Relato del pasado. Las diferentes construcciones forman parte del patrimonio histórico de una ciudad. Muchas de ellas quedaron en el recuerdo y solo se las conoce por fotos o historias.
Me había situado en una de las butacas más alejadas del escenario, pues la gente no había llegado aún y por alguna extraña razón me invadió el sueño.
Dormí por algunos minutos y cuando desperté estaba un sujeto junto a mí, comenzó a hablarme como si me conociera de toda la vida. —Éste se llamó por primera vez el Teatro de la Unión Panamericana— me dijo, mientras repasaba con los dedos una vieja fotografía del Teatro Achá.
Me extendió la mano y me invitó a dar un paseo. Como no había nadie acepté y nos adentramos en un viaje sorprendente por el tiempo y la historia con la imaginación apostada como un gran letrero en cada edificio y cada fachada del casco viejo de la ciudad.
El centro estaba curiosamente desierto de gente y de tráfico. —Ha cambiado la ciudad— musitó.
9 de agosto de 1864, dijo con seriedad, y de repente un grupo de gente (entre ellos muchos soldados) ocuparon el gran salón principal. No te preocupes me dijo, están aquí para probar la resistencia de las butacas y la tarima ante el futuro alto tráfico que se pronosticaba para los años venideros en esta estructura de lo que fue en otro tiempo la iglesia de San Agustín.
Este sería el primer gran intento que advertía un movimiento cultural fluido para una sala que hasta hoy adorna y engalana la ciudad, el Teatro de la Unión Panamericana, hoy José María de Achá.
Salimos del edificio y caminamos hasta encontrarnos con la fachada del antiguo salón del Club Social. Aquí funcionaba uno de los primeros biográficos de Cochabamba, —me dijo— una de las primeras salas de cine que desde 1912 se conocían como el Biográfico París; aquí se proyectaron las primeras películas en blanco y negro que llegaban a Sudamérica, con sonido orquestado en vivo.
Entonces pude escuchar claramente el retumbar del eco de la historia que invade toda la calle General Achá, pude sentir el tumulto atiborrado en la puerta de entrada, de jóvenes parejas ansiosas por dejarse llevar a la fantasía de la imagen en movimiento, toda una novedad para inicios del siglo XX.
Hoy el teatro está deteriorado, el abandono ha carcomido su estructura, pero la esencia de su pasado deja entrever las pasarelas de la entrada, el pequeño kiosco de venta de taquillas y las butacas semi destruidas al fondo.
Si uno presta atención, puede escuchar el son de las zarzuelas muy populares en ese tiempo, el aplauso de la
audiencia expectante que desborda entusiasmo y el halo místico de la vida bohemia de los artistas que llegaban en caravanas desde muchas partes del mundo, hasta la llajta.
Este cine tuvo muchos nombres, incluso y porque generaba gran expectativa y mucha afluencia de los amantes del espectáculo, instaló una sala sucursal en Cala Cala, llamada Cine Princesa, luego le dieron el nombre de Cine Olimpo. Allí, se presentó una de las primeras películas sonoras en castellano llamada “Por una mujer”.
Caminamos hasta la calle Sucre hasta la 25 de Mayo. Mi acompañante recordó los primeros letreros luminosos anunciando la llegada de elencos teatrales y de zarzuela, operetas de renombre internacional y cantantes famosos. Estos se presentarían con carteleras rimbombantes coladas en la entrada del Gran Ritz, un antiguo Teatro Escolar.
Toda la manzana era un teatro, donde ahora se ubica el mercado 27 de Mayo, —habló con nostalgia— se presentaron grandes concertistas y se estrenaban las películas como primicia en Cochabamba. Un estreno siempre fue noticia de primera plana en los periódicos de ese tiempo. Ahora solo quedan resabios de lo que el Gran Ritz entregó a la población por más de 30 años desde 1939.
Luego éste se denominó Cine Aguirre en homenaje al escritor y político cochabambino Nataniel Aguirre. Fue ambiente de la antigua Casa de las Educandas, conocida en el período colonial con el nombre del “Beaterio”, hacia 1769; era una casona de dos plantas con dos patios, con una capilla anexa al Norte y un gran espacio abierto posterior al este, en las calles Jordán y San Martín, conocido como “La Carbonería” y que posteriormente se convertiría en la parte fundamental del Mercado 27 de Mayo.
