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sábado, 17 de septiembre de 2022

Las guerras civiles entre los encomenderos y la Corona - El inicio de la rebelión de Gonzalo Pizarro (1544-1548)

Mientras tanto, el virrey Núñez de Vela había generado reacciones contrarias en la población limeña. En septiembre de 1544, los propios oidores de la Audiencia de Lima lo tomaron preso y lo embarcaron a España. Gonzalo Pizarro fue reconocido como gobernador y llegó a ejercer un poder casi inverosímil en los años de la feroz resistencia al poder real (1544-1548). Eran indudables las aspiraciones regias de Gonzalo Pizarro quién pretendió incluso casarse con su sobrina, la hija del marqués Francisco Pizarro, y empezó las tratativas correspondientes ante la corte papal puesto que no fue apoyado por la corte española. Sin embargo, algunos historiadores sostienen que aquello no fue el deseo del propio Gonzalo, sino el de sus allegados. Lorandi (2002) se refirió al riesgo del que estaban conscientes los encomenderos al romper los vínculos con España debido a los fuertes lazos económicos, familiares e imaginarios que sostenían con su tierra natal.

Gonzalo Pizarro designó a sus tenientes gobernadores en diferentes puntos clave del virreinato: Martín de Almendras y Diego Centeno fueron elegidos para Charcas. Almendras se caracterizó por una serie de abusos; decomisó tierras de españoles e indios, cobró tributos indebidos, se adueño de los reales quintos depositados en la Caja Real e hizo decapitar a uno de los antiguos conquistadores, Gómez de Luna. A consecuencia de ello, Diego Centeno, un rico encomendero de Charcas, cambió otra vez de bando y encabezó un complot antipizarrista contra Almendras; dictó su sentencia de muerte y fue proclamado Capitán General y Justicia Mayor de la Villa de La Plata. Desde allí, se inició un movimiento en apoyo al virrey, puesto que Diego de Centeno se dirigió a Cusco para intentar apoderarse de esta urbe, pero no lo logró y fue perseguido por el teniente del Cusco, Alonso de Toro, y luego por el temible y cruel Francisco de Carvajal denominado por sus contemporáneos como el “Demonio de los Andes”.

Cuando supo que Carvajal se aproximaba, Diego de Centeno dispuso que el encomendero Lope de Mendoza ocupase la villa de La Plata, cuyo gobernador era Alonso de Mendoza, partidario de Pizarro. Después de hacer escapar a Diego de Centeno, Carvajal restableció las autoridades de La Plata, castigando a todos los sospechosos y ejecutando cruelmente a 16 españoles en la horca o con la pena del garrote. Al mismo tiempo, el antipizarrista y encomendero charqueño Lope de Mendoza se enfrentó con Carvajal en Pocona, el 8 de julio de 1546, pero fue derrotado; escapó, pero fue alcanzado a las orillas del río que hoy lleva su nombre. Después de esta victoria, Carvajal se sintió dueño de la situación en Charcas. Se retiró a La Plata donde hizo un desfile militar, demostrando su poder y gloria militar. Poco tiempo después, a fines del septiembre de 1546, fue objeto de un intento de asesinato que fue reprimido con sangre. Carvajal aprovechó su estadía en Charcas para apropiarse y llevarse a Lima las recaudaciones de las Cajas Reales de Potosí y Porco.

El virrey, que fue enviado a España por los propios oidores, logró escapar y desembarcó en Tumbes, de allí se dirigió a Trujillo donde empezó a reunir a la gente; pero bajo la amenaza de Pizarro que salió a su encuentro, retrocedió hacia Quito y luego a Popayán. Con refuerzos obtenidos en Cali, Cartagena y otros lugares, regresó a Quito donde se produjo el encuentro entre ambas fuerzas en la batalla de Añaquito o Iñaquito (18 de enero de 1546). El resultado de la batalla fue la derrota del virrey que fue decapitado en pleno campo de batalla. Según el Parecer dado a La Gasca por un pasajero que vino del Perú, (1546) “el visorrey, caído y herido aunque no de muerte, le buscó el licenciado Carvajal y habiéndole hallado, le dijo algunas palabras y mandó a un esclavo le cortase la cabeza, e así se hizo…se usaron malos tratamientos con su cabeza” (Pérez de Tudela, 1964).

