Gracias a las Memorias del General Francis Burdett O´Connor, Jefe de Estado Mayor del Ejército Libertador, podemos saber de buena tinta muchos entretelones de los hechos que se sucedieron para hacer del Alto Perú colonial la República de Bolivia. Uno de los más singulares tal vez, es que O´Connor haya sido proclamado por Antonio José de Sucre y sus generales, “Fundador de la nueva República”. Pero, ¿cuáles fueron las razones que impulsaron a los libertadores dar a un irlandés tan alto y singular homenaje?
Luego del triunfo en Ayacucho, el grueso del ejército libertador se trasladó a Cuzco, donde O´Connor recibió la instrucción del general Sucre de acompañarlo a proseguir la campaña libertaria, ahora en el Alto Perú, en enero de 1825. Al salir de Cuzco recibieron la inesperada visita del doctor chuquisaqueño Casimiro Olañeta, quien había desertado de las filas de su tío, el general Pedro Antonio Olañeta, último jefe militar español que resistía en el Alto Perú y que el 4 de enero acusó al derrotado virrey La Serna de traición e incapacidad, por haber capitulado en Ayacucho.
El personaje no era desconocido para Sucre, de quien había recibido dos cartas; en la primera le expresaba sus más altos sentimientos patrióticos y su ansiedad de reunirse con el vencedor de Ayacucho. La segunda misiva, que Olañeta la marcó como “confidencial”, muestra al hábil e inescrupuloso político que demostró ser, pues en ella afirma que fue él quien convenció a su tío para que se no se pusiese a órdenes del Virrey antes de Ayacucho, debilitando así al ejército realista; luego, describe las debilidades de su ejército, incitando a Sucre a cruzar el Desaguadero, pues la resistencia esperada sería débil. El Mariscal de Ayacucho quedó muy impresionado con Olañeta, por la capacidad verbal y simpatía que desplegaba, haciendo caso omiso de las prevenciones que contra él le hicieron llegar los generales Alvarado y Lanza. Recién tres años después, y en circunstancias muy dolorosas, que le costaron la presidencia de Bolivia y casi la vida, se daría cuenta de su error de apreciación.
Aún antes de Ayacucho, Casimiro Olañeta buscaba hacer del Alto Perú una República independiente y en la que él tendría un rol de primera importancia, tanto en su gestación como en su posterior administración. Para ello jugó sus cartas con suma habilidad, enfrentando a los dos personajes que más podían influir para tomar la decisión que le convenía. Por un lado, escribió al general Arenales, Gobernador de Salta, ofreciéndose a trabajar porque se imponga la hegemonía de la Argentina en detrimento de la Bolivariana; por otro lado, decía a Sucre lo contrario. El hecho de presentarse ante este último demuestra que intuía cuál habría de imponerse.
El 9 de febrero, dos días después de su ingreso triunfal en La Paz, Sucre emitió el famoso decreto que aclaraba que la llegada del ejército libertador tenía como propósito liberar a las provincias de la Audiencia de Charcas del dominio español, pero no interferir en sus asuntos internos, por lo que la autoridad de su ejército se extendería sólo hasta que una asamblea legalmente elegida refrendara lo que las provincias quisieran, destacando, empero, que cualquier resolución debería basarse en entendimientos con los Gobiernos del Bajo Perú y de las Provincias Unidas. Catorce años después, Casimiro Olañeta afirmaba que al cruzar el Desaguadero “…yo inspiré al gran filósofo y mariscal Sucre, la idea de la independencia de las provincias del Alto Perú y la fundación de una nueva República, la cual debería ser llamada Boliviana por la Asamblea Deliberante”. A pesar del criterio contrario de muchos historiadores, nuevos hallazgos documentales desmienten esta afirmación, dando a Sucre la paternidad única del decreto.
En La Paz, Casimiro Olañeta siguió intrigando, tanto para debilitar a su tío como para crear conciencia entre las personalidades más representativas para que proclamen el deseo altoperuano de ser República independiente. Cuando salen de La Paz el 12 de marzo, Sucre y O´Connor saben que la posición del general Olañeta se ha debilitado a raíz de varias deserciones, por lo que debe presentársele batalla, así la asamblea convocada podría deliberar sin temor a un ejército español aún activo.
