Apenas transcurre Semana Santa en el frecuentado santuario de
Copacabana, sea en marzo o abril, colmada de peregrinos, comienzan los
aprestos para la fiesta de la Cruz, celebrada cada 3 de mayo, cuando
suceden ceremonias y bendiciones.
Ocurre desde hace siglos, quizá milenios.
En el largo feriado católico, el ancestral centro religioso se
aprestaba a recibir en su treintena de hoteles y similar número de
alojamientos y albergues diversos, a unos 4.000 visitantes, más del
doble de la población local.
"Ahora la afluencia será menos que en febrero o agosto, cuando son
las fiestas principales”, refiere la encargada de turismo en este
municipio, Amalia Amaru.
El pasado 2 de febrero, durante la festividad de la Virgen de la
Candelaria, grupos de folkloristas y financiadores de fiesta cerraron
calles durante tres días en derroche de baile y brindis.
Al arribo de los primeros caminantes, Amaru prevé que el grueso
llegará para la procesión y Vía Crucis del Viernes Santo. Pero los
rezagados cruzarán las puertas de la iglesia, incluso la tarde del
Sábado de Gloria o la madrugada de este Domingo de Resurrección,
observa la funcionaria.
El santuario de la Virgen de Copacabana, deudora en vena católica
de la Virgen de la Candelaria, una de las advocaciones marianas
trasladadas a América, no cierra ninguno de los días del año (su
capilla de velas está abierta "siempre”) pero las ceremonias de
veneración se suceden desde hace milenios, según el registro
arqueológico y la investigación histórica sobre el adoratorio nativo.
Junto con la famosa Basílica y los sitios arqueológicos
prehispánicos, el lago Titicaca es el principal destino turístico del
país, tan sólo superado por el Salar de Uyuni
Todo el año
Después de la Candelaria, Semana Santa y del Señor de la Cruz de
Colquepata o Santa Veracruz, el pueblo y sus visitantes celebran en el
solsticio del 21 de junio el Año Nuevo Aymara (ahora "andino amazónico”)
sobre todo en el observatorio solar, pachataqa, indicador preciso del
retorno del sol, también llamado "horca del inca” por su semejanza con
un improvisado cadalso, en el promontorio Kesasani, al lado del cerro
Siroqa, plagado hoy de antenas.
El 5 de agosto se recuerda la entronización de la Virgen de
Copacabana como Reina de Bolivia y para el equinoccio del 21 de
septiembre, al arrancar la primavera en el hemisferio sur, está la
celebración de la Coya Raymi, de reminiscencias femeninas.
Entre octubre y noviembre prosiguen las visitas, no sólo desde la
frontera peruana (hasta 50.000 visitas anuales) por la fiesta en la
colindante población peruana de Yunguyo, sino por el feriado largo de
Todos Santos.
Para el solsticio austral del 21 de diciembre se recuerda el Qapaq
Raymi. Su motivo central era la consolidación de las lluvias del verano y
la iniciación de los jóvenes de élite en el gobierno. Actual patrona y
generala de la Policía, la Virgen también recibe homenajes en el último
mes del año, lo mismo que en los feriados de Navidad, Año Nuevo y
Reyes, ya en enero.
La fiesta mayor, de tres días, es el 2 de febrero, mundialmente
célebre por el día de la Candelaria, una de las advocaciones marianas,
que se honra en medio mundo, desde España a las Filipinas.
Bajo ella comenzó en la temprana Colonia, desde 1583, la devoción
por Nuestra Señora de Copacabana, la Virgen "morena” o simplemente
"india”, una vez que el escultor Francisco Tito Yupanqui, que la había
moldeado el año anterior en Potosí, la llevó a su pueblo originario,
parando en Chuquiabo (La Paz), penúltimo tramo de su largo viaje antes
de su asentamiento en el santuario lacustre.