La rebelión de Gonzalo Pizarro se destacó por su duración (cuatro años), por la expansión geográfica de sus acciones y por el amplio apoyo que recibió. El éxito de los pizarristas se puede explicar por el hecho que, en Charcas, los hermanos Pizarro poseían una gran riqueza originada en sus encomiendas productoras de maíz, coca, chuño, por la plata de Porco, el oro de la quebrada de Choqueyapu, lo que les permitió contar con un soporte muy sólido para la guerra. Por otro lado, según Barnadas (1973), “la adhesión a Pizarro fue casi integral en la sociedad hispana”: los encomenderos, los clérigos, la gente humilde sin privilegios, los funcionarios reales, los caciques indígenas lo apoyaron. Juan Carlos Estenssorro (2003) sostiene que pudo haber existido una especie de vínculo señorial más íntimo entre algunos caciques y sus encomenderos. El autor reveló un caso acaecido durante los enfrentamientos entre almagristas y pizarristas, cuando uno de los españoles fue advertido por “la guaca” del cacique acerca del peligro que corría el “apo macho” (Francisco Pizarro). El encomendero creyó en la amonestación y advirtió al gobernador de un posible riesgo.

Por otro lado, no se puede subestimar la participación de los indios en las guerras civiles bajo el mando de uno u otro bando. Según investigaciones recientes, la confederación los Charcas, bajo el mando de Ayawiri, hijo de Coysara, apoyaba a las fuerzas del rey y es probable que los caracara encabezados por Moroco respaldaron a su amo Gonzalo Pizarro con 20.000 indios de Macha y Chaquí (Platt et al., 2006).

Mientras tanto, en plena guerra civil se produjo el llamado “descubrimiento de Potosí”. Según las nuevas hipótesis, el silencio respecto a Potosí —que se encuentra a tan sólo escasas siete leguas de Porco— se debía a la deliberada política de los incas y los mallkus de las siete naciones. El encumbramiento de tesoro de Potosí desde 1538 a 1545 es interpretado como la respuesta de los incas a la violencia emprendida por Pizarro, sobre todo después de que, en 1540, mandó quemar en Yucay a la mujer de Manco y al sacerdote Vilac Uma. Por otro lado, se baraja la idea de que pudieron haber existido instrucciones para esconder las minas a los españoles, por el deseo del Inca Manco y también de los mallkus de las “naciones” de Charcas de reconstruir algún día el Tawantinsuyu. En otra versión, los indios intentaban esconder la fuente de la plata para poder pagar los tributos en plata impuestos por los españoles.

En 1545 se desarrollaba la guerra civil así como la estrategia de Manco Inca que, desde Vilcabamba, intentó acercarse a las fuerzas realistas mandando cartas al primer virrey Blasco Nuñez Vela. El virrey que, en 1544, pretendía implementar las Leyes Nuevas también buscaba aproximarse a Manco puesto que tenía la esperanza de recibir oro y plata. Manco deseaba servir al rey con un nuevo tesoro y, de esta manera, ayudar a someter al “tirano” Gonzalo Pizarro y a los encomenderos. Investigaciones recientes (Platt, Quisbert, 2007, 2008; Medinacelli, 2004) dan a conocer que, durante los años 1543-1544, Gonzalo Pizarro buscaba minas cerca de Porco y llegó hasta las faldas del mismo Cerro Rico en un lugar llamado “Asientos de Gonzalo Pizarro”, y logró apoderarse de las vetas del Cerro por su propia cuenta.

El traspaso de nuevas minas no sólo significó la entrega de una importante riqueza, sino también la transferencia del poder simbólico. Potosí fue una de las más importantes huacas solares del imperio inca y proporcionaba legitimidad al poder del que tuviera su control. Por otro lado, esta entrega significaba que los señores étnicos ofrecían sus servicios a la Corona y esperaban ser reconocidos como los “señores naturales de la tierra”. En 1545, Manco Inca fue asesinado por los españoles que él mismo acogió en Vitcos. Uno de sus hijos, un menor de edad llamado Sairi Tupac, asumió el trono bajo la regencia del hermano de Manco. Posteriormente, con la mediación de Paullu, los españoles intentaron negociar con el Inca su adhesión al régimen. Por varios motivos, este proceso tardó cerca de una década. Una vez aliado con los españoles, éste murió envenenado y la resistencia en Vilcambamba se prolongó hasta 1572.
Mapa de las guerras civiles en el Perú (1544-1548).

La batalla de Huarina (1547) s

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