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jueves, 13 de octubre de 2022

El mundo indígena - La mita pre-toledana

Las cargas laborales que debían cumplir los indígenas en forma obligatoria se asociaban con el concepto de la mita o turno rotativo. Existieron diferentes tipos de mita y la más importante era la de las minas del Porco y Potosí. Desde la entrega a los españoles de Porco, los mallkus les concedieron los primeros mitayos que inmediatamente empezaron a trabajar las minas de plata registrados en los chinu y los quipus, sistemas mnemotécnicos aymara e inca. Posteriormente, los encomenderos que relevaron a los hermanos Pizarro también mantuvieron un número consistente de mitayos en las minas y obtenían una renta por el trabajo de los indios en las minas y en la villa de Potosí. La entrega de las minas de Potosí trajo graves consecuencias para muchas comunidades indígenas, puesto que los encomenderos enviaron sus trabajadores indígenas con la obligación de traer de vuelta una cantidad de metal. Además, el desarrollo de Potosí se basaba en la inclusión de las economías indígenas en las redes de circulación de este espacio económico. Los grupos aymaras lupacas, pacajes y canas que proporcionaban la mano de obra (chacaneadores) a Potosí poseían también amplios recursos ganaderos utilizados para el trajín de los productos.

Con la “entrega” de Potosí se produjo “una auténtica avalancha de gente de toda condición y capacidad” (Barnadas, 1973) hacia el Cerro Rico, incluidos los indios de las encomiendas de todas partes del Perú: La Paz, Arequipa, Cusco, Huamanga, Lima, Huánuco, Trujillo e incluso Chachapoyas. Aquello fue posible gracias a la política de tolerancia desarrollada por La Gasca y las retasas promovidas por el virrey Cañete, anteriormente suspendidas por el alzamiento de Hernández Girón. Cuando La Gasca intentó limitar los servicios personales, esta política habría sido perjudicial a los tributarios mismos que, acostumbrados a la mita prehispánica, empezaron a pagar su tributo con la plata de los yacimientos existentes en su territorio (Platt et al., 2006). Es decir que se mantuvieron formas de circulación prehispánica que proporcionaban los indios a los encomenderos y a los mallkus: la prestación de trabajo fue una de ellas. Sin embargo, como ésta fue formalmente prohibida a partir de las reformas de La Gasca, los nuevos encomenderos llegaron a un acuerdo con los caciques sobre qué servicios personales no se iba a registrar en los chinu. Los investigadores han mostrado que los indígenas de la confederación caracara-charcas se preparaban para la mita como si continuaran prestando servicio al Inca, como partiendo a la guerra: por ello, cuando salían de sus comunidades, no lo hacían solo con sus alimentos, sus mujeres y sus llamas, sino también con atuendos de guerra, como los tocados con plumas.

No obstante, las autoridades coloniales estaban empeñadas en terminar con las obligaciones laborales y con el envío de los indios a Potosí. En julio de 1551, se dictó una provisión que ordenaba al Licenciado Polo de Ondegardo la realización de una encuesta para conocer la cantidad de indios de encomienda que trabajaban como mitayos cumpliendo labores de forma gratuita para poder pagar la tasa. La misma provisión, aún antes de conocer los resultados, dictaminaba el retorno de los indios que trabajaban en Potosí. Los resultados arrojaron la presencia de indios de 22 encomiendas de La Paz, La Plata, Cusco que estaban al servicio de 130 encomenderos. 75% de los encomenderos paceños habían llevado a sus indios a Potosí (Barnadas, 1973). Se calcula que en la Villa Imperial se encontraban cerca de 5.000 trabajadores mitayos acompañados de sus familias, subiendo el número de esta población hasta 20.000 o 25.000 personas. A su vez, Polo de Ondegardo reveló que algunos grupos como los lupacas o sus caciques también sacaban provecho del trabajo y comercio en esta ciudad.