El 18 de marzo, el ejército libertador se encontraba en Challapata, donde Sucre y Olañeta dejan a O´Connor con la labor de integrar a nuevas unidades altoperuanas, para luego encontrarse dos días después en Condocondo, donde se decidiría la mejor forma de enfrentar al ejército realista. Camino a Condocondo, Olañeta y Sucre tienen una seria conversación sobre el futuro de la Audiencia de Charcas; el doctor chuquisaqueño insiste que era deseo de sus habitantes ser República independiente, instando al Mariscal de Ayacucho que interviniera personalmente en la futura asamblea y pusiera su prestigio al servicio de esta aspiración, incluso usando al ejército libertador para oponerse a los alegatos del Bajo Perú y de la Argentina. Sucre se mantuvo en lo expresado en su decreto, dejando preocupado a Olañeta, pues sabía que otros intereses, contrarios a los suyos, podrían prevalecer con apoyo de recursos venidos de afuera.
Apenas terminó de escuchar al Mariscal, Olañeta tomó una audaz decisión. Volvió grupas, se encaminó hacia Challapata y dio alcance a O´Connor, refiriéndole lo conversado con Sucre, para luego pedirle su opinión sobre si convendría más unirse al Bajo Perú o a la República Argentina. O´Connor, sin sospechar las verdaderas intenciones de su interlocutor, le respondió que él se había preocupado de informarse de su historia y recursos geográficos, afirmando enfáticamente: “Si este país del Alto Perú ofrece tantos recursos más adelante…como se encuentra desde el abra de Santa Rosa, que entiendo ser su verdadera demarcación por el norte, yo no veo por qué razón tenga necesidad de agregarse ni al Bajo Perú ni a la República Argentina”.
La reacción de su interlocutor dejó sorprendido a O´Connor: “El Doctor Olañeta no me dio tiempo de explicarle más; picó su caballo y se fue a galope tendido en alcance del general Sucre. Por la noche llegué a Condocondo, acuartelé los cuerpos de mi división y luego me dirigí al alojamiento del general Sucre a darle parte de la llegada sin novedad de la división. Entré, pero antes de hablarle, todos los que allí se encontraban, se levantaron de sus asientos y se dirigieron a abrazarme, llamándome a una voz: Fundador de la Nueva República”.
Si bien O´Connor no tomó demasiado en serio esa expresión, para Olañeta fue un triunfo, pues demostró que tenía la capacidad de influir sobre quienes rodeaban a Sucre y, así hacerle pensar que si personajes de su confianza, que no tenían ningún interés particular por el futuro del Alto Perú, creían honradamente en que lo mejor sería hacer de este territorio una República independiente, esta idea debería ser tomada muy en serio.
El primero de abril moría el general Pedro Olañeta en la batalla de Tumusla, acabando así la presencia militar española en Sudamérica. La asamblea constituyente se instaló finalmente el 10 de julio en Chuquisaca (días antes y para demostrar que no quería influir en sus decisiones, Sucre y su ejército se replegaron a Cochabamba), proclamando la independencia del Alto Perú el 6 de agosto, luego de intensos debates, en su abrumadora mayoría a favor de esta postura y con decisivas intervenciones de Casimiro Olañeta.
En años posteriores, O´Connor sirvió con desinterés y distinción al ejército en diversas oportunidades, retirándose de él a la caída de Andrés de Santa Cruz (1839), contrariado por la traición que sufrió éste por parte de varios políticos bolivianos, inducidos por Olañeta.
Durante su actuación pública y aún en su retiro, nunca O´Connor pretendió ser llamado el inspirador y menos “fundador” de Bolivia. Sobre ese suceso, en sus Memorias afirma: “Ahora yo no sé, francamente, si ésta fue en realidad la primera vez que se pensaba en formar de las provincias del Alto Perú una República independiente y soberana. No hago aquí más que referir simplemente mi conversación de aquel día con Olañeta y el incidente de esa noche en Condocondo”.
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lunes, 1 de agosto de 2016
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