la sangre, la muerte y el superlativo favor a Pinochet.
Ninguno de los implicados en el golpe fue procesado por aquellos sucesos. La mayoría continuó, e incluso concluyó satisfactoriamente, sus carreras políticas y militares hasta la jubilación de rigor. Delle Chiaie y Pagliai se dieron el lujo de retornar después del atentado de Bolognia. El 19 de noviembre de 1980 el juez Gonzalo Valenzuela otorgó la nacionalidad boliviana a Pagliai. Durante el régimen de García Meza los dos italianos allegados a Pinochet trabajaron como asesores en las FFAA. El 10 de octubre de 1982, cuando la democracia volvió a ser recuperada, un operativo capturó a Delle Chiaie y Pagliai. Ambos se resistieron y el segundo resultó gravemente herido y murió un mes más tarde (9). Luego fueron entregados a la justicia internacional para su definitivo procesamiento.
La amargura y la afrenta de los propios militares en aquel Todos Santos se inscribe entre las más profundas de la historia boliviana. Probablemente una de las frases más recordadas del libertador Bolívar quepa con precisión en la memoria de aquel 31 de noviembre de 1979: "Maldito el soldado que apunta su arma contra su pueblo".
(1) “Resolución de 1979 de la OEA, una victoria sólo en papel”, diario La Razón, 3 de junio de 2012.
(2) El diario La Vanguardia mostró un montaje con el Coronel Arturo Doria Medina a bordo de un tanque. Desde la torreta, Doria Medina grita: “Esta calle es mía, mía y sólo mía”.
(3) La masacre de Todos los santos – Asamblea Permanente de DDHH (1980)
(4) El Dictador Elegido – Martín Sivak (2001)
(5) Barbie Altman – Carlos Soria Galvarro (1983)
(6) Mi Personaje Misterioso – Mónica Klein (1985)
(7) Espionaje y servicios secretos en Bolivia – Gerardo Irusta M. (1997)
(8) “Decisiones y recuerdos de un general”, David Padilla, julio de 1980
(9) Agencia AFP, 6 de noviembre de 1982
"Ninguno de los conjurados vertió alguna explicación que tenga un mínimo de sentido común. Mucho más si se considera que horas antes de aquella pre madrugada, se había producido una histórica victoria boliviana en la propia Asamblea de la OEA"
"Entre los llamados “novios de la muerte”, organización que ha inspirado decenas de libros, figuraban personajes como Klaus Barbie, Joachin Fiebelkorn y una agrupación neofascista italiana encabezada por Pierre Luigi Pagliai y Stefano Delle Chiaie"
"La participación de los asesores de Pinochet en los esquemas militares bolivianos, resulta evidente e intrigante. No pudo haber acción más oportuna y favorable en el contexto de aquella derrota diplomática del 31 de octubre ante el continente"
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martes, 1 de noviembre de 2016
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