Los servicios personales también eran utilizados para el trabajo en los obrajes que poseían encomenderos como Juan de Rivas y Hernando Chirinos, en La Paz, o Gabriel Paniagua, en Mizque. Pero fueron sobre todo destinados al trabajo agrícola a lo largo y ancho del territorio de la Audiencia de Charcas para satisfacer la creciente demanda de productos para los centros urbanos o mineros. El producto que obtuvo una creciente demanda era la hoja de coca producida en varios lugares como los valles de los Yungas de Pocona y Totora en Cochabamba, y los Yungas de La Paz. Según Mercedes del Río (2010), la encomienda de Pocona fue una de las más rentables en Charcas, y su población fue repartida entre varios encomenderos. Schramm sugiere que los españoles sintieron “fascinación” por las tierras de Pocona y Mizque por las “excelentes condiciones para la agricultura y la ganadería, sino también por las plantaciones de coca” (Schramm, 2012: 49). El mismo autor asegura que:

… en la época del descubrimiento de las minas de plata en Potosí, una canasta se vendía por lo menos en 14 y máximo en 20 pesos, de manera que tan sólo el impuesto sobre la coca aseguraba a los encomenderos un ingreso de entre 158 000 y 240 000 pesos…entendemos la preferencia por los repartimientos que tenía plantaciones de coca en los Yungas. Y como los compradores de la coca eran, más que todo, indígenas, los encomenderos sacaban doble ventaja de su entorno indígena: productores y consumidores fueron la base para sus enormes riquezas (Schramm, 2012: 54).

En los Yungas de La Paz, la encomienda de Songo, Suri y Oyuni fue primero otorgada a Gabriel de Rojas y, después de las guerras civiles, a Alonso de Mendoza (1549-1550) por un breve período y luego a Alonso de Alvarado (1550 a 1555) y a sus herederos: allí también, el producto principal era la hoja de coca. Los numerosos estudios realizados sobre esta encomienda (Rostworowski, 1983; Tranchand, 1985; Murra, 1991) se han enfocado en diversos temas relacionados con la población indígena, la tasación y el impacto de las reformas de La Gasca.

La producción de la coca y de otros productos destinados al mercado, realizada en el marco de las encomiendas, fue indudablemente una base económica para los encomenderos. Por tanto, las modificaciones que resultaron de la implementación de la retasa podían afectar su bienestar económico. Por esta razón, en enero de 1553, los vecinos paceños presentaron una petición ante la Audiencia de Lima donde expresaron su oposición a la supresión de los servicios personales, argumentando que los necesitaban en el servicio de sus casas y en las actividades de transporte de productos a Potosí (Assadourian, 1988). A pesar que los vecinos paceños no lograron su propósito por la vía legal, lograron evadir las medidas en contra de los servicios personales promovidas por La Gasca, excediendo los límites impuestos por la tasa, obligando a los indios a cultivar más productos de los permitidos o simplemente evitar el registro de los productos en las listas de la tributación. Así, la tasa de coca de la encomienda de Alonso de Alvarado aparentemente fue reducida en 26% en comparación con la tributación que recibió el encomendero anterior; sin embargo, hubo otros productos con “una imposición extra-tasa” como lo califica Percovich (2010).

Y si las autoridades coloniales no lograron suprimir los servicios personales a la fuerza o por la persuasión, los indígenas empezaron a utilizar sus propias estrategias como fugar hacia sus enclaves étnicos y a las zonas de los valles orientales donde se convertían en yanaconas, empleándose al servicio de los chacareros dedicados al cultivo de los productos destinados al mercado potosino. Otra salida importante fue el asentamiento de los indígenas como yanaconas en las áreas urbanas y, sobre todo, en Potosí donde lograron obtener una categoría mayor que mitayos y mingas que, siendo libres, cumplían labores en las minas donde eran contratados por los dueños de minas e ingenios.

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