Buscador

domingo, 10 de noviembre de 2013

La Villa Imperial historia de una rica, próspera y gran ciudad

Bolivia celebra cada 10 de noviembre a su “Villa Imperial”, una ciudad que se impuso mundialmente por su riqueza en mineral, en lucha y en cultura. Este rincón de país que “vale un Potosí” fue protagonista de un memorable movimiento independentista.

El 10 de noviembre de 1810, un grito libertario sacudió a tierras potosinas. Los habitantes se levantaron en armas y tomaron prisionero al gobernador español Francisco de Paula Sanz, baluarte de la lealtad a la corona española. Las fuerzas libertarias estaban encabezadas por Manuel Molina, los hermanos Nogales, Salvador José Matos, Melchor Daza, Mariano Subieta y los hermanos Millares.

El levantamiento consolidó la libertad de Argentina, que combatía contra la Corona española desde 1809. Las tropas de Juan José Castelli, comandadas por Martín Miguel de Güemes, consiguieron la más importante victoria de la campaña del Alto Perú el 7 de noviembre de 1810, en la Batalla de Suipacha (Tupiza), pero al tomar la plaza de Potosí, podían lograr la caída de Francisco de Paula Sanz y el presidente de la Audiencia de Charcas, Vicente Nieto, defensores del absolutismo español.

La victoria de Suipacha fue el hecho más trascendental para que el 10 de noviembre de 1810, los potosinos aviven los ideales emancipadores de esta región.

Pese a sus esfuerzos, las fuerzas libertarias fueron derrotadas en Potosí por una contraofensiva española. Después de esa derrota, los héroes promotores del levantamiento de 1810 sufrieron grandes persecuciones, especialmente los heroicos hermanos Nogales y Millares.

LEYENDA E HISTORIA

El 10 de noviembre se recuerda el aniversario cívico del departamento de Potosí, cuya extensión es de 118.218 kilómetros cuadrados y que goza de la reputación de ser una de las ciudades más altas del mundo.

En tiempos prehispánicos, esta región estaba habitada por aborígenes Charcas y Chullpas, así como por grupos más pequeños de Quechuas y Aimaras. Pueblos pacíficos, hábiles artesanos en cerámica y platería, estos pobladores sabían de las riquezas mineras de la zona. Durante la colonización inca, los quechuas establecieron la explotación de las minas de plata en Porco, creando el sistema de trabajo llamado “mita”, es decir, trabajo obligatorio en las minas para los pueblos vasallos. De esta manera se proveían de los metales que los enriquecieron.

Estas minas ya tenían amplia fama a la llegada de los españoles, quienes al terminar de desbaratar el Imperio Inca, no tardaron en llegar a Potosí en busca de oro y plata. Las riquezas del Sumaj Orco (el célebre Cerro Rico) aún no habían sido extraídas, según cuentan las leyendas porque el Inca Huayna Kapac, descendiente de Pachacutec, envió a sus mineros a explotar el cerro, pero al empezar a abrir los hoyos, se escuchó una voz sobrenatural desde las entrañas de la montaña, que les ordenó dejarla intacta. La plata del cerro no sería para ellos sino para otra gente.

Después de su fundación, por Juan de Villarroel en 1546, la ciudad comenzó a crecer desordenadamente, a medida que llegaban aventureros y forasteros atraídos por la fabulosa riqueza de las minas del Cerro Rico. Hacia el año 1560, Potosí se había convertido en una de las ciudades más prósperas e importantes del Nuevo Mundo y su población de entonces, 160 mil personas, era superior según se dice que las de París o Londres.

No hay comentarios:

Publicar un comentario