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martes, 11 de abril de 2017

Hechos e imágenes de nuestra historia Dramático Jueves Santo de 1781

LA SUBLEVACION

Las causas que originaron la terrible rebelión indígena del Bajo y del Alto Perú, iniciada en el año 1780 en Challanta, están claramente explicadas en un informe que elevó a la corte española el virrey del Perú conde de Lemus, quien, entre otras cosas dice: refiriéndose a la situación:

“Los corregidores españoles se confabulaban con los curacas, curas y gobernadores, para oprimir a los naturales, colgándolos de los cabellos, o los ahorcan; los meten en cárceles rigurosos y los azotan con crueldad. Por causa de estas medidas vejatorias, los campesinos huyen a tierras de infieles, otros se despeñan con sus hijos y mujeres y otros quiebran las piernas y brazos a sus hijos para no verlos atormentados en la esclavitud. De algunas provincias los llevan en colleras pendientes de la cola de un caballo a distancias enormes”.

Esta era la triste, dolorosa y dramática situación de los indígenas, aún cuando es bueno advertir que entre los españoles había honrosas excepciones que se preocupaban con espíritu verdaderamente cristiano y humano de remediar el estado de cosas. Entre éstos se podía contar al virrey conde de Lemus, cuyas opiniones acabamos de leer y a muchos otros auténticos paladines de la fe y de la caballerosidad de la Madre Patria.

Empero, sin hacerse estas reflexiones que en realidad no eran ni venían al caso, el humilde sacristán de la parroquia de Ayoayo, Julián Apasa, conjuntamente con su esposa, Bartolina Sisa, levantó en armas a los indígenas de la región andina, adoptó el nombre bélico de Tupac Catari y proclamó la guerra de exterminio contra los españoles que dominaban el corregimiento de la ciudad de La Paz. El caudillo indígena nombró de lugarteniente principal a un mestizo llamado Bonifacio Chuquimamani, quien, al igual que su jefe, cambió su prosaico nombre por otro casi tan simple como el legal. Se hizo llamar Manuel Clavijo, y conjuntamente con Tupac Catari y Bartolina Sisa formó el comando de la sublevación.

Organizadas las fuerzas rebeldes avanzaron decididas a todo sobre la ciudad de La Paz, a cuyos alrededores llegaron el 13 de marzo de 1781.

EL ASEDIO A LA CIUDAD

No estaban desprevenidos los habitantes de La Paz ante el avance de los indígenas. Por lo contrario, unido el vecindario en el afán lógico de contrarrestar la rebelión por sus propios medios, mientras llegasen refuerzos que fueron solicitados al virreinato de Buenos Aires., para el 13 de marzo tenían preparadas las barricadas y trincheras con las que defenderían la ciudad. Esta defensa había sido organizada por el brigadier de los tercios españoles don José Sebastián de Segurola Machaín, quien asumió la jefatura militar de La Paz con el cargo de Intendente, el que posteriormente fue ratificado por orden real, al crearse la Intendencia de La Paz en lugar del simple corregimiento con que se conoció este distrito desde su fundación hasta el memorable acontecimiento que estamos narrando.

El primer choque entre los sitiadores indígenas y los defensores blancos fue terrible, brutal. De una parte y de otra quedaron numerosas bajas entre muertos y heridos. Y como las barricadas y trincheras estaban estratégicamente construídas, a poco de iniciado el combate fueron rechazadas las huestes de Tupac Catari.

Sin embargo, no desmayó el caudillo indígena con esta primera derrota. Luego de rehacer sus fuerzas levantó su campamento en El Alto de la ciudad, resolviendo establecer un efectivo asedio para lo cual distribuyó sus efectivos en todos los puntos de acceso de La Paz.

