Las pugnas por poder, riqueza y fama dividieron
a los conquistadores al punto que llegaron a las
armas. Como vimos anteriormente, las tensiones
comenzaron cuando Almagro consideraba
que su gobernación incluía el Cusco y partió al
Collasuyu para reconocer lo que consideraba
sus dominios. Se ahondaron al retorno cuando
encontró la capital inca sitiada y Almagro aprovechó
la debilidad de los Pizarro para afianzar su
posición lo cual provocó que se organizaran dos
bandos enfrentados en varias batallas entre las que
destacan algunas. Una de ellas es la de Abancay
(12 de julio de 1537) donde se enfrentaron los
partidarios de Pizarro y Alonso de Alvarado con
los de Almagro, Rodrigo de Orgóñez y Paullu
Inca. En esta batalla, los almagristas salieron
vencedores. En abril del año siguiente, un nuevo
enfrentamiento tuvo lugar en las Salinas, a 5
kilómetros al sur del Cusco. Por el lado de los
Pizarro comandaba Hernando pues su hermano
Francisco se hallaba enfermo en Lima. Mientras
los Pizarro contaban con 700 hombres, Almagro
tenía alrededor de 500 de los cuales la mitad eran
de caballería. También apoyaban sendas huestes
de indígenas entre las cuales unos 5.000 cusqueños
encabezados por Paullu apoyaban a Almagro
y un número menor de chachapoyas a Pizarro.
Los cusqueños estaban a punto de vencer a los
chachapoyas cuando recibieron el apoyo de la caballería
de Hernando Pizarro. En una batalla que
duró dos horas, Orgóñez perdió la vida y Diego
de Almagro fue capturado y luego ejecutado con
la pena del garrote.
Tras la muerte de Almagro, los de su bando
quedaron excluidos de todos los cargos y se hundieron
en la miseria: se contaba que tenían una
sola capa que se prestaban por turnos para salir
a la calle. El hijo mestizo de Almagro conocido
como Almagro el Mozo, de 22 años, ahijado
de Francisco Pizarro, reclamó la sucesión de
los dominios de su padre y se rumoreaba que
planeaba una conspiración. En la recién nacida
Lima, a medio día de un domingo de junio de
1541 se escuchó bulla en la casa de Pizarro:
eran los “chilenos” es decir los partidarios de
Almagro que habían ido con él hasta Chile.
Pizarro, su hermano y su paje se pusieron sus
corazas y lograron matar a dos atacantes pero
éstos, superiores en número, consiguieron su
propósito. Pizarro murió poco después, el 24
de junio de 1541. Su casa fue saqueada y los
cadáveres quedaron en la sala sin que nadie se
atreviera a ingresar. En la noche la esposa de
Alcántara, un partidario de Pizzaro que también
murió, recogió los cadáveres.
La cabeza visible de los almagristas era Almagro
el Mozo que, tras la muerte de Francisco
Pizarro, fue proclamado como gobernador en
junio de 1541, pero a fines de ese año se anunció
la inminente llegada de un enviado del rey.
Efectivamente, con el fin de investigar las causas
de la guerra civil que reinaba en estos territorios
por la muerte de Diego de Almagro y otros
muchos desórdenes entre los conquistadores, el
emperador Carlos V envió al Perú a Cristóbal
Vaca de Castro como juez pesquisidor. Él podía
reemplazar al marqués, gobernador Francisco
Pizarro, en caso de fallecimiento. Para darle
mayor categoría, el emperador lo invistió con el
hábito de la Orden de Santiago y lo incorporó
al Real y Supremo Consejo de Castilla. Zarpó
de San Lúcar de Barrameda el 5 de noviembre de
1540 con una escuadra de 17 navíos. Luego de
una penosa travesía, se dirigió hacia el Perú en
marzo de 1541.
Ante el anuncio de su llegada, los almagristas
abandonaron Lima dirigiéndose a la sierra donde
organizaron la resistencia contra Vaca de Castro.
Pasaron por Jauja y Huamanga intentando contactar
a Manco Inca para conseguir su apoyo;
llegaron finalmente al Cusco donde Almagro
fue recibido apoteósicamente. Aquello no impidió
que dentro de su grupo hubiera divisiones
internas. Mientras tanto, Vaca de Castro recién
llegaba a Lima en agosto de 1542 de donde partió
lentamente hacia Huamanga. Almagro salió a su
encuentro recogiendo en el trayecto información
sobre el enemigo por medio de los chasquis de
Manco Inca de quien recibió alguna ayuda en
armas. Además, la gente de Manco atacaba en
forma esporádica a los chachapoyas que apoyaban
al ejército realista, lo que indica que había un
acuerdo entre Manco, Paullu y Almagro. Aunque
Almagro intentaba negociar con Vaca de Castro
la entrega de Nueva Toledo como herencia de su
padre, no lo consiguió y no encontró más salida
que el enfrentamiento.
Vaca de Castro no quiso quedarse en las cercanías
de Huamanga porque el terreno quebrado
era poco práctico para la caballería y avanzó hasta
Chupas donde se enfrentaron monarquistas contra
insurrectos. Paullu Inca se lanzó contra Vaca de
Castro pero el ejército realista venció a Almagro
el Mozo y sus aliados el 16 de septiembre de 1542.
Los almagristas en desbandada huyeron por donde
pudieron, llegando algunos hasta la selva donde se
encontraba Manco Inca. Con esta victoria se cierra
esta etapa con el proyecto realista victorioso y con
las Leyes Nuevas bajo el brazo, leyes que quitaban
privilegios a los conquistadores. Esta coyuntura dio
lugar a una nueva fase, conocida como “la rebelión
de los encomenderos” contra las fuerzas realistas
(1544-1548).
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