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viernes, 15 de mayo de 2015

Los espíritus errantes del Castillo Azul



En Tarija todos saben dónde está el Castillo Azul, imposible no reconocerlo o que este emblemático palacio pase inadvertido. Su peculiar arquitectura y estilo irrumpe en la panorámica de esta ciudad del sur de Bolivia al contrastar abruptamente con las edificaciones de ladrillo erigidas en sus inmediaciones.

El azul intenso que se estampa sobre sus paredes, columnas, torres y cúpulas lo convirtieron en un extraño palacete que alberga historia detrás de sus numerosos y amplios ventanales. Con la elegancia de un verdadero castillo real, la noble residencia se distingue provocando en quienes pasan por las calles Bolívar y Junín la inevitable curiosidad de conocer su interior e indagar los rincones de esta mansión privada.
Pero más allá de su belleza, su presencia imponente y perturbadoramente solitaria es adecuada para un relato de terror. Es así que el emblemático Castillo Azul de la ciudad de Tarija, probablemente, es el sitio con mayor cantidad de relatos sobre espíritus y espectros.
Alguno de los moradores de esta majestuosa edificación, que data del siglo XIX, afirma haber encontrado con frecuencia objetos de la casa ubicados de un modo distinto al que fueron dejados el día anterior.
También cuentan que escuchan ruidos semejantes a pasos, puertas y ventanas que crujen al ser abiertas y sienten la escalofriante sensación de una presencia cercana que sin embargo no se puede ver.
Los que por algún tiempo tuvieron oportunidad de vivir en el castillo, dan testimonio de algunas experiencias para muchos atemorizantes.

El Castillo de Navajas
La familia Amezaga Reinoso vivió en el Castillo Azul desde 1963 a 1968, tiempo en el que se lo conocía como Castillo de Navajas. “Rompimos el encanto”, asegura Bertha Reinoso, que junto a su esposo Julio Amezaga y sus tres pequeñas hijas, Magdalena, Lumen y Alba, fueron los primeros habitantes del Castillo Azul que en la época se encontraba deshabitado y en total abandono.
La familia rentó el Castillo de la dueña, Luz Molares Echazú, quien lo heredó de la familia Navajas, la cual fue propietaria del Castillo y de la Casa Dorada de la ciudad de Tarija.
Después de un arduo trabajo de limpieza la familia Amezaga Reinoso se mudó al castillo, ante la admiración de los vecinos, quienes aseguraban que no durarían mucho viviendo ahí ya que en aquella época eran bien sabidas las historias de espantos y fantasmas que moraban en el lugar; sin embargo la familia no tenía miedo y hasta ahora preservan recuerdos de esos años como un tiempo de mucha felicidad.

Relatos de fantasmas
“En las noches los perros ladraban y corrían desesperadamente, esto sucedía muchas veces”, comenta doña Bertha Reinoso que con sus 83 años de edad recuerda muy vívidamente la etapa en la que habitó el Castillo Azul.
“En una ocasión, un vecino que se dedica a hacer pan y usaba el horno de barro del castillo, escuchó muy claramente el ruido de la ducha, el sonido del agua cayendo como si alguien se bañara, lo que fue extraño porque no se usaba ese baño”, relata doña Bertha, quien investigó inmediatamente el hecho y constató que no había nadie.
En otra ocasión el matrimonio se dispuso a pasar la noche y tomando el recaudo para que su hija menor no cayera de la cama, acomodaron tres sillas junto al lecho de la pequeña, al poco rato oyeron el ruido de las sillas recorriéndose, prendieron la luz en el acto, pero nada había pasado.
Doña Bertha, que disfruta aún de los buenos libros, recuerda que en una ocasión se encontraba sumida en la lectura cuando escuchó de pronto un fuerte ruido proveniente del salón, como si hubiera caído una gran tabla, nuevamente verificó el hecho pero todo estaba en una aparente calma.
Uno de los sucesos que mayor impacto le causó fue cuando se encontraba sola con su hija menor que en aquel entonces tenía cuatro años. Escuchó de pronto y muy cerca de ella una respiración fuerte, no dijo nada para no asustar a su hija; sin embargo la pequeña comentó “¡mamá aquí suspiran!”.
La familia habitaba sólo los ambientes de la planta baja ya que el piso superior servía de depósito para la propietaria del castillo y no había un fácil acceso, apenas unos maderos inestables que ascendían peligrosamente por lo que no era recomendable transitar por ellos, también habían algunas habitaciones en la planta baja que tenían candado en la puerta y a las que no tenían acceso.
“En una ocasión alojamos a una tía de mi marido en uno de los dormitorios que no tenían candado y después de un par de noches nos contó algo que nos pareció muy extraño y a lo que no dimos crédito ya que la tía era muy anciana”, comenta doña Bertha.
“Aquí viene don Moisés y se dio un cuesto que olió en todo el cuarto y me dijo que abra los otros cuartos que ahí estaba la plata”, les contó la tía. La familia siempre muy delicada y respetuosa de la privacidad de la propietaria no podría haber pensado nunca en verificar tales hechos.
Doña Bertha comenta que para la familia fue muy penoso dejar el castillo y aun cuando preserva hermosos recuerdos de felicidad nunca más volvió al mismo.