Transcurrieron varios días, luego una semana y más tarde otra y otra nueva. El sitio de la ciudad seguía tenaz y empedernido de parte de los atacantes. Y la defensa, igualmente heroica, no permitía que las fuerzas indígenas cruzaran las barricadas y trincheras. Entonces, para atemorizar al vecindario de La Paz, hizo levantar Tupac Catari algunas horcas en El Alto de la ciudad, perfectamente visible. Y Allí, el día de Jueves Santo de aquel dramático año de 1781 año hizo ahorcar a los sacerdotes que había capturado en Sicasica y en Ayoayo. El horrible espectáculo fue presenciado sin que pudiera ser reprimido por la población de la ciudad, que espectaba horrorizada desde las calles y las plazas la cruenta escena que se producía en la ceja del Alto. Fueron inútiles las demostraciones de fuerza que hicieron los españoles desde el interior de la ciudad. La orden de ejecución de los párrocos Antonio Barriga y Sebastián Limachi (tal ves haya un error histórico en la cita de este último apellido, que aún no ha sido aclarado por los historiadores) fue ejecutada cruel y dramáticamente, luego de una ceremonia semipagana y bárbara con la que el exsacristán de Ayoayo quiso rememorar el día de Jueves Santo de aquel año.

Entre tanto, siguió el cerco de la ciudad, cada vez más tenaz, más porfiado, pero también cada día más heroicamente defendido. Cuando ya estaba a punto de flaquear la población por la falta de provisiones, se supo de la llegada de un contingente español al mando del coronel Ignacio Flores, gobernador de Chuquisaca, pudo sofocar momentáneamente la sublevación indígena. Poco después Flores se retiró dejando a merced de los rebeldes la ciudad.

Inmediatamente Tupac Catari reanudó el cerco de La Paz, esta vez con mayor audacia, llegando a ocupar el lugar de la iglesia San Francisco, quedando los indígenas dueños de toda la margen occidental del río Choqueyapu, luego cayeron las iglesias de San Sebastián, las Recogidas y de San Pedro.

GOLPE MORTAL PARA CATARI

En uno de los tantos enfrentamientos que hubo en el largo asedio de la ciudad, fue capturada por los españoles la mujer de Catari, Bartolina Sisa, a quien su marido le concedió el título de virreina. Y entonces los españoles en un acto de cruel represalia, sentenciaron a Bartolina Sisa a la pena de la horca, habiendo levantado el suplicio en el lugar más visible de la plaza principal..

Este hecho constituyó un terrible golpe en la moral de Tupac Catari. Desde aquel día decayó su espíritu combativo casi por completo, dejando el mando de las fuerzas rebeldes a su lugarteniente Manuel Clavijo. Cuando el desaliento iba tomando cuerpo, llegaron refuerzos desde la población de Sorata al mando de Andrés Tupac Amaru, y nuevamente animados construyeron un enorme dique en una cañada de Chacaltaya por donde bajan las aguas del río Choqueyapu, ante la rústica construcción la represa reventó por la fuerza del agua, la noche del 12 de octubre de 1781. Como resultado se inundó toda la parte baja de la ciudad. Llevando mayor desaliento a sus defensores y la destrucción de las barricadas y cercos que impedían el asalto de los indígenas.

Tanto sufrimiento de la ciudad sitiada llegó a su fin cuando de manera providencial se supo de la aproximación de tropas españolas al mando del teniente coronel José Roseguín, que venían en auxilio de los sitiados y poner fin a esta preocupante situación, por mandato del virrey de Buenos Aires don Juan José Vertiz. El mayor número de efectivos y armas impresionó a los sitiadores quienes sin presentar batalla se dispersaron y Sebastián Segurola aprovechando esta situación, salió de la ciudad en pos de los jefes rebeldes, y en las proximidades de Escoma ambas fuerza chocan, siendo derrotados los indígenas luego de una feroz y encarnizada lucha. Tupac Catari es capturado por delación de uno de lo suyos en las proximidades de Achacachi por un destacamento al mando del capitán Mariano Ibáñez. El jefe de los rebeldes es condenado a morir descuartizado en el pueblo de Peñas, en un suplicio similar al de Tupac Amaru. La sentencia se cumplió en el mes de noviembre de 1782. Bartolina Sisa murió en la horca y después fue decapitada.

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