En 1978 y gracias a la influencia de la arquitectura moderna en la ciudad, se ejecutaban obras de mejoramiento. El proyecto terminó comprometiendo el local del Cine Teatro Aguirre.
Así, sin mucha reflexión y producto de la improvisación, se procedió a la demolición del Cine Teatro Aguirre, un edificio hermoso, típico de los años 30, ahora transformado en un sector de expendio de comidas y refrigerios.
Caminamos hacia donde ahora está el edificio de Telecomunicaciones y el Correo, se alzaba la estructura monumental del gran Cine Teatro Rex que estuvo sometido a las eventualidades del funcionamiento; y en agosto de 1945, la solicitud de la construcción de un nuevo edificio, significó su cierre, argumentando el riesgo de seguridad para el edificio postal, situación que ya se había advertido en el incendio del Correo en 1957 cuya consecuencia tuvo efectos destructivos.
El incendio y otras situaciones económicas terribles a las que se sometió, provocaron la decisión de demolerlo. Pese a las condiciones de deterioro que presentaba, se mantuvo en funcionamiento hasta 1972.
Caminamos sin rumbo por un momento, mientras me contaba sobre el asombro y la expectativa de la nueva tecnología para cine que llegó a Bolivia. El Cine Roxy fue la primera sala cinematográfica proyectada para este fin, albergaba aproximadamente a trescientas personas. Después de casi siete años en que se exhibieron películas y escasos eventos teatrales, la noche de un martes 5 de agosto de 1947 el Cine Roxy sufre un incendio que destruye casi toda la sala.
Avanzamos por la Avenida Heroínas y llegamos al Palacio de Culturas, allí, en noviembre de 1941, se anunciaba la construcción de un nuevo teatro en el antiguo solar perteneciente al Convento de Santa Clara. Para ello se realizó una excavación en la que encontraron huesos humanos, pues ese terreno fue un cementerio.
Llegamos a la esquina de la calle España y avenida Heroínas, hasta el Cine Víctor que en sus buenos tiempos fue uno de los primeros cines que modernizó la exhibición de las películas, que hasta ese entonces utilizaban un erán pequeño con un formato reducido que fue sustituido por otro sistema amplio y panorámico denominado “Cinemascope” otra gran novedad que se quedó en el olvido.
El Cine Capitol fue una excepción, desde su inauguración en noviembre de 1953 fue escenario de muchos elencos teatrales que nacieron y maduraron gracias al aplauso de los cochabambinos. En los siguientes años, este edificio estuvo en situación confusa que derivó en un largo abandono y deterioro de sus instalaciones y después de varias gestiones fue remodelado en 2012, una sala para espectáculos y eventos culturales que además ha permitido la preservación de un edificio emblemático de la arquitectura local de los años 50.
El misterioso guía de este viaje por la historia sacó un viejo periódico de su bolsillo y me señaló una noticia del 10 de noviembre de 1960 que anunciaba la apertura del Cine Teatro Ópera con una inusual pantalla de 140 metros cuadrados, además de una sofisticada instalación de luces y sonidos, ventilación y salidas de escape, que sin duda la hacían la más moderna y confortable en ese tiempo.
Entramos allí, me invitó a sentarme y me dijo: aún hay mucho terreno por aprovechar y hacerse cargo de esto, después de todo somos los actores de la vida y estamos en el teatro.
Muchas voces al unísono parecían llamar a la memoria de aquellos espacios que albergan emociones que replican los aplausos todas las veces que el artista sube al escenario y sonríe a su publico, porque sabe que su existencia se debe a los cientos de ojos que le observan crecer bajo la luz de los reflectores en una de tantas salas de teatro. Desperté de mi sueño, conforme, ya no estaba mi guía y acompañante, pero la sala estaba repleta de gente ansiosa; cómo no, era noche de teatro y el espectáculo iba a comenzar.
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lunes, 29 de septiembre de 2014
MONUMENTOS COCHABAMBINOS DEL PASADO Cines y teatros de antaño
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