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martes, 26 de mayo de 2015

25 de Mayo de 1809 Levantamiento de Chuquisaca

La insurrección contra el dominio de España, se inició el 25 de mayo de 1809, en Chuquisaca, hito que marca el punto de partida para la creación de la nación boliviana.

La llegada a Chuquisaca del Brigadier del ejército español José Manuel de Goyeneche, que nació en Perú, el arequipeño que, al servicio de la monarquía, se constituyó en el mayor enemigo de los patriotas que luchaban por la libertad, marcó el comienzo de las actividades subversivas. El brigadier sostuvo conferencias con el Arzobispo Benito María de Moxó y con el Presidente de la Real Audiencia de Charcas, Ramón García Pizarro, a quienes -se dijo con escándalo- logró conquistar para la causa de la Reina de Portugal y Princesa del Brasil, Doña Carlota de Borbón, que pretendía apoderarse de las posesiones españolas en América. Se opuso a esta maniobra el Presidente de la Academia Carolina, Boeto, que además denunció el sucio juego.

Su voz fue de alarma, pero sobre todo, la que señaló el comienzo de las acciones. Los patriotas, especialmente los universitarios, consideraron que se debía obrar de inmediato, se dijo que había un plan para entregar el territorio de Charcas a los por-tugueses y que Moxó y García Pizarro eran quienes tramaban la entrega.

En la rebelión se destacan las jóvenes figuras de los rebeldes hermanos Manuel y Jaime Zudañez, el abogado de los pobres, Bernardo Monteagudo, el que daba rigor a aquel movimiento, que con otros estudiantes oriundos de varias latitudes de América, concibieron las ideas libertarias que iban a cambiar la fisonomía de esta parte del continente. La plebe estuvo dirigida por un interesante personaje que ha pasado a la historia con el nombre de “Quitacapas”.

Chuquisaca, sede de la famosa Universidad de San Francisco Xavier, toma la iniciativa de la independencia, con una revuelta que comenzó como apoyo al Rey Fernando VII de España y terminó en una sublevación encabezada por los Doctores de Charcas.

Las autoridades sopesaron la gravedad de la situación y trataron de menguar los efectos de su proceder; pero nada lograron. Los patriotas simplemente, se aprovecharon de las circunstancias, sin importar-les, en el fondo, las maniobras de Carlota, Princesa que gobernaba en el Brasil y te-nía pretensiones de ampliar su influencia sobre las colonias españolas; ni la complicidad del Obispo, ni del Presidente de la Real Audiencia. Este último, que era irascible, ordenó la prisión de los cabecillas, los hermanos Zudañez, muy populares en la ciudad. Era lo que se esperaba. Uno de ellos (Jaime) se dejó detener, y cuando marchaba rodeado de sus captores, co-menzó a gritar denunciando su apresa-miento. La gente que esperaba esa consigna, salió a las calles oscuras y despo- bladas. Se encendieron fogatas y algunos audaces subieron a la torre de la iglesia de San Francisco para echar a rebato las campanas de la libertad.

Luego, seguidos por la plebe que les apoyaba, se dirigieron a la Real Audiencia de Charcas para atacarla en tanto, los sol-dados de la guardia, apuntando hacia arriba, disparaban sus fusiles, lo que no amedrentó a los alzados, quienes tomaron el edificio público, se apoderaron de los ca-ñones y apresaron al Presidente de la Real Audiencia, García Pizarro y lo condujeron preso al local de la Universidad. Se había iniciado la insurrección libertaria en el Alto Perú y en América.

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