Espiritismo en el castillo
De acuerdo a los registros desde 1966 el Castillo Azul pasó a ser propiedad de León Rengel Martínez y Avelina Estrada Galarza, ellos también dan fe sobre extraños sucesos ocurridos en el castillo.
Doña Avelina Estrada comenta que una ocasión se dirigió a las habitaciones del piso superior y al estar subiendo las escaleras sintió una fuerte presencia pero junto a ella no había nadie. “Ésta fue la única vez que sentí un escalofrío, realmente me asusté”, asegura.
Pese a escucharse ruidos extraños doña Avelina nunca sintió temor de habitar el castillo, pues considera que estos espíritus no son malos y convivir con ellos no es algo que le asuste.
Cuenta que aproximadamente hace poco más de 25 años atrás, la familia perdió una gran cantidad de dinero a consecuencia de un robo. Pese a las denuncias e investigación policial no se logró dar con los autores del hecho, fue entonces que a través de la recomendación de una amistad se realizó una sesión espiritista dentro del castillo. La sesión se organizó con algunas personas y se convocó la presencia de un alma conocida.
“En aquel entonces atendía la tienda de repuestos de automotores y uno de mis clientes, don Emiliano Ortiz, fue asesinado y se convocó su presencia y tuvimos datos sobre el paradero de los ladrones que fueron encontrados en Villa Montes”, cuenta.
A través de la espiritista supieron también que el jardinero que había fallecido y que fue enterrado en el castillo en la época de don Moisés Navajas (Carlitos Flores), “pide misa y solicita que le recen”, recomendó la espiritista.
A partir de este único evento que no volvió a repetirse en el castillo se hizo evidente que los ruidos y presencias eran más fuertes, motivo por el cual la propietaria pidió al sacerdote Juan Nicolay, que ungía de obispo en aquel tiempo, dar una misa dentro del castillo con lo que se apaciguaron los ruidos. “No tengo temor a los espíritus yo no les hago nada y no les cobro ni alquiler”, agregó valerosa Estrada.
Malos espíritus
“A veces sucede que un espíritu prefiere permanecer en la tierra por diferentes motivos. Los malos espíritus son los que sufrieron, son almas negras con aire negativo son almas perturbadoras que rompen cosas, mueven puertas, hacen ruidos. Los que fallecieron con tranquilidad tal vez dentro de la casa son almas blancas y años atrás en Tarija se solía enterrar a los familiares en la misma casa y es posible que el Castillo Azul tenga muchos entierros”, explica un joven espiritista tarijeño, quien reservó su nombre por considerar que los métodos publicitarios no son válidos para las personas que se dedican a esta actividad.
“Existen varios motivos por los cuales un espíritu se queda en la tierra, puede ser muerte por asesinato, conflictos sin resolver, necesidad que tienen de ayudar a una persona amada, los que se suicidan y los que asesinan no pueden dejar este mundo por castigo”, explicó el espiritista.
Agregó que los espíritus errantes no son buenos ni malos, pero su presencia se siente como una gran pena y pueden contagiar esta pena a las personas que viven en la casa. Dijo que cuando se sienten estas presencias se pueden ayuntar con crucifijos y agua bendita, “hay que hacer cruces en todos los rincones de la casa y rociar agua bendita”, recomendó.

El Apunte

El padre de Moisés Navajas, Víctor, fue el primer Navajas en llegar al valle chapaco a principios del siglo XIX. Aquí se casó con Feliza Ichazo, una moza del Valle de la Concepción. Era uno de los hijos de Miguel Navajas, un acaudalado judío sefardíta español, quien distribuyó descendencia y riqueza entre Uruguay y Bolivia. Nunca se supo el origen de la fortuna de los Navajas. El caso es que Moisés invirtió lo mucho ya traído para convertirlo en más. Para ello además encontró la pareja ideal y se casó con la emprendedora Esperanza Morales.

Apuntes históricos sobre Moisés Navajas

La historia del Castillo Azul nace con la fortuna de Moisés Navajas, uno de los comerciantes más adinerados de la región, quien decidió construir el castillo para uso familiar hace unos 150 años atrás.
En aquel entonces la residencia era empleada como casa de campo por estar rodeada por un gran parque. La exquisita obra arquitectónica fue diseñada por los hermanos Camponovo quienes eligieron la tendencia europea del art noveau para su construcción.
Además de su color azul cielo con detalles ornamentales como molduras y cornisas en blanco que le dan un aspecto propio al frente del palacio también se combinan diferentes estilos empleando las curvas y rectas, que se pueden apreciar tanto en sus aberturas como en las cuatro cúpulas.
Por esta razón, el Castillo Azul de Tarija genera un halo de misterio entre los locales y turistas que tejen conjeturas sobre lo que ocurre puertas adentro.

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