En esta primera etapa, no hubo un proyecto global
de la Iglesia y la primera evangelización (1532-
1583) estuvo en manos de las órdenes religiosas:
dominicos, mercedarios, franciscanos y agustinos.
Cada una de ellas tenía sus propios reglamentos,
métodos de evangelización y prioridades respecto a
la doctrina, lo que influía en el proceso de evangelización
y el adoctrinamiento de los indios que se
encontraban agrupados en distintas encomiendas.
En estos años, el trabajo misional estuvo ligado
al sistema de encomiendas y los encomenderos
estaban obligados a amparar a un misionero, sea
éste sacerdote secular o fraile residente en la encomienda.
En las numerosas memorias de distintas
órdenes religiosas, se constata un marcado interés en aparecer como los primeros evangelizadores del
Nuevo Mundo. Lo cierto es que los dominicos,
franciscanos, mercedarios fueron llegando paulatinamente
antes de que lleguen los miembros del
clero secular. Estos religiosos ingresaron al territorio
de la Nuevo Toledo por distintos caminos
y se instalaron en diversos puntos: los dominicos
y franciscanos se ubicaron en las orillas del lago
Titicaca, en tanto que los mercedarios que llegaron
por el Río de La Plata y el Paraguay, penetraron
en las regiones del Chaco.
Los dominicos se destacaron en los primeros
años de la conquista del Perú: Francisco Pizarro
estuvo acompañado por el dominico fray Vicente
Valverde cuya actuación en Cajamarca pasó a la
historia. Valverde estuvo en Cajamarca durante los
ocho meses en que Atahuallpa permaneció preso.
En 1535, Valverde volvió a España donde permaneció
durante tres años. La reina Juana recomendó
su nombre al Papa para que fuese nombrado
primer obispo del Cusco en agradeciendo por sus
servicios. Desde 1538, bajo el poder de fray Vicente
Valverde se encontraba un enorme territorio que
se extendía a lo largo de toda América del Sur, con
excepción de las colonias portugueses.
En esta época, gracias al apoyo que dieron a
Francisco Pizarro, los dominicos obtuvieron, para
su iglesia y convento en el Cusco, nada menos que
el que había sido el principal templo incaico, el
famoso Coricancha. En 1534, los predicadores
ya contaban con cuatro centros de evangelización:
San Miguel de Piura, Jauja, Cajamarca y
el Cusco, donde trabajaban quince religiosos.
Ellos fundaron una primera provincia, es decir
su propia unidad administrativa, en 1540. Su
primer provincial, y más tarde primer obispo de
Lima, fue fray Jerónimo de Loayza, hermano de
fray García de Loayza, cardenal y presidente del
Consejo de Indias. A la llegada del virrey Toledo,
en la década de 1570, se había fundado muchas
escuelas para hijos de caciques. La orden de los
predicadores había erigido 18 conventos ubicados
en una región que iba desde Quito, Lima, Arequipa,
Cusco, Chucuito, La Plata y Tucumán. Los
dominicos fueron los primeros misioneros que se
ubicaron en las orillas del Lago Titicaca donde
establecieron doctrinas y conventos, por ejemplo,
en Copacabana, Pomata, Juli, Zepita, Yunguyo.
En la Villa Imperial de Potosí fundaron un convento
para varones en 1547 con la cooperación
del corregidor Pedro de Hinojosa.
Posteriormente, llegaron religiosos de otras
órdenes regulares. Los franciscanos tuvieron un
rol importante en el período de “descubrimiento”
por Cristóbal Colón pues los representantes de
esta orden estuvieron presentes cuando éste trató
de conseguir apoyo para buscar un camino a la India.
Fue un fraile franciscano, fray Juan Pérez de
Marchena, confesor de la reina Isabel de Castilla,
que consiguió que los Reyes Católicos apoyasen
al almirante. También llegaron en 1500 a la isla
La Española. Fueron los primeros evangelizadores
en las islas del Caribe, la América Central
y México y fray Marcos de Niza fue el primer
franciscano que llegó al Perú. Los hermanos de
San Francisco conformaban la orden que más
frailes tenía dentro de la Iglesia y todo el orbe
fue dividida en 103 provincias. La provincia de la
América del Sur, la de los Doce Apóstoles fundada
en 1553, se subdividió en cinco en 1565: Perú,
Santa Fe, Chile, Quito y San Antonio de Charcas.
El padre Francisco de los Ángeles Morales
fue uno de los doce franciscanos que llegaron
al Perú. En 1539, los franciscanos se establecieron
en el valle de Chuquiago (La Paz) y allí edificaron una capilla para el ejercicio del
culto, En 1540, establecieron una iglesia y un
convento de Chuquisaca. Posiblemente fueron
los franciscanos quienes bautizaron al mallku
Guarache como Juan Colque Guarachi que
participó con Perazúrez en la fundación de la
villa de La Plata (Graña, 2001). Luego fundaron
conventos en Potosí (1547) y La Paz (1549) y
más tarde, en Misque y Cochabamba, Oruro,
Tarija y Arica.
