Buscador

lunes, 16 de noviembre de 2015

¿Cómo se salvaron las actas de la primera Asamblea Constituyente?

El 2003, luego de una agotadora gestión, se logró abrir un depósito del Honorable Senado Nacional en el edificio Urus, de la ciudad de La Paz, donde se encontraban guardados documentos de antigua data de la Cámara de Senadores. Eran 13 amarros que fueron entregados el 25 de agosto del 2003 por el oficial mayor Enrique Mendizábal y la jefe de Seguimiento y Procesos Parlamentarios, Sonia de Garrón.
Fue mayúscula nuestra sorpresa al abrir el primer paquete, pues encontramos las actas manuscritas de la primera Asamblea Constituyente de Bolivia, que se realizó en 1826. Hoy, estos documentos, recientemente declarados Memoria del Mundo de América Latina y el Caribe de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, Ciencia y Cultura (Unesco), son guardados en la bóveda del Archivo y Biblioteca de la Asamblea Plurinacional.

Un documento de alto valor

Las actas fueron levantadas por varios escribanos a cargo de los secretarios de la Asamblea Constituyente de 1826, entre ellos José Ignacio de Sanjinés Barriga, autor de la letra del Himno Nacional. Sin embargo, por alguna razón fueron a parar a la legación boliviana en Buenos Aires (Argentina). Lo más probable es que algún alto funcionario no tuvo mejor idea que llevarse consigo el documento durante alguna misión diplomática y las dejó en el olvido.

Allí las encontró, una centuria más tarde, el embajador Eduardo Diez de Medina, ministro Plenipotenciario de Bolivia, durante su misión especial en la República Argentina. En junio de 1924 encontró entre los libros de la legación boliviana en Buenos Aires un grueso manuscrito. Con sorpresa vio que contenía las actas de la primera Asamblea Constituyente de Bolivia. Intrigado, leyó el documento in extenso y concluyó esa tarea el 17 de junio de 1924.
Cuando se retiró a descansar, el Ministro reflexionó sobre el inusual hallazgo, sin lograr conciliar el sueño. Al día siguiente, presuroso, se dirigió a la legación en la que redactó una orden, en su condición de Ministro con plenos poderes: "Remítase este volumen, de inapreciable valor histórico al Honorable Congreso de Bolivia”.
De esa manera las actas fueron repatriadas y enviadas al Senado Nacional, cuyas autoridades, sin embargo, no visualizaron la misma importancia, por lo que las archivaron. Posteriormente el Senado alquiló el depósito en el edificio Urus, a donde enviaron los documentos de antigua data en calidad de "exilio forzado”, pensando que por ello eran inservibles.

Eduardo Diez de Medina

Abogado, escritor, historiador, poeta, periodista, diplomático, internacionalista y político. Nació en La Paz el 8 de febrero de 1882 y murió el 27 de junio de 1955. Ejerció diversos cargos públicos, entre ellos el de redactor de la Convención de 1909, profesor de Derecho Internacional en el Colegio Militar (1910), Prefecto del Departamento de Oruro (1914), presidente del Concejo Municipal de La Paz (1910).
Fue Ministro Plenipotenciario en Japón, Uruguay, Chile, Perú y Cuba. Entre sus ensayos destacan La cuestión del Pacífico y la política internacional de Bolivia (1923) y Problemas internacionales (1936). Su obra poética es de carácter romántico, pero con formas modernistas: Martha o los tres lirios (1901), Mariposas (1903), Tríptico sentimental (1913) y Paisajes criollos (1919). Plasmó sus memorias en una obra testimonial titulada De un siglo a otro. Memorias de un hombre público (1955).

Importancia y alcance

Las actas están resguardadas en un voluminoso tomo encuadernado en pasta dura de la época, con 436 folios numerados. Fue transcrita por plumarios expertos en su labor, con notable dominio de la caligrafía, por lo que a pesar de tratarse de un documento temprano del siglo XIX, éste puede leerse con absoluta facilidad.
Contiene la relación íntegra de las sesiones de la Asamblea, desde la primera sesión preparatoria del 23 de mayo de 1826 hasta la sesión del 31 de diciembre de ese año que, sin embargo, se prolongó hasta el 4 de enero de 1827.

