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jueves, 26 de mayo de 2016

Juana Azurduy, de Chuquisaca


La historia que voy a contarles es parte de nuestra patria, vivida en días de gloria, sangre y batallas. Pido a los herederos de esta América liberada hacer un alto en el camino junto a la tumba de la coronela Juana Azurduy de Padilla.

Sentirán al amanecer la risa alegre de una niña que ríe, canta y juega con las mariposas. Sentirán al mediodía el galopar de su caballo que cruza por campos sembrados de armaduras españolas y cuando la noche extienda su manto, sentirán que el alma se les va, dejando un cuerpo solitario.

Las pesadas puertas del convento de Santa Teresa se abren para dar lugar al menudo paso de una muchacha morena que tiene los ojos grandes y vivaces. Quieren hacer de ella una monja. ¡Qué pequeño se ha vuelto el cielo entre los muros del convento! Ni siquiera la gran medalla blanca en plenilunio se ve aparecer tras la cumbre del Sica Sica. Los altos muros le limitan el horizonte, la cierran, la aíslan del mundo. Las tardes son largas y perfumadas por jazmines y nardos, esas flores irán a morir más tarde a los pies del Cristo moribundo en el silencio de la capilla. Pero Juanita no quiere ser monja, hay demasiada alegría en sus ojos reidores y su mente alocada. Ella sólo sueña con santos heroicos.

Una tarde, el confesor del convento sostiene una larga conferencia con la priora. Al día siguiente Juana deja el convento. ¡Es un ave libre que sacude sus alas!

Canto

Como un ave que salta por los caminos va cantando en el campo sus dulces trinos.
Frente a un cielo que cubren blancas palomas quiere volar con ellas las altas lomas.
Salta y juega en el aire y baja el río. Acaricia las olas y vuelve al nido.
Alza vuelo a los montes hasta las nubes y en su trino nos trae nuevos cantares.

Hay en las calles de la vieja Charcas mucha luz, mucho sol, un azul y ancho cielo. El horizonte se abre como un mágico abanico y en las noches, junto a las rejas florecidas deliran de amor las serenatas. La luna de nácar presta apariencias de leyenda a los patios olorosos y anchos de Chipirina. Juana ha entregado su amor al arrogante Padilla. Ahí es entonces cuando la patria pide libertad.

Canto

Juntemos nuestros brazos compañera, tenemos por delante la vida entera.
El cielo está cubierto de nubes negras, abramos con la espada las sendas nuevas.
Juntemos nuestros brazos compañera, ya están los "chapetones” en las montañas y vienen a quitarnos tierras sembradas. Por eso compañera junto a mi espada quiero verte en la lucha.
Mi bien amada juntemos nuestros brazos compañera.

Juana y Manuel se enrolan en las filas de los luchadores, su presencia es señal de combate. Ellos cubren las retiradas y empapan los triunfos. Un día están escondidos entre las fragosidades de las sierras; otros días, sembrando espanto entre los enemigos. Como símbolo de libertad en la batalla, doña Juana entrega a su compañero, un robusto niño fruto de su amor y la bandera del fiero enemigo.

Cañoto y Walparrimachi cantan su gloria. Más tarde, después de la batalla de El Villar, se le une el dolor supremo de ver la cabeza de Padilla clavada en la punta de una lanza con la mirada inexpresiva, pero el dolor acicatea su arrojo y aporta con su brazo férreo en las huestes argentinas de Güemes. Aguilera, el vencedor de Padilla, pone precio a la cabeza de Juana Azurduy y aún así, sigue el camino de la lucha por la patria, en busca de su preciada libertad y los enemigos son al fin vencidos.

Canto

Juana Azurduy de Padilla cruza a caballo la historia sembrando el alto sendero de armaduras españolas.
Con los cabellos al viento como bandera de patria rompe horizontes de espadas Juana la libertadora.
Ay soldaditos de plomo mandados por la Corona , todos cayeron rodando al paso de la amazona.
Y en la cumbre del coraje , donde destella la gloria, Juana de Arco se inclina y abraza a su hermana criolla.

Ya los chapetones dejaron la tierra americana y hay días de gloria para los defensores de la patria. Doña Juana es teniente coronela del ejército argentino. El Mariscal Sucre le da una pensión que nunca le pagan. Más tarde, sobre ella, cae el velo del olvido, pesado como una losa. Se acabaron las glorias de antaño. Sólo queda la monotonía de los largos días de soledad y miseria. Un 25 de mayo, anciana, ha muerto Doña Juana mientras las campanas repican a gloria. Nadie en su entierro y en la noche sólo un piadoso rayo de luna besa la tumba fresca de Juana la heroica.

Canto

Juntemos nuestros brazos compañera, tenemos por delante la vida entera.
El cielo está cubierto de nubes negras, abramos con la espada las sendas nuevas.
Juntemos nuestros brazos compañera ya están los chapetones en las montañas y vienen a quitarnos tierras sembradas.
Por eso compañera junto a mi espada quiero verte en la lucha mi bien amada. Juntemos nuestros brazos compañera.

Luis Rico es Premio Nacional de Culturas 2013 y Maestro en las Artes 2015.

25 DE MAYO 1809


Revolución El 25 de mayo de 1809, la Real Audiencia de Charcas, hoy Chuquisaca, amaneció convulsionada por estudiantes universitarios y sectores independentistas que destituyeron al gobernador de entonces, Ramón García de León y Pizarro, para formar una junta de gobierno, ante las sospechas de que éste intentaba entregar el Virreinato del Río de la Plata a la infanta Carlota Joaquina de Borbón.
Personajes El movimiento, fiel en principio al rey Fernando VII de España, estuvo encabezado por ciudadanos como Bernardo de Monteagudo, Jaime de Zudáñez y otros seguidores de ideales republicanos, quienes realizaron protestas populares en las calles de Chuquisaca. Juana Azurduy y su esposo Manuel Ascencio Padilla se sumaron posteriormente


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