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martes, 18 de abril de 2017

Ídolo y sirenas míticas anteriores a la Virgen morena

 
Apenas transcurre Semana Santa en el frecuentado santuario de Copacabana, sea en marzo o abril, colmada de peregrinos, comienzan los aprestos para la fiesta de la Cruz, celebrada cada 3 de mayo, cuando suceden ceremonias y bendiciones.
 
Ocurre desde hace siglos, quizá milenios. 
 
En el largo feriado católico, el ancestral centro religioso se aprestaba a recibir en su treintena de hoteles y similar número de alojamientos y albergues diversos, a unos 4.000 visitantes, más del doble de la población local.
 
"Ahora la afluencia será menos que en febrero o agosto, cuando son las fiestas principales”, refiere la encargada de turismo en este municipio, Amalia Amaru. 
 
El pasado 2 de febrero, durante la festividad de la Virgen de la Candelaria, grupos de folkloristas y financiadores de fiesta cerraron calles durante tres días en derroche de baile y brindis.
 
Al arribo de los primeros caminantes, Amaru prevé que el grueso llegará  para la procesión y Vía Crucis del Viernes Santo. Pero los rezagados cruzarán las puertas de la iglesia, incluso la tarde del Sábado de Gloria o la madrugada de este  Domingo de Resurrección, observa la funcionaria.
 
El santuario de la Virgen de Copacabana, deudora en vena católica de  la Virgen de la Candelaria, una de las advocaciones marianas trasladadas a América,  no cierra ninguno de los días del año (su capilla de velas está abierta "siempre”) pero las ceremonias de veneración se suceden desde hace milenios, según el registro arqueológico y la investigación histórica sobre el adoratorio nativo.
 
Junto con la famosa Basílica y los sitios arqueológicos prehispánicos, el lago Titicaca es el principal destino turístico del país, tan sólo superado por el Salar de Uyuni
 
Todo el año
 
Después de la Candelaria, Semana Santa y del Señor de la Cruz de Colquepata o Santa Veracruz, el pueblo y sus visitantes celebran en el solsticio del 21 de junio el Año Nuevo Aymara (ahora "andino amazónico”) sobre todo en el observatorio solar,  pachataqa, indicador preciso del retorno del sol, también llamado "horca del inca” por su semejanza con un improvisado cadalso, en el promontorio Kesasani, al lado del cerro Siroqa, plagado hoy de antenas.
 
El 5 de agosto se recuerda la entronización de la Virgen de Copacabana como Reina de Bolivia y para el equinoccio del 21 de septiembre, al arrancar la primavera en el hemisferio sur, está la celebración de la Coya Raymi, de reminiscencias femeninas. 
 
Entre octubre y noviembre prosiguen las visitas, no sólo desde la frontera peruana (hasta 50.000 visitas anuales) por la fiesta en la colindante población peruana de Yunguyo, sino por el feriado largo de Todos Santos.
 
Para el solsticio austral del 21 de diciembre se recuerda el Qapaq Raymi. Su motivo central era la consolidación de las lluvias del verano y la iniciación de los jóvenes de élite en el gobierno. Actual patrona y generala de la Policía, la Virgen también recibe  homenajes en el último mes del año, lo mismo que en los feriados de Navidad, Año Nuevo y Reyes, ya en enero.
 
La fiesta mayor, de tres días, es el 2 de febrero, mundialmente célebre por el día de la Candelaria, una de las advocaciones marianas, que se honra en medio mundo, desde España a las Filipinas.
 
Bajo ella comenzó en la temprana Colonia, desde 1583, la devoción por Nuestra Señora de Copacabana, la Virgen "morena” o simplemente "india”, una vez que el escultor Francisco Tito Yupanqui, que la había moldeado el año anterior en Potosí, la llevó a su pueblo originario, parando en Chuquiabo (La Paz), penúltimo tramo de su largo viaje antes de su asentamiento en el santuario lacustre.
 