Este año, el pueblo ostentará nuevamente la entrada de
fraternidades en honor del Señor de Colquepata, con capilla frente al
Santuario y al pie del Calvario (otrora Llalinaco, hoy también
Llallagua).
El ídolo Copacabana, Quesintuu y Umantuu
El ídolo Copacabana y las sirenas Quesintuu y Umantuu precedieron
en culto religioso y subyacen, de acuerdo con diversas versiones
prehispánicas recogidas por la crónica colonial, a la veneración por la
Virgen Morena.
En el siglo XVII, los cronistas agustinos Alonso Ramos Gavilán y
Antonio de la Calancha dieron cuenta de la aventura de Yupanqui, y su
talla potosina en maguey, luego de un intento frustrado en su propio
pueblo.
Las mitológicas mujeres-peces, aún hoy presentes como imágenes en
los lauraques o adornos alargados en las trenzas chipayas y las portadas
de iglesias en torno a los lagos y salares del altiplano, estuvieron
"sensualmente ligadas al dios Tunupa”, según detalla el jesuita Ludovico
Bertonio en su Vocabulario aymara de 1612. Tunupa es relacionado con el
fuego, el rayo y el trueno, aunque también a una deidad femenina
vinculada al Salar de Uyuni.
Pero la alternativa planteada por Teresa Gisbert desde 1980, en su
enorme aporte sobre los mitos indígenas, válida también para tiempos que
se remontan a los urus, primeros habitantes preaymaras del eje acuático
Titicaca-Poopó-salares que divide el altiplano, es la relación entre
las sirenas y el ídolo Copacabana, "dios lacustre que se enseñorea del
lago Titicaca”.
El nombre del pueblo se remonta al ídolo hecho de "piedra preciosa”
o "gema refulgente” de predominante color azul, según Ramos Gavilán en
1621, cuando describió que "no tenía más que de la figura que un rostro
humano, destroncado de pies y manos”, semejante a Dagón, un dios
fenicio con una forma femenina y cola de pez.
Calancha, en 1653, refirió que estaba "a la parte que va a Tiquina”
y que "por esta piedra y su Ídolo se llamaba el pueblo de Copacabana
lugar o asiento de donde se puede ver la piedra preciosa. A este
adoraban por dios de su laguna, por creador de sus peces y dios de sus
sensualidades”.
Gisbert propuso que Copacabana es el dios principal del lago, dios
acuático, a diferencia de Con Ticcci, deidad personificada en un puma,
adorada en la isla Titicaca (o "del sol”, aun ahora). También que el
ídolo haya sido dios de los urus. Hace cinco años, tras recibir uno de
los notables premios que honran su trayectoria, la historiadora dijo,
según rescata el portal Carlos Mesa:
"Los españoles destruyeron el ídolo Copacabana y lo tiraron al
lago, enterraron los monolitos, quemaron lo que pudieron, y lo que era
de metal lo fundieron. Pero los indígenas adoraban a los cerros. ¿Qué
podían hacer a los cerros? No podían tirarlos. Entonces los bautizaron.
En general, es la Virgen la que está sobre el cerro, como el Sol, la que
lo protege. Hay una identificación con el cerro y a través del cerro
con la tierra… con la Pachamama”.
"Las antiguas costumbres se mezclaron. Es natural que así pasara,
nadie estaba dispuesto a abandonar sus antiguos dioses” concluyó
Gisbert. Para el contemporáneo agustino Hans van den Berg, rector de la
Universidad Católica, el sentimiento de protección es fundamental, según
afirmó el año pasado, luego de presentar su estudio sobre Ramos
Gavilán:
"Característica psicológica esencial de la cultura aymara es que el
ser humano necesita de protección y busca protección. La Pachamama y
los Achachilas protegen al pueblo aymara, al igual que a nivel humano
los padrinos. Ramos Gavilán ha percibido esto: María es la Madre que
protege, que ampara a los que acuden a ella”.
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