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miércoles, 26 de octubre de 2016
Un hijo del Libertador Bolívar en Potosí
A poco de haberse iniciado el siglo XX, en 1905, el excónsul boliviano en Tacna, Julio Lucas Jaimes, publica en Buenos Aires su “Villa Imperial de Potosí…”, un compendio de notas sobre la ciudad del Cerro Rico que había costeado el acaudalo minero y general del ejército boliviano, Pastor Sainz.
Con varios litográficos que ahora son un verdadero testimonio de la Bolivia de entonces, el libro incluye casi al final una tradición titulada “Un mirlo blanco. Aventura que tiene como protagonista al gran Bolívar”, en la que se cuenta con un estilo literario claramente decimonónico, el romance que sostuvo el Libertador en el Potosí de 1825 con una mujer identificada como Joaquina Costas.
Bolívar había llegado a Potosí para coronar su campaña libertadora y cumplir su sueño de plantar el estandarte de la libertad en la cúspide del Cerro Rico. Según el relato, Bolívar y Joaquina sostuvieron un romance pero eso fue todo. El escritor afirma que, tras la partida del prócer, ella se quedó no precisamente a vestir santos pero sí a alquilar disfraces, actividad a la que se dedicó para poder vivir. “Y ese paso se repetía año por año, mientras la bella Joaquina se iba marchitando, en persistente celibato sin admitir nunca devaneos ni dar esperanzas, ni alimentar ansias amorosas a despechos de muchos corazones que sufrían, esclavos de aquel donaire y de ese emporio de encantos cerrados a la satisfacción de apetitos mundanales”.
Aunque el libro tuvo sonado éxito, no debió ser suficiente como para que el escritor colombiano Ismael López, más conocido como Cornelio Hispano, incluya a Joaquina Costas en su “Historia Secreta de Bolívar” publicada en octubre de 1924.
En ese libro, y sin ocultar su admiración por Bolívar, Hispano menciona respetuosamente a Therése Lesnais, Anita Lenoit, Joaquina Garaicoa y Manuela Modroño como las mujeres con las que el Libertador tuvo relaciones afectivas pero solo consigna a cinco en el epílogo titulado “Las amadas de Bolívar”: su esposa María Teresa Rodríguez del Toro y Alaiza, su prima segunda Fanny du Villars, Josefina Machado, Isabel Soublette y la más conocida de todas, Manuela Sáenz.
Pero si bien se hablaba de las “amadas” de Bolívar, poco o nada se decía sobre algún probable hijo suyo, por lo menos no en los libros. Salvo prueba en contrario, la excepción parece ser Luis Subieta Sagárnaga que publicó en 1925 el libro “Bolívar en Potosí” con los auspicios del Círculo de Bellas Artes. Desde el primer capítulo, titulado “Entrada triunfal de Bolívar en Potosí”, el libro se refiere a la mujer que Lucas Jaimes nos había presentado como Joaquina Costas. En la página 18 dice que quien felicitó por su llegada fue la interesante y respetable esposa del general Hilarión de la Quintana” y en la página 69 nos enteramos que ella era María Joaquina Costas que se encarga, además, de coronarle en el acto público que se realizó en la cumbre del Cerro Rico y advertirle sobre un supuesto complot para asesinarle.
El libro refiere que el complot fue desarticulado y su cabecilla, el teniente español León Gandarías, supuesto tío de María Joaquina, fue desterrado junto a sus dos conjurados. Luego se nos habla del baile que se realizó en las Cajas Reales con motivo del día del santo del Libertador, 28 de octubre, al que Bolívar se presentó, por primera vez, con traje de fiesta y sin bigote. En ese acontecimiento, habría bailado cerca de dos horas con la esposa de Hilarión de la Quintana.
El último capítulo del libro titula “El hijo del libertador” y en él se refiere que Bolívar y María Joaquina tuvieron un romance durante la permanencia de aquel en Potosí y, como consecuencia de esa relación, ella quedó embarazada y tuvo un hijo que “vino al mundo al mediar el año 1826”.
Finalmente, nuestro autor cierra su trabajo con un apéndice en el que incluye las transcripciones de dos certificados, uno de matrimonio y otro de defunción, y la de una dedicatoria en una fotografía de María Joaquina Costas que ella le habría obsequiado a su hijo en 1873.
