Como vimos, en 1536 Manco Inca dejó el Cusco
para refugiarse en la selva donde se sentía protegido
y donde podía controlar a los caballos que al
parecer eran lo que daba mayor ventaja en las batallas.
En el terreno quebrado y vertical los jinetes
harían menos daño. De este modo, se instaló con
sus seguidores en Vilcabamba, a 20 o 25 leguas al
norte del Cusco. Vilcabamba comprendió varios
núcleos, construcciones y lugares sagrados levantados
anteriormente y completados o ampliados
por Manco y sus sucesores. Allí reinaba con la idea
de resistir creando un gobierno paralelo.
Aunque en la historiografía tradicional se
habla de un estado neoinca en Vilcabambamba, en
verdad Manco tuvo que abandonar su propósito
de vencer a los españoles debiendo conformarse
con gozar de un prestigio religioso que aparentemente
nunca perdió, pero que no estuvo
acompañado por un dominio político efectivo.
Desde allí, su gente hostigó constantemente y por
largo tiempo a los vecinos del Cusco, atacando las
caravanas que transitaban hacia Lima. El propósito
de estas incursiones, entre otros, era adquirir
armamento europeo; así pudo conseguir armas y
formar un arsenal que utilizó en algún momento;
también se sabe que incorporaron caballos en sus
acciones (Vega, 1980). Con ello su capacidad de
negociación era mayor.
En 1537, Almagro había intentado infructuosamente
llegar a un acuerdo con el Inca aunque
reiteradamente, algunos almagristas buscaron
refugio en Vilcamaba. En 1539, Gonzalo Pizarro
incursionó violentamente en el lugar en compañía
de Paullu pero no logró apresar al Inca
sino a varios de sus allegados, entre ellos a un
hijo de Manco, el pequeño Tito Cusi que luego
gobernaría desde Vilcabamba. A pesar de que
en aquella intervención los españoles tomaron
algunas reliquias de los incas, entre ellas la imagen
solar, el éxito de la acción fue incompleto, pues
perdieron hombres mientras que el reducto incaico
se mantuvo con Manco a la cabeza. También
capturaron a la mujer del Inca, Cura Ocllo, que
fue sacrificada en Ollantaytambo.
En medio de las turbulencias de la época,
los miembros de la sociedad colonial miraban
siembre hacia Vilcabamba por diferentes razones.
Fue el caso de Diego de Almagro el Mozo quien
pretendió capitalizar a su favor a Manco y su gente,
pero la iniciativa no prosperó. Más adelante,
entre 1542 y 1543, el licenciado Vaca de Castro
consideró necesario terminar con la resistencia
de Vilcabamba; sin embargo, tampoco pudo llevar
adelante sus planes debido a la llegada del primer
virrey del Perú, Blasco Núñez Vela.
Manco y sus descendientes se mantuvieron
en una región inaccesible a los españoles
por casi cuarenta años en una suerte de exilio
interior. A pesar de la estabilidad del Inca en
Vilcabamba, no se puede afirmar que allí se
hubiera establecido un nuevo estado incaico.
Fue sobre todo una muestra de la resistencia
indígena frente a la conquista y la colonización.
Engañado por un grupo de almagristas, Manco
Inca fue asesinado entre 1544 o 1545 y le sucedió
su hijo Tito Cusi.
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