A comienzos del siglo XVIII estuvieron en la
región de Baures dos misioneros afanosos, no
solamente en „salvar almas“, también en escribir.
Dejaron crónicas y cartas, que sin duda son las
descripciones más detalladas que se tienen de
alguna de las regiones de los Llanos de Mojos del
tiempo misional (Eder, 1985 [1772]; Mayr, 2002
[1717-1740]). Para la interpretación de los restos
arqueológicos de la región dan muchas pistas,
como por ejemplo en las siguientes dos citas:
La mejor zona de la region es la llamada de Baures, pues hasta ahora no ha sufrido jamas ningun daño de las aguas, ya que asi como las reducciones del Mamoré la aventajan en que sus sabanas son mas elevadas, asi ella las supera en tener tierras aptas para la siembra, pues se cultivan aquellos lugares mas elevados, pero no en las sabanas. La tierra por lo general es negra y muy suave al tacto (Eder, [1772]: 73).… toda la sabana queda cubierta por las aguas la mayor parte del año, por lo que solo en canoas se puede transitar por ella de una a otra isla. No contando con ellas la mayoría de las etnias, por su pereza o por su ignorancia en fabricarlas, pero necesitando o gustándoles al mismo tiempo visitar de vez en cuando a sus amigos cercanos (principalmente para beber), levantaron una especie de puentes con tierra excavada por los lados, que quedaron por encima de toda inundación; su anchura era suficiente para que circularan dos coches nuestros juntos. Con estos puentes tambien lograron que las primeras lluvias anuales se almacenaran en el hueco dejado por la tierra excavada y, cuando en verano las sabanas ya estan secas y casi quemadas, que quedara allí suficiente cantidad de agua para transportar por aquellos canales su maiz y demás cosas necesarias. Los Baure hacían gran uso de estos puentes, encontrándose alli por doquier, aunque en la actualidad casi no se utilizan, a causa tanto de la abundancia de canoas como de que los puentes se han inutilizado e interrumpido con el paso de tanto tiempo (Eder, [1772]: 105).
La primera cita describe perfectamente la
ubicación de los pueblos y de sus sembradíos en
las alturas. Además, la referencia a la presencia
en estos lugares de una tierra negra y muy
suave al tacto“ debe ser la primera mención de las terras pretas tan estudiadas actualmente
(ver recuadro 23). La segunda cita nos informa
sobre la cohesión social de los grupos que, no
obstante de vivir en diferentes islas, conformaban
una entidad mayor, que correspondería a lo
que los españoles del tiempo hubieran llamado
una „nación“ y nosotros hoy en día un grupo
étnico. Nos informa, además, de la red de terraplenes
construida por los Baure para mantener
el contacto dentro de su sociedad y que ellos
carecían de canoas.
La ubicación de los asentamientos en las islas
de bosque, así como la red de terraplenes y canales
que las comunica, resalta perfectamente en el mapa
que hemos elaborado de la región, en el cual se
han omitido muchos detalles (Fig. 132). El trabajo
invertido en construcción y mantenimiento de este
sistema complejo, que conecta asentamientos por
distancias de 50 km y más, debe haber sido enorme.
Igual de laborioso debió haber sido excavar los fosos
con los cuales intentaban protegerse contra sus
enemigos. De estos fosos, Eder dice lo siguiente:
Habiendo aterrorizado los Guarayo toda la
región, consiguieron que los Baure se comprometieran
a entregarles anualmente cierto
número de muchachos y muchachas: pero ni
siquiera así estaban a salvo de sus frecuentes e
inesperados asaltos. Así pues, para solucionar sus
problemas de otra forma, decidieron rodear sus
islas con fosos (que subsisten hasta hoy y que
demuestran la gran población que por entonces
debía haber). Conocí islas [de monte] cuya
circunferencia llegaba a tres millas [equivale,
aproximadamente, a 5.4 km] y que estaban rodeadas
de dos o tres fosos. Estos son tan anchos
y profundos, que se pueden comparar con los de
Europa. Iban amontonando la tierra excavando
en las espaldas del foso, formando una pared de
declive muy abrupto y de difícil subida para el
hombre. De esta forma hicieron más difíciles
al enemigo sus asaltos. De todas formas, estos
proseguían, bien porque los que salían afuera
de los fosos eran víctimas de emboscadas, bien
porque no podían excavar tales fosos por todas
partes, dejando siempre algún resquicio por el
que se introducían sin ser apercibidos (Eder,
1985 [ca. 1772]: 106).
La descripción es bien clara en resaltar que las
zanjas son obras defensivas, y por eso pasaremospor
alto las otras funciones que se han postulado
para ellas. Además, la cita de Eder aclara que
los fosos rodeaban islas de monte enteras y que
excavarlos era tan laborioso que a veces no eran
completados. Sin embargo, algunos arqueólogos
han relacionado esta descripción con las zanjas
circulares que se encuentran en el centro de la mayoría
de las islas de monte, que deben ser interpretadas
como defensas adicionales para los poblados
propiamente dichos. Los sistemas de fosos, de los
cuales estas zanjas circulares constituyen sólo una
parte diminuta, se están reconociendo recién. En
una área de 200 km2, cerca del pueblo de Bella
Vista, que se mapeó con LIDAR (Escáner Láser
Aerotransportado), una tecnología que permite
"eliminar" en el relieve del terreno la vegetación,
se han detectado unos 20 sitios con zanjas. Casi
todos están compuestos por varias zanjas y los
sitios grandes, con fosos que encierran más de 200
hectáreas, tienen por lo menos dos zanjas circulares
pequeñas como partes del complejo (Fig. 133).
Con esta evidencia se ha adelantado una parte
de la historia de la investigación en la región,
que igualmente comenzó con los trabajos del
barón Erland Nordenskiöld. En sus viajes por el
río Guaporé, entre 1914 y 1915, Nordenskiöld
constató la presencia de sitios rodeados por zanjas