A la cabeza del imperio estaba el Sapa Inca, dueño de todas las personas y tierras del Tawantinsuyo. Tenía un poder absoluto y su enorme autoridad se veía reforzada por la idea de su divinidad. Si alguien se le acercaba, debía ir descalzo y con una carga simbólica en la espalda, como signo de humildad.
Era jefe del ejército, que estaba formado por soldados profesionales y también por los hombres mayores de 18 años, que debían cumplir con el servicio militar por turnos. Los altos mandos estaban en manos de los nobles del Cuzco y las unidades correspondían a las diferentes etnias. Cuando fallecía un guerrero, su etnia debía enviar un reemplazante.
Parte de las estrategias utilizadas por los incas para someter a otros pueblos, luego de enfrentamientos militares, era establecer alianzas matrimoniales entre los caciques locales y las hijas o concubinas del inca a modo de crear lazos que permitieran la pacífica ocupación. También era habitual que el cacique entregara a sus hijas al Inca, las que se enviaban directamente al Cuzco para formar parte de su harén.
Nobleza de Sangre
o Panacas
Los panacas eran linajes de descendientes directos de un inca reinante, excluyendo el sucesor. Estas panacas reales formaban la élite cuzqueña.
Nobleza de Privilegio
Los jefes locales o curacas de territorios anexados al imperio y a quienes el Sapa Inca había confirmado en sus cargos. Los curacas juraban fidelidad al emperador y cada cierto tiempo iban al Cuzco a rendirle cuentas. Generalmente sus hijos se educaban en la capital y así, cuando volvían a su localidad y asumían como curacas, podían difundir la cultura inca.
Hatun Runas
Eran el grueso de la población que iniciaba su servicio al estado con la mayoría de edad, de ahí su significado «hombre mayor». Eran la población común del imperio incaico que estaban dedicados a las actividades de ganadería, agricultura, pesca y artesanía; eran la fuerza de trabajo. Se podía disponer de ellos para servir en el ejército y trabajar las tierras del Estado, también podían ser nombrados «mitmaqkuna» o «yana».
Hasta antes de casarse, los padres eran los que designaban el trabajo a sus hijos. A partir del matrimonio los «hatun runa» debían prestaciones al estado para toda su vida. Pero antes de eso los niños iban teniendo obligaciones menores que iban incrementando en responsabilidad con la edad.
Mitmaes o Mitmaqkuna
Fueron pobladores que eran trasladados a otras regiones junto con sus familias y bajo el mando de su jefe étnico, estas poblaciones permanecían en territorios alejados por un tiempo determinado cumpliendo tareas asignadas por el estado o por sus mismos jefes.
Se trataba de poblaciones trasplantadas con el objetivo de producir bienes que luego serían redistribuidos. En algunos casos la población era trasladada como muestra de confianza y en otros como castigo; la diferencia radicaba en las condiciones de vida de unos y otros (castigados y premiados).
Yanakunas
o yanaconas
Los «yanakuna» o simplemente yanas, son un grupo poblacional difícil de definir en tanto que eran poblaciones extraídas de su grupo étnico para labores específicas. Básicamente los «yanakuna» fueron población escogida por sus habilidades para prestar un servicio especial, se documentan grupos yanakuna llevados desde Chan Chan al Cuzco para sus servicios metalúrgicos, así como grupos Cañaris trasladados al valle de Yucay para el cultivo del maíz. En el caso de la producción maicera de los cañaris de Yucay, sirvió para la alimentación directa de las panacas cuzqueñas.
Según algunos relatos los «yanas» fueron la población que se rebeló y a la que se le perdonó su vida a cambio de servir perpetuamente al soberano incaico. Los primeros europeos identificaron a los «yanas» como poblaciones sin derechos, comparándolos con la concepción de esclavos que existía en la Europa de aquellos años.
Piñakunas
Algunos estudiosos los identifican como esclavos, se menciona que los «pinakuna» fueron prisioneros de guerra y ocupaban un nivel inferior en la escala incaica. Quien la institucionalizó fue Huayna Capac; a partir de este periodo todo aquel prisionero de guerra que no admitía su derrota pasaba a formar parte de los «piñakunas». Así sucedió con algunos grupos de pastos, carangues (Carangas), cayambes, quitos, cañaris y chachas.
La situación de los «piñacunas» fue extensiva para sus parejas e hijos, quedando como propiedad del estado incaico, enviándolos a trabajar en zonas de difícil acceso.
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