La primera sesión declaró el carácter constituyente del congreso y nombró presidente al doctor Casimiro Olañeta, otrora recalcitrante realista, hoy rabioso republicano.
El congreso se instaló el 25 de mayo de 1826 y escuchó el histórico mensaje del mariscal Antonio José de Sucre: "Representantes: Al devolver al pueblo en nombre del Libertador de Colombia la autoridad, de que estábamos investidos por la voluntad de la Asamblea General, por la del Perú y por vuestra situación (…), cabe a la República de Colombia el orgullo de que sus hijos sean los primeros que en el mundo americano llevaran a un país extraño entre el estruendo de las armas y el brillo de la victoria los principios de la soberanía del pueblo”.
El joven general enumeró sus actos de gobierno y explicó las gestiones ante la Argentina y Perú para allanar el reconocimiento; pero también se refirió a temas críticos: "Los indígenas, esta parte originaria de nuestro pueblo, la más digna del goce de los beneficios de la independencia, oprimida todavía por las costumbres de humillarlos, han sido rescatados en gran parte de los ultrajes con que eran tratados; pero ellos no están aun en la dignidad de hombres. Toda la fuerza del gobierno para arrebatarlos de la injusticia y del crimen no ha bastado para volver a esta clase infortunada de su condición y abatimiento. Su abyección en tres siglos de esclavitud los ha sumergido en males de que solo podrá sacarlos la protección del Cuerpo Legislativo y la ejecución de las medidas y decretos en su favor y en el de su educación”. ¡Era un verdadero desafío, pues aquellos constituían una clase social que vivía a costa de los indígenas! Encargaron el Poder Ejecutivo al Mariscal, pero solo "hasta que el congreso sancione la Constitución, la publique y mande observar”.
En el juramento hicieron jurar a Sucre: "Respetar la religión católica, proteger la libertad individual, la propiedad y demás derechos del ciudadano”. En el proyecto de los Olañeta, ni los indios ni los iletrados tenían cabida. Los días de Sucre siempre estuvieron contados.

Se abocaron a la organización de la República, sin descuidar ningún detalle, ya en el ramo de la hacienda pública, la administración de justicia y el Poder Ejecutivo, cuidando de diseñar una democracia altamente representativa y, por ello, excluyente. En la última sesión iniciada el 31 de diciembre y levantada el 4 de enero se decretó la disolución del Congreso Constituyente, el reconocimiento de la deuda pública y el caso de los hijos naturales. Se dispuso convocar al Congreso Constitucional el 6 de agosto de 1828; se reconoció una deuda pública emergente de la guerra de la independencia en 105.672 pesos, "por el préstamo que don Ambrosio Lesica hizo al general Urdininea en 15 de mayo de 1823”; finalmente "el proyecto relativo a los hijos naturales creyéndolo justo y conveniente porque restituía su dignidad a la especie humana, y hacía desaparecer de entre nosotros esas odiosas distinciones que castigaban en los hijos de la incontinencia de los padres”. La Asamblea en un alarde de dignidad decretó: "La falta de legitimidad en los natales no es un impedimento para obrar en la República Boliviana cualquier cargo civil o eclesiástico”, así como "los hijos llamados espurios (…) sean herederos forzosos de sus madres ex testamento y abintestato”.

(*) Es historiador y director del Archivo y Biblioteca de la Asamblea Plurinacional.

Los manuscritos se guardan en uno de los lugares más seguros de la biblioteca
Las actas, en la exbóveda de un banco

Anahí Cazas / La Paz

En la puerta del Archivo y Biblioteca de la Asamblea Plurinacional -ubicado en el subsuelo de la Vicepresidencia- un policía controla celosamente el ingreso de las personas. "Tiene que dejar su cédula de identidad”, dice el guardia, quien además recuerda a los visitantes que está prohibido ingresar al espacio con bolsos o mochilas.
Luego de pasar el control de seguridad, una alfombrada sala de lectura recibe a los visitantes, divididos entre investigadores nacionales y extranjeros. En el lado derecho del lugar se halla la puerta de ingreso a la bóveda del archivo, donde se guardan importantes tesoros documentales. Uno de ellos es el manuscrito original de las actas del primer Congreso Constituyente de Bolivia de 1826.
El manuscrito, que hoy ostenta el título de Memoria del Mundo de la Unesco, se encuentra dentro de una vitrina hecha de vidrio y sobre una mesa de madera. A su lado se hallan también las partituras originales del Himno Nacional.
Delante de las actas se observa un escudo de Bolivia hecho de plumas naturales. "Es uno de los lugares más seguros del archivo”, asegura Luis Oporto, director de la Biblioteca y Archivo de la Asamblea Plurinacional de Bolivia.
Y es que el manuscrito se encuentra en una de las cajas fuertes en las que antes se guardaban los lingotes de oro de las reservas del país, ya que era el antiguo edificio del Banco Central de Bolivia.
Para ingresar al espacio uno tiene que atravesar una puerta de metal idéntica a las de una caja fuerte. Tiene más de cinco claves de seguridad. En el lugar, donde reina el silencio, también se observa una colección de manuscritos que datan de los primeros años de la República de Bolivia. Y se conserva como verdaderos tesoros las actas de la primera Asamblea Constituyente de Bolivia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario