En 1542, las guerras en las que intervinieron los
encomenderos parecían haber concluido después
de la derrota de Almagro en la batalla de Salinas,
de su juicio y ejecución (abril de 1538), y con la
actuación de su hijo, Almagro el Mozo, que terminó
con la muerte de Francisco Pizarro (junio
de 1541). Almagro el Mozo fue posesionado como
gobernador y más adelante fue vencido por el
enviado de la Corona, Vaca de Castro, que se alió
con los partidarios de los Pizarro, en la batalla de
Chupas. Fue ejecutado en 1542.
La situación de los encomenderos y las encomiendas,
los abusos a los indígenas y el interés
de la Corona en asumir de manera más directa
el control de los territorios y pobladores de
América llevaron a que, en noviembre de 1542,
se dictaran las ordenanzas de Barcelona o Leyes
Nuevas que se presentaron con el nombre de Leyes
y Ordenanzas nuevamente hechas por su magestad
para la gobernación de las Indias y buen tratamiento y
conservación de los indios. Estas leyes, dictadas por
Carlos V, reemplazaban las anteriores disposiciones
contenidas en las Leyes de Burgos de 1512,
mucho más favorables para los conquistadores y
encomenderos.
Las Leyes de 1542 eran consideradas como
una especie de Constitución política para los
territorios dominados por España en América.
Contenían de forma coherente la visión de la
Corona sobre cómo debía ser la organización
estatal del imperio colonial americano (Bernand
y Gruzinski, 1996) y marcaban puntos clave para
la presencia de la Corona en estos territorios.
Tomando en cuenta los postulados del dominico
Bartolomé de Las Casas, las Leyes Nuevas
prohibían la esclavitud de los indios y regulaban
el trabajo impuesto a los indios en las encomiendas,
considerando que muchas de las muertes se producían mayormente por la excesiva presión
sobre la mano de obra en las encomiendas. Uno
de los principales propósitos de estas leyes fue
normalizar el poder que habían ido adquiriendo
los encomenderos, declarando abolida la encomienda
a perpetuidad y estableciendo su carácter
hereditario; a la muerte de los encomenderos, las
encomiendas debían quedar bajo la jurisdicción
de la Corona y los encomenderos no podrían vivir
en lugares alejados de sus encomiendas.
En el momento de la conquista, los intereses
del Estado y de los emprendedores particulares
habían confluido, llevando con éxito esta
empresa y el propósito conjunto de la ocupación
del territorio. Más adelante, una vez conseguido
el objetivo, las necesidades de ambos se
opusieron entre sí ya que los conquistadores
convertidos en encomenderos tenían también
un poder jurídico y militar sobre la población
que le había sido delegada, e interferían en los
propósitos de la Corona por sentar los principios
de un orden económico, social y político
en América.
Los encomenderos intentaron utilizar las
estrategias jurídicas expresadas a través de la
correspondencia con la Corona y las autoridades
reales para legitimar su actuación refiriéndose a
lo acordado con la Corona y a los derechos que
ganaron como conquistadores y colonos de las
tierras peruanas frente a las medidas plasmadas
en las Leyes Nuevas y que limitaban el poder
encomendero.
La Corona designó a Blasco Núñez de Vela
como primer virrey de Perú, sustituyendo al gobernador
Vaca de Castro que ocupaba el cargo
desde la muerte de Pizarro (1542). Asimismo,
fueron nombrados los oidores de la flamante
Audiencia que se estableció en la capital del
nuevo virreinato del Perú, es decir, Lima. En la
primavera de 1544, el virrey Núnez de Vela y los
oidores llegaron al Perú para implantar las Leyes
Nuevas. El virrey envió las provisiones para la ejecución de las Leyes e invocó su lealtad al rey,
pero la mayoría de los encomenderos en el Perú
no recibieron bien la noticia y tampoco aceptaron
su presencia, puesto que dichas leyes iban a despojar
de sus encomiendas a los que participaron
en las guerras almagristas y pizarristas.
Los encomenderos de otras regiones se
dirigieron a Cusco donde se estaban reuniendo
los opositores a Leyes y la región conformada
por el Cusco, Arequipa y La Plata se convirtió
en “el centro y motor de la resistencia pizarrista”
(Barnadas, 1973). El último de los hermanos
Pizarro que tenía una gran autoridad entre los
encomenderos, Gonzalo, marchó con este propósito
desde las minas de Porco que quedaban
dentro de su encomienda, en Potosí, hasta Cusco para encabezar la resistencia contra el enviado
de la Corona. En Cusco, apoyado por muchos
encomenderos, se autoproclamó “Justicia Mayor
y Procurador General del Perú” con la intención
de oponerse a las ordenanzas ante el virrey y, de
ser necesario, ante el emperador Carlos V. El gobernador
de La Plata, Luis de Ribera, en reunión
con los principales vecinos de la ciudad, declaró
su lealtad al rey y exigió juramento de fidelidad
al cabildo. Diez vecinos que negaron su apoyo al
virrey fueron apresados y condenados a muerte
por descabezamiento, la pena prevista para los
traidores. Se conoce los nombres de algunos:
don Sebastían de Castilla, don García Tello de
Vega Maqueda, Salzedo, Albán Pérez, Arévalo,
Sepúlveda, Corro, Agasanje.
El cabildo eligió a Diego Centeno y Pedro
de Hinojosa para comunicar las decisiones de
la villa y presentar sus observaciones en torno
a las Leyes Nuevas ante el virrey pero, al pasar
por el Cusco, los delegados platenses fueron
persuadidos por Gonzalo Pizarro y cambiaron
de bando. El cabildo del Cusco y Gonzalo Pizarro
escribieron al de La Plata argumentando
en contra de las ordenanzas y sugirieron que
todos los vecinos trajeran armas y caballos para
fortalecer la oposición. Sin embargo, el cabildo
de La Plata rechazó la propuesta y revocó los
poderes de sus representantes desleales. Mientras
tanto, la mayoría de los encomenderos de
la región se unió en torno a Gonzalo Pizarro.
Finalmente, en septiembre de 1544, 25 vecinos
principales de La Plata, encabezados por el
gobernador Luis de Ribera, partieron con sus
armas y caballos rumbo a Lima a ponerse bajo
las órdenes del virrey.
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