El documento más importante es el certificado de matrimonio porque en él se puede leer lo que sigue:
“En el año del Señor mil ochocientos noveinta y cinco a los dos días del mes de octubre. Procedida la información de libertad y solterío ante los testigos Modesto A. Romay, Epifanio Miranda, Francisco Victoria (h) hábiles por derecho. Publicadas las moniciones conforme a lo prescrito por el Santo Consilio de Trento y no resultando impedimento alguno. Yo el in frascrito Párroco Dr. David Padilla de este Beneficio de Caiza; Casé y velé in facie Eclesia a José Costas hijo natural de la Sra. Finada María Costas y del finado Señor Simón Bolívar españoles de Potosí: con la Sra. Pastora Argandoña soltera mayor de edad hija natural de los finados Doña Getrudes Ortuño y Dn. Camilo Argandoña españoles del pueblo: fueron padrinos David Padilla y Filomena Padilla. De que certifico. Firmado P. David Padilla”.
Esa partida existe y está en el archivo parroquial de Caiza, provincia José María Linares de Potosí.
El texto de la partida es el mismo que publicara Subieta Sagárnaga en 1825 así que se ratifica la autenticidad de este documento, que prueba la filiación de José Costas como hijo de Bolívar, salvo por un detalle sobreviniente: una anotación al margen que parece ser posterior.
El nombre “Juaquina”, con “u”, aparece al margen e incluso sobrepuesto. El párroco de Caiza, Julián Quispe, dice que una primera anotación marginal parece ser con la misma tinta del cuerpo del texto pero, posteriormente, alguien quiso aclarar el nombre usando un lapicero. En su partida transcrita, Subieta no incluye el nombre de Joaquina y solo utiliza el de María.
Más aún, en su reedición de “Bolívar en Potosí”, con el título de “Bolívar y Bolivia”, el escritor potosino dice que “a doña María Costas nadie la conoció con más nombre de pila que el de María, como la designaban en todo tiempo” y critica a Lucas Jaimes por haberla llamado Joaquina en su libro de 1905. Agrega que, para evitar equívocos, la Sociedad de Bellas Artes convino en 1925 que se la denominaría con ambos nombres pero Subieta presenta una “rectificación que la hacemos al presente, restableciendo la verdad histórica”.
No obstante, el autor de “Bolívar en Potosí” no parece observar la misma ética con la partida de entierro de José Costas.
El texto transcrito por Subieta es el siguiente: “En el año del Señor de mil ochocientos noventa y cinco, a los ocho de octubre, se enterró en el cementerio general de este pueblo el cadáver de Don José Costas, como de unos setenta años, murió con costado recibiendo todos los auxilios espirituales. De que doy fé. David Padilla”.
Sin embargo, la partida de que actualmente está en el archivo parroquial dice esto: “En el año del Señor de mil ochocientos noventa i seis, yo el cura interino de este beneficio de Caiza dí sepultura al cuerpo mayor de José Costas que falleció a la edad de sesenta i ocho años, se confesó, desposó, se hizo entierro con cruz alta del pueblo i para que conste firmo. Saturnino Erquicia”.
Como se ve, esta segunda partida no consigna fecha del fallecimiento pero, basándose en la de la subsiguiente, que daría una idea que cuándo fue expedida, alguien le agregó “en 20 de julio” con tinta negra.
Por una parte, el texto transcrito por Subieta es coherente con la versión de que José Costas se casó en artículo mortis, ya que habría fallecido seis días después de desposarse, pero; por otra, la partida que está disponible en el archivo parroquial revela que estuvo vivo nueve meses más.
Al margen de esos detalles, las dos partidas existen y una, de la matrimonio establece, legalmente, la filiación de José Costas con respecto a Simón Bolívar.
Es difícil identificar a o los responsables de las alteraciones. La única referencia, proporcionada por el párroco de Caiza, Julián Quispe, es que hubo una persona que tenía libro acceso a los archivos parroquiales: Elías Costas Barrios, hijo mayor de Urbano Costas, nieto de José y, por tanto, supuesto bisnieto de Simón Bolívar.
Durante toda su vida, don Elías Costas proclamó su parentesco con el Libertador y en 1975, con motivo del sesquicentenario, fue entrevistado por varios medios nacionales y del exterior. Desde 1931, en la puerta de su casa, en Caiza, está una pequeña plaqueta que dice “Elías Bolívar Costas” y cuando murió, el 5 de diciembre de 1976, se puso ese nombre a su lápida. Descansa en el actual cementerio de Caiza junto a su media hermana, María Luisa Costas, en cuya lápida se lee “Bisnieta de Bolívar”.
Son apenas dos de los muchos descendientes de José Costas que está desperdigada por el occidente del país aunque la mayoría vive en Potosí. No es raro cruzarse con alguno en las calles de la ciudad más histórica de Bolivia.
* El autor es director del diario El Potosí. El trabajo que publicamos hoy es un resumen de la conferencia que dictó el sábado 22 de octubre en la Primera Convención Internacional de Historiadores y Numismáticos realizada en Potosí. •
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