Cuando llegó al Perú el comisionado real Vaca
de Castro en 1542, Gonzalo Pizarro era el único
sobreviviente de los líderes de la conquista. Su
hermano Juan había muerto en el cerco del Cusco,
Hernando estaba preso en Medina del Campo
y, a mediados de 1541, Francisco fue asesinado.
Por su parte, Diego de Almagro había muerto
por orden de Hernando Pizarro y su hijo que le
sucedió en el liderazdo conocido como Almagro
el Mozo, sería ajusticiado por el gobernador Vaca
de Castro. Gonzalo tenía una enorme fortuna,
gozaba de su juventud y su experiencia en el
mundo americano.
Cuando llegó a Quito en 1539, Gonzalo no
tenía 30 años. Lo hizo por encargo de su hermano,
el gobernador Francisco Pizarro, para
ingresar hacia el oriente en busca del “País de
la Canela” o el lugar donde se suponía que se
encontraba “El Dorado”. El mito de El Dorado
acerca de un fabuloso reino ubicado en el sector
oriental del continente, gobernado por un señor
muy rico que se embadurnaba con polvo de
oro, ya se había difundido. Antes que Gonzalo,
otros ya se habían aventurado en su búsqueda
como Alonso de Alvarado que se internó hasta
el Alto Marañón.
Gonzalo reclutó 280 hombres, la mayoría
de ellos a caballo, y miles de indios que venían
de la sierra de Quito. Acompañado por perros
amaestrados en la caza, el grupo partió en febrero
de 1541. Después de mil peripecias –que
incluyó un temblor y la consecuente crecida
de los ríos– llegaron después de dos meses al
río Payamino. Sin embargo, a pesar de muchas
estrategias para encontrar el mítico lugar, incluyendo
la tortura a los indios del lugar, no
encontraron el tan buscado País de la Canela.
A más de 400 leguas al Este de Quito, iniciaron
el doloroso retorno. El hambre, las enfermedades
y los mosquitos terminaron diezmando
a los expedicionarios; cuando llegaron a Quito
en junio de 1542, solo sobrevivirían 80 de
ellos. Entre tanto, Francisco Pizarro había
sido asesinado en Lima y el gobernador Vaca
de Castro nombrado por Carlos V ya había
llegado al Perú.
Esta no fue la única “entrada” española en
busca del Dorado. Ya el griego Pedro de Candia
salió del Cusco en 1538, después de la batalla de Salinas. Candia había obtenido información de
una concubina indígena sobre tierras riquísimas
llamadas Ambaya. Fue el primer explorador que
recorrió los valles al oriente del Cusco hasta
alcanzar el río Madre de Dios. El conquistador
invirtió casi todo su patrimonio, gastando 85.000
pesos de oro para reclutar más de 250 hombres,
con el fin de partir a conquistar el Antisuyo. En
su viaje, recabó información acerca de las ricas
minas de oro de Carabaya (o kallawaya), en la
frontera actual entre Perú y Bolivia. Pedro de
Candía y sus hombres se pusieron en marcha
hacia el río Carabaya, siguiendo los pasos de
Peranzures con quien se encontró en agosto de
1538; establecieron su cuartel general donde dos
años más tarde fue fundado el pueblo de San Juan
del Oro. La expedición de Candia y Peranzures,
conocida como la “entrada a los Chunchos”, fue
un fracaso.
El retorno de Candia y Peranzures habría
sido por Chuquiago, con solamente la mitad de
la gente. La experiencia de Peranzures sirvió
para que este fuera enviado inmediatamente
por Pizarro a fundar Chuquisaca, llamada
luego La Plata y de allí partir hacia la frontera
chiriguana. El establecimiento de Chuquisaca
como el primer núcleo administrativo-eclesiástico
del Collasuyu, constituyó la avanzada de
Pizarro hacia el Río de La Plata. Era un punto
neurálgico hacia el Tucumán y el Río de La
Plata. Chuquisaca distaba apenas 25 leguas de
la fortaleza de Pocona y de allí se disponía de
las sendas chiriguanas que se internaban hacia
los llanos de Grigotá y Chiquitos. También se
articulaba con la región de Tarija y los llanos
del Parapetí. Además, por supuesto estaba
cerca de la rica mina de Porco. Potosí aún no
se conocía.
Como ya se indicó, no hay consenso acerca
de la fecha de la fundación de La Plata. Es posible
que la partida de Peranzúres junto con 52 castellanos
hacia la provincia de los juríes, en la actual
Argentina, fuera parte de un acuerdo con Aymoro,
mallku de los yamparas, para detener el avance
chirguano y las expediciones que venían desde el
Atlántico (Platt et al., 2006). Pero Anzúres tuvo
que regresar apresuradamente al Cusco ante la
noticia de la muerte de Francisco Pizarro, para
ponerse bajo las órdenes del gobernador Vaca
de Castro.
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