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domingo, 5 de enero de 2014

Los incas y la invasión española

En octubre, mes en que recordamos una de las gestas más conmovedoras de la historia, por las profundas implicaciones que después de más de 500 años no terminamos de digerir, me sentí llamada a entrar en una suerte de debate que se dio en dos columnas dominicales, la del ex presidente Carlos Mesa y la del columnista Agustín Echalar. Mesa rescata a Manco Inca, reclamando que habría que reconocer como héroe a este Inca, en lugar de Atahuallpa, y Echalar trae a la memoria la figura de su hermano Paullu. Mi lectura es que a cada uno le tocó un rol distinto en este periodo de la historia. Aunque sean pocos los años de diferencia, no es lo mismo enfrentarse a los españoles reconocido como Inca por ellos, como le ocurrió a Manco, que tener que mirar cara a cara a unos seres humanos de los que solamente se había tenido noticias lejanas. ¿Qué pretendían estos seres que llegaban del mar, barbudos, con ojos y pelo claros, vestidos de metal y encima de unos enormes animales? Además, los europeos tenían en frente a una gran autoridad y a un ejército que, según la información que tenían, habían hecho grandes conquistas, aunque también sabían que su armamento era básico. El momento tuvo que ser tan tenso que cuentan las crónicas que los endurecidos españoles escondidos en las construcciones de Cajamarca literalmente se orinaron de miedo. La distancia cultural se expresa en cada detalle del encuentro. Atahuallpa llegó lentamente en su litera, tan lentamente que exasperó a Pizarro, que mandó emisarios para pedirle que apurara el paso porque temía ser atacado en la noche. Pero este paso lento, como si no se moviera, era una señal de paz, pues cuando el inca iba en son de guerra llevaban su litera a toda carrera. El término quechua "tiay” o la palabra que designa al asiento del inca, "tiana”, tienen el mismo sentido: quietud y orden. Y así como los Pizarro actuaron bajo sus parámetros culturales, haciendo cosas que hoy nos parecen inconcebibles, también el Inca lo hizo así. Estaba en medio de peleas a muerte entre las facciones incas y no estaba dispuesto a perder el trono, aunque estuviera preso y en manos de los españoles. El regreso a Cusco Manco, en cambio, tenía ya alguna experiencia sobre los que llegaban y seguramente la esperanza de contarlos como aliados contra el bando de Atahuallpa, pues esa carta había jugado Pizarro. También son importantes algunos datos que podrían parecer secundarios, por ejemplo que tanto Manco como Paullu no tenían sino 18 ó 19 años y aunque habían sido educados para gobernar – sabemos por ejemplo que Paullu estuvo escondido en la Isla del Sol, donde había sido formado por un grupo selecto de sabios – contaban con un consejo que orientaba sus acciones. Así, mientras Manco Inca recibía el apoyo de Vilac Uma, sacerdote mayor de Cusco, Paullu estuvo acompañado por Challco Yupanqui, el gobernador de Copacabana y también sacerdote. Como Challco fue asesinado en Pocona por el propio Manco, destaca la figura de Vilac Uma actuando en todos los frentes. Cuando la comitiva de Diego del Almagro entraba al Collasuyu juntamente con Paullu en 1535, Vilac Uma y Challco avanzaban con ellos, pero cuando llegaron a Tupiza el sacerdote cusqueño abandonó a Almagro y volvió a la capital del Imperio para organizar la resistencia. De regreso por caminos secundarios para no ser descubierto, fue levantando a la población y avisando que era hora de resistir a los invasores y cuando llegó a Cusco junto con Manco, y seguramente un consejo más amplio, pusieron en marcha la estrategia: dividir a los españoles para luego atacarlos. De este modo, Almagro era alentado en su viaje hacia Chile para que se alejara lo más posible mientras que Francisco Pizarro sería cercado en Lima y los otros hermanos Pizarro rodeados en Cusco. Una diarquía Mi punto de vista es que con acercamientos y distanciamientos, según los momentos, tanto Manco Inca como Paullu Inca actuaban como una diarquía, es decir, como un gobierno de dos incas. Como propusieron algunos autores (Duviols y Zuidema), funcionaba en el Cusco un gobierno con dos cabezas, pero en este caso se trata de una diarquía en tiempos de crisis. Entonces, la estrategia inca incluía tener a mano dos opciones: una de colaboración a los españoles, mientras la otra buscaba vencerlos y expulsarlos. Esta estrategia, además, debía contar con la colaboración del resto de las provincias y para ello había que seducir u obligar, según los casos, a sus autoridades locales. En el primer momento, cuando en 1535 ingresaron Almagro y Paullu, la orden de los incas fue aparentemente más sencilla: dejar el camino libre a la comitiva a fin de que se alejara hacia el sur. Además, se debían esconder las minas de los invasores para que no estuvieran tentados a quedarse y también debían atacar al grupo de Almagro cuando estuviera lejos del Cusco. Esta última parte del plan no fue cumplida y por ello mandaron a asesinar a Challco Yupanqui. En el segundo ingreso al Collasuyu en 1538, cuando entró el mismo Paullu, pero esta vez con los Pizarro, las órdenes de Manco eran distintas: había que atacar a los españoles y por tanto a los que venían con ellos, es decir, a Paullu y a los collas. Es que los collas eran enemigos de los incas desde hacía mucho tiempo atrás y respondían además a recientes ataques, pues los lupacas, instigados por los incas, los habían atacado. Vemos entonces que las distintas naciones se acomodaron a las circunstancias actuando según su propia experiencia, pero siguiendo las órdenes de uno u otro inca. Finalmente, más al sur siete naciones, los carangas, quillacas, soras, charcas, caracaras, chuis, chichas y yamparas, luego de realizar una junta, decidieron unirse al general inca Tisoc y a los mitmas de Pocona, para atacar a los españoles. Hubo muchos enfrentamientos, pero finalmente estos pueblos, que se vanagloriaban de ser "guerreros del inca”, fueron vencidos y tuvieron que negociar los términos de la rendición. Se entregaron las minas de Porco y solares en Chuquisaca para la fundación de una ciudad española a cambio del reconocimiento de sus autoridades y quizás alguna ayuda militar contra sus enemigos, por ejemplo los chiriguanos. Bajo presión Pero además no tendríamos que olvidar que los ingresos del lado del Río de la Plata estaban muy avanzados y pronto los dos lados de la conquista se encontrarían, por lo cual se tuvo al territorio de Charcas, lo que hoy es Bolivia, en medio de dos presiones de los europeos. En medio de este intenso momento, podría ser Manco el héroe principal, pero duele más Atahuallpa por lo icónico de su muerte y no habría que olvidarse de Paullu, que aunque obtuvo ventajas personales representaba la posibilidad de sobrevivir como cultura bajo el nuevo orden, pero considero que los personajes se desvanecen ante la magnitud de los sucesos y las trascendentales consecuencias.

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