En 1551, llegaron al Perú doce padres
agustinos desde Castilla para incorporarse a las
filas de los misioneros que ingresaron a Charcas
pues el emperador Carlos V, que admiraba su
labor en México, pidió que esta orden enviara
sus religiosos al Perú. A Charcas llegaron por
solicitud de Lorenzo Aldana para evangelizar a
los indígenas de su encomienda Paría -Capinota
donde fundaron, en 1559, los primeros conventos
en Challacollo, Toledo (Oruro) y Capinota (Cochabamba).
Su labor evangelizadora y doctrinal
se desenvolvió en el altiplano paceño y orureño
y en los valles de Cochabamba, Chuquisaca y
Tarija. Su preocupación por la evangelización
de los indígenas se extendió más tarde a otros
lugares de difícil acceso, como el norte de La Paz.
El religioso Daniel Ortíz estuvo adoctrinando
a los indios de Yanacachi, en los Yungas de La
Paz, en 1552. El punto de su actividad pastoral
estuvo en las ciudades de La Paz, Oruro, Potosí,
Cochabamba, La Plata y Tarija y una de sus obras
más importantes ha sido, sin duda, el Santuario
de Copacabana.
Junto con Francisco Pizarro llegaron representantes
de varias órdenes religiosas, entre ellos,
los de la Orden de la Merced. Uno de seis de sus
miembros, Sebastián de Trujillo, fue su confesor.
En 1537, fundó el convento del Cusco y luego
se internó al territorio de Charcas. En 1540, los
sacerdotes Juan Calderón de Rojas y Pedro Sánchez
Bernal adoctrinaron a los indios de Pucarani
(La Paz) y en 1549, el mercedario Sebastián de
Trujillo Castañeda hizo la mismo labor en los
valles de Sapahaqui y Caracato (La Paz). Dos años
más tarde fundaron conventos en las ciudades de
La Plata y de La Paz y en 1555, otro en Potosí.
Paralelamente a la llegada de los mercedarios por el norte, otros religiosos de la misma orden, Juan
de Salazar y Juan de Almadía, penetraron por el
sur hacia el territorio de los guaraníes y los habitantes
de las regiones orientales. Posteriormente,
Cristóbal de Albarrán, junto a los conquistadores
Juan de Ayolas, Álvar Nuñez Cabeza de Vaca y
Ñuflo de Chaves recorrieron la región.
Todas estas órdenes y la iglesia secular
estaban dedicadas a evangelizar a la población
autóctona. Para ello, fueron a los pueblos y las
doctrinas: allí, un sacerdote tenía que catequizar
tanto a los adultos como a los niños, administrar
los sacramentos y enseñar los fundamentos de la
doctrina cristiana. Es menester entender que el
catolicismo no representó un cuerpo inalterable
de dogmas y creencias y la religión enseñada fue
fragmentaria, heterogénea, cambiante y adaptada
a las nuevas exigencias y circunstancias. Esta complejidad
del discurso doctrinal fue obstaculizada
por la superposición de distintas versiones, las
tensiones y distintos proyectos políticos dentro
de la Iglesia, construyéndose de esta manera el
cristianismo indígena (Estenssoro, 2003).
En estos años, circularon varias publicaciones
destinadas a la catequesis: eran catecismos
como la Instrucción que se ha de tener en la doctrina
de los naturales (1545), el Primer Concilio Limense
(1552), Plática para todos los indios (redactada antes
de 1555), Confesión general para los indios (1555),
los dos últimos escritos en quechua. Jerónimo
de Loayza, primer obispo de Lima, promulgó en
1545 una Instrucción para la evangelización en forma
de catecismo breve dirigido a los religiosos para
llegar a tener una matriz común de evangelización.
A pesar de esta normatividad, en el virreinato
proliferaron los catecismos “divergentes y hasta
contrapuestos” (Estenssoro, 2003) y, para excluir
las contradicciones en 1549, se elaboró una nueva
versión del documento. Durante el Primer Concilio
Limense que tuvo lugar desde octubre de 1551
hasta el enero de 1552, esta versión fue adoptada
como texto oficial de las normas pastorales universales
o catecismo único para los territorios
del virreinato del Perú. En esta oportunidad se
produjeron arduos debates entre los sacerdotes
y frailes que intentaron defender sus posiciones
pero, finalmente, se impuso el modelo único apoyado,
además, por el rey que ordenó poner fin a las
discordias en el seno de la Iglesia. Se promulgaron
penas por las prácticas “paganas” que consistían
en el corte de cabello y la pena de cincuenta
azotes por primera vez, cien por la segunda, diez
días de cárcel y la tercera era considerada “como
incorregible” (Barnadas, 2004).
No hay comentarios:
Publicar un comentario