“Desde los inicios del XVII estaba muy en boga la idea de que las monarquías podían ser imperio o, mejor
aún, que toda monarquía nacional que se preciara tenía que alcanzar necesariamente la “dimensión imperial”.
Bajo el doble sentido con el que siempre se ha interpretado el Imperio, bien como unión de diferentes
naciones que permanecen juntas, a raíz de mecanismos jurídico-hereditarios, bajo la titularidad de un único
soberano, o bien como conglomerado de territorios que quedan anexados por sometimiento armado a
una monarquía unitaria. Llega el momento en que Imperio y monarquía nacional se confunden, como si de
la misma cosa se tratase; tal vez el ejemplo más característico, en contra de lo pudiera pensarse, no sea el
español, sino inglés, donde entre 1642 y 1689 la idea del Imperio se abre paso como distintivo de la nacionalidad
británica. En España… son proporcionalmente escasos los escritos y manifiestos donde se abogue
por un Imperio como plasmación natural de la monarquía española. Aún para aplicarlo a las Indias, hay
reticencias en emplear el término Imperio, pues bajo ninguna circunstancia, hasta bien entrado el siglo XVIII,
se aceptó en la jerga oficial que éstas fueron colonias. No obstante, cualquier amenaza externa, incluso en
el plano de la retórica política, era de inmediato contestada dejando siempre a salvo el carácter de Imperio
reservado que tenían las Indias para España. Lo que parece seguro que la proliferación de escritos sobre
“España imperial”, como sinónimo de la “España nacional”, es más bien tardía en nuestro país y muchos de
los títulos conocidos donde se abunda en tales supuestos nacionalistas del Imperio se escribieron en el
siglo XX, a partir de 1936, amparados e impulsados por los supuestos ideológicos nacionalistas y europeos
de la época.”
Fuente: Bernal, 2005.
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