Mientras se mantenía la resistencia inca en Vilcabamba,
en los años 1560, en los confines de los
territorios conquistados por la Corona en el Perú
surgieron otros focos de resistencia al régimen. Se
trata de las “acciones conspirativas” en el valle de
Jauja vinculadas, según el gobernador Lope de
Castro, con el foco rebelde incaico. Por otro lado,
al sur de Charcas, en la provincia de Tucumán,
en el territorio de diaguitas y juries, a principios
del año 1563, el curaca superior de los diaguitas,
Juan Calchaquí, cercó y destruyó un puesto de
avanzada española denominado Espíritu Santo.
La rebelión se extendió por todo el territorio
sureño, puesto que Calchaquí logró organizar
una confederación militar cuyos integrantes llegaron
ser los guerreros de varios grupos étnicos.
Calchaquí intentó levantar a los curacas de los
Charcas contra los españoles, pero su intentó
fracasó. Según las autoridades de la audiencia,
logró establecer contactos con los chiriguanos
quienes, intensificaron sus ataques contra las
tropas de Manso y Chaves en 1564 (Schramm,
2012). Es posible, de acuerdo a este autor, que la
alianza entre Calchaquí y los chiriguanos impidió
que curacas de la antigua confederación de los
charcas que “tradicionalmente eran enemigos de
los chiriguanos” se unieran a los rebeldes; éstos
recién fueron derrotados en 1566 por las tropas
enviadas por la Audiencia de La Plata encabezadas
por Martín de Almendras.
Schramm califica la resistencia de Mancu
Capac en Vilcabamba o del cacique Calchaquí en
Tucumán como “el peligro desde las periferias”.
Añade que se lo puede explicar con la menor
presencia ahí del aparato colonial de control y de
represión, pero también desde el punto de vista
de los conceptos andinos como pachakuti que
refleja la experiencia histórica. Pachakuti pudo
haber causado una acción política con la que se
esperaba, desde la periferia, llegar hasta el centro
y, de acuerdo a los conceptos andinos, la periferia
por excelencia era el Antisuyu de la pendiente
amazónica, que ya durante el Tawantinsuyu se
había opuesto consecutivamente a cualquier
intento de civilización (Schramm, 2012: 280).
Por otro lado, Oliveto (2010: 58) opina
que la presunta alianza de los chiriguanos con
Calchaquí produjo temor acerca de un posible
avance chiriguano hasta Potosí y “las referencias
sobre ellos pasan de ser meramente geográficas
a abiertamente condenatorias”, lo que se puede
interpretar como la preparación de un programa
de expansión colonizadora sobre la frontera. En
base a esta idea se organizó el proyecto colonizador,
aún cuando paralelamente se sostuvieron
relaciones de intercambio de diversa índole y
frecuencia con estos mismos grupos indígenas.
En el marco de este proyecto, los españoles se
arrogaron el derecho de nombrar y asignar roles
-enemigos o amigos- y modos de ser -salvajes o
civilizados, infieles o fieles, indómitos o dócilesa
los indígenas (Oliveto, 2010: 58).
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