A una hora al Este de Santa Cruz, al otro lado
del río Grande, está el pueblo de Pailón, primera
estación del tren que sigue rumbo hacia
la frontera con Brasil. Cuando se construyó el
ferrocarril, en los años 50 del siglo pasado, en un
préstamo de tierra para el terraplén ubicado al
Suroeste de Pailón, salieron a la luz algunas tumbas
y objetos cerámicos. Así se llegó a conocer la
existencia de sitios arqueológicos en el lugar, que
mucho después fueron estudiados por un equipo
boliviano-alemán (Prümers, 2002).
La ocupación prehispánica en los alrededores
de Pailón parece haber comenzado alrededor
de 500 d. C. y continuado por aproximadamente
800 años, hasta el 1300 d. C. Sin embargo, los
restos de esta ocupación, o de estas ocupaciones,
no se encuentran en un solo lugar sino
esparcidos en un sector amplio entre el actual
pueblo y la ribera del río Grande, que corre a
unos 7 km al Oeste de Pailón. Los restos más
recientes se hallaron cerca del curso actual del
río Grande. Como este río suele desbordarse de
vez en cuando, es posible que las ocupaciones
más antiguas se encuentren bajo capas gruesas
de sedimentos aluviales.
Los restos de la fase más antigua, denominada
Pailón A (500-1000 d. C.), fueron encontrados
en un área de excavación de 120 m2, ubicado a
unos 500 m al Oeste de la circunvalación de
Pailón, en un cultivo de yuca (Fig. 143). Ahí se
hallaron, a algo más de 1 m de profundidad, los
restos quemados de dos casas con paredes de
bahareque. Sobre los pisos de tierra quemada
compactada de estas casas existían concentraciones
de carbón vegetal y fragmentos quemados
del enlucido de las paredes. Del nivel de ocupación
al cual pertenecían las casas, los habitantes
prehispánicos habían excavado algunos pozos,
la mayoría de los cuales contenía deshechos. Sin
embargo, en tres casos se trataban de entierros,
que correspondían a una mujer de 18-20 años,
un neonato y un hombre de 30-40 años (Fig.
144). Los muertos yacían en posición extendida
decúbito dorsal y orientados de este-oeste sobre
un lecho de fragmentos de cerámica. La cabeza
de los dos adultos había sido cubierta con platos
trípodes y su torso tapado con fragmentos grandes
de vasijas quebradas. En el caso del neonato,
tres platos trípodes cubrían el pequeño cuerpo.
Dos cántaros con base cónica tipo ánfora
(Fig. 145) fueron reconstruidos con los fragmentos
de cerámica encontrados en la tumba del
hombre. El más grande de estos cántaros tenía
casi 90 cm de altura, pesaba alrededor de 20 kg
y fue reconstruido con 285 fragmentos. Ambos
cántaros fueron destruidos con un golpe fuerte; el
hecho de que casi todos los fragmentos llegaron
a ser depositados en la tumba pone en evidencia
que esto pasó con ocasión del entierro.
Los restos de la ocupación más tardía (Pailón
B), hallados a unos 500 m más al oeste, en
el borde de un antiguo curso del río Grande,
se limitaron a una delgada capa de ocupación.
La misma contenía sobre todo cerámica fragmentada
y otros desperdicios, como huesos de
animales y ceniza. Varios fogones en pequeños
pozos contenían carbón vegetal fechados entre
1050-1300 d. C. Varios huecos de poste indican
la presencia de construcciones en el lugar, pero
la disposición general de los restos hace dudar de
que haya durado mucho. La cerámica de esta fase,
con decoración incisa, es tan diferente de la anterior
que podría interpretarse como un cambio
en la población. De esta cerámica se han hallado
ejemplares también en Santa Cruz de la Sierra,
como reocupación tardía en el sitio Grigotá y en
el barrio El Bosque (Prümers, 2002).
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