El rápido enriquecimiento de los encomenderos
en la etapa de apogeo de las encomiendas se produjo
gracias al cobro del tributo en especies y al
servicio personal de los indígenas. La población
indígena, como vasalla del Rey, tenía la obligación
de pagar una cuota o tasa (en bienes, servicio o
más tarde en dinero) de cada repartimiento.
En el siglo XVI se vislumbran tres etapas en
la política tributaria. Hasta 1548, el tributo se
cobraba en forma desordenada, sin tasación, por
medio de la coacción y la negociación del monto
tributario con los señores étnicos. A partir de la
visita ordenada por el presidente La Gasca en 1550
para lograr la cuantificación del tributo, se aplicó
una tasación general a la renta de la encomienda.
En esta oportunidad, se efectuaron varias retasas
y conmutaciones tributarias que permitieron de
alguna manera controlar el poder de los encomenderos.
Esta etapa duró hasta 1575, cuando el virrey
Toledo generalizó la monetarización del tributo.
Durante la primera etapa, los españoles que
habían participado en las guerras de conquista
y luego en las guerras civiles recibieron de la
población nativa la tributación en especie y parcialmente
en dinero. El problema de la tasación
de los tributos preocupaba a los partidarios de
Bartolomé de Las Casas y a la propia Corona que
buscaban limitar los excesos en el tema del cobro
de los tributos, estableciendo un monto fijo para
superar el sistema fiscal incaico. El sistema incaico
contemplaba el establecimiento del monto fijo
de tributo para cada grupo, pero también incluía
una amplia gama de especies que no se producían
necesariamente en cada repartimiento, lo que
obligaba a obtener estos productos por la vía del
intercambio. Otra parte de los tributos incaicos
era contabilizada en servicios personales o en el
trabajo, lo que variaba de un año a otro.
Algunos historiadores ven esta primera etapa
como la continuación del “orden” incaico, puesto
que, al igual que el Inca, cada encomendero
recibía las especies de cada grupo en las encomiendas.
Además, en el caso de los miembros de
la confederación caracara - charcas, éstos trabajaban
para sus amos como mineros, guerreros
y agricultores. Así, el viaje del cacique Coysara
a Chile para acompañar a Pedro de Valdivia en
su expedición en 1540 fue considerado como un
servicio militar a los conquistadores (Platt et al.,
2006). La principal fuente de ingresos de Gonzalo
Pizarro durante los cuatro años de rebelión fue
su encomienda entre los caracara, encabezada
por el mallku Moroco, que le permitía explotar
las minas de su territorio. Asimismo, Francisco
de Carvajal, maestre de campo de Gonzalo Pizarro,
se apropió violentamente de la encomienda
de Paria durante el tiempo que duró la rebelión
en Charcas, recibiendo de la población indígena
maíz, ganado, ropa y servicios en las minas, lo
que le sirvió para subvencionar las guerras civiles.
Para obtener la tasa de los indígenas, era frecuente
que los encomenderos recurrieran al uso
de la violencia. En el testimonio del cacique principal
de Songo (La Paz), Martín Coati, el testigo
declara que escuchaba que su padre hablaba de
un cobrador de tributos del encomendero Gabriel
de Rojas quién “los hacía colgar a los dichos caciques
y les hacía otras molestias y vejaciones muy
grandes y les hacía buscar el dicho oro y plata”
(citado en Murra, 1991: 505). El repartimiento
de Songo que, junto a Suri y Oyuni, fue otorgado
a Gabriel de Rojas por Francisco Pizarro, rendía
tributo a los Incas en la época prehispánica.
Si se considera que se entregaba 275 cestos
de coca al año al Inca, Murra concluye que la
cantidad exigida por el encomendero aumentó
en 880% puesto que Rojas exigía 2.700 cestos a
los indígenas.
Por otro lado, los encomenderos desconocían
las características específicas de la organización
económica de la zona, como el control por un
mismo grupo de distintos nichos ecológicos, según
el sistema de complementariedades interregionales
y las condiciones climáticas cambiantes.
Los encomenderos deseaban recibir una variedad
de productos, sin tomar en cuenta particularidades:
por ejemplo, que los animales hembras, base
de la reproducción de los rebaños, no formaban
parte del tributo ganadero. El saqueo y la explotación
de los recursos, sobre todo en los primeros
años luego de las guerras civiles, con el fin de
recuperar parcialmente los gastos que tuvieron,
socavaron las bases de la reproducción de riqueza,
recayendo sobre la población nativa.
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