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martes, 20 de septiembre de 2022

Las guerras civiles entre los encomenderos y la Corona - Las acciones de pacificación de La Gasca

En 1546, la Corona envió al sacerdote Pedro de La Gasca con el cargo de presidente de la Real Audiencia de Lima para desmantelar la rebelión de Gonzalo Pizarro. La Gasca, que quedó para la historia con el apelativo de “pacificador del Perú”, logró poco a poco que varios partidarios de Pizarro se pasaran a sus filas. En la batalla de Huarina (20 de octubre de 1547), a orillas del lago Titicaca, Pizarro logró imponerse sobre las fuerzas reales. Los cronistas que escribieron sobre esta batalla coincidieron en que ésta fue la más sangrienta de las guerras civiles: hubo grandes pérdidas en ambos bandos, sobre todo en el de los realistas, con alrededor de 300 a 400 muertos y muchos heridos (Espino López, 2012).

Sin embargo, más tarde, los dos ejércitos se enfrentaron en la batalla de Jaquijahuana (Sajsahuana), el 9 abril de 1548 y Gonzalo Pizarro fue derrotado. Éste fue decapitado junto con sus principales capitanes y más de 300 personas fueron sentenciadas a muerte. La cabeza de Pizarro fue llevada a Lima y se la colocó en un rollo con un rótulo que indicaba: “esta es la cabeza del traidor Gonzalo Pizarro, que se levantó en el Perú contra su Magestad y dio batalla contra su estandarte real”. Sus casas en Cusco, La Plata y Porco fueron arrasadas y los terrenos cubiertos con sal.

El análisis de la rebelión muestra un universo complejo basado en la existencia de redes familiares y sociales de poder del bando pizarrista en el Perú y en Charcas, la capacidad de hacer el uso de las ideas jurídico–políticas y el uso de los recursos legales, económicos, militares (Lockhard, 1982; Barnadas, 1973; Lohmann Villena, 1977; Varón Gabay, 1986; Presta, 2000). Sin embargo, Lorandi (2002) sostiene que tanto entre los rebeldes y los realistas así como en el bando de los propios rebeldes hubo dos lógicas complementarias y opuestas: el interés privado y el respeto a la autoridad real. Todos estos aspectos permiten visibilizar el enfrentamiento de los proyectos y modelos políticos. Mientras que la Corona deseaba instituir el Estado moderno, en el imaginario colectivo y aparato jurídico de los conquistadores convivían los paradigmas propios de la baja Edad Media. Los encomenderos rebeldes que se basaban en las ideas de los derechos medievales, ya caducos en España, se sintieron disconformes con el avance de las ideas de la modernidad que se gestaba en la metrópoli. 
Batalla de Chuquinca

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