Este año, el pueblo ostentará nuevamente la entrada de fraternidades en honor del Señor de Colquepata, con capilla frente al Santuario y al pie del Calvario (otrora Llalinaco, hoy también Llallagua).     
 
El ídolo Copacabana, Quesintuu y Umantuu
 
El ídolo Copacabana y las sirenas Quesintuu y Umantuu  precedieron en culto religioso y subyacen, de acuerdo con diversas versiones prehispánicas recogidas por la crónica colonial, a la veneración por la Virgen Morena.
En el siglo XVII, los cronistas agustinos Alonso Ramos Gavilán y Antonio de la Calancha dieron cuenta de la aventura de Yupanqui, y su talla potosina en maguey, luego de un intento frustrado en su propio pueblo.
 
Las mitológicas mujeres-peces, aún hoy presentes como imágenes en los lauraques o adornos alargados en las trenzas chipayas y las portadas de iglesias en torno a los lagos y salares del altiplano, estuvieron "sensualmente ligadas al dios Tunupa”, según detalla el jesuita Ludovico Bertonio en su Vocabulario aymara de 1612. Tunupa es relacionado con el fuego, el rayo y el trueno, aunque también a una deidad femenina vinculada al Salar de Uyuni.  
 
Pero la alternativa planteada por Teresa Gisbert desde 1980, en su enorme aporte sobre los mitos indígenas, válida también para tiempos que se remontan a los urus, primeros habitantes preaymaras del eje acuático Titicaca-Poopó-salares que divide el altiplano, es la relación entre las sirenas y el ídolo Copacabana, "dios lacustre que se enseñorea del lago Titicaca”. 
 
El nombre del pueblo se remonta al ídolo hecho de "piedra preciosa” o "gema refulgente” de predominante color azul, según Ramos Gavilán en 1621, cuando describió que "no tenía más que de la figura que un rostro humano, destroncado de pies y manos”,  semejante a Dagón, un dios fenicio con una forma femenina y cola de pez. 
 
Calancha, en 1653, refirió que estaba "a la parte que va a Tiquina” y que "por esta piedra y su Ídolo se llamaba el pueblo de Copacabana lugar o asiento de donde se puede ver la piedra preciosa. A este adoraban por dios de su laguna, por creador de sus peces y dios de sus sensualidades”. 
 
Gisbert propuso que Copacabana es el dios principal del lago, dios acuático, a diferencia de Con Ticcci, deidad personificada en un puma, adorada en la isla Titicaca (o "del sol”, aun ahora). También que el ídolo haya sido dios de los urus. Hace cinco años, tras recibir uno de los notables premios que honran su trayectoria, la historiadora dijo, según rescata el portal Carlos Mesa:
 
"Los españoles destruyeron el ídolo Copacabana y lo tiraron al lago, enterraron los monolitos, quemaron lo que pudieron, y lo que era de metal lo fundieron. Pero los indígenas adoraban a los cerros. ¿Qué podían hacer a los cerros? No podían tirarlos. Entonces los bautizaron. En general, es la Virgen la que está sobre el cerro, como el Sol, la que lo protege. Hay una identificación con el cerro y a través del cerro con la tierra… con la Pachamama”.
 
"Las antiguas costumbres se mezclaron. Es natural que así pasara, nadie estaba dispuesto a abandonar sus antiguos dioses” concluyó Gisbert. Para el contemporáneo agustino Hans van den Berg, rector de la Universidad Católica, el sentimiento de protección es fundamental, según afirmó el año pasado, luego de presentar su estudio sobre Ramos Gavilán: 
 
"Característica psicológica esencial de la cultura aymara es que el ser humano necesita de protección y busca protección. La Pachamama y los Achachilas protegen al pueblo aymara, al igual que a nivel humano los padrinos. Ramos Gavilán ha percibido esto: María es la Madre que protege, que ampara a los que acuden a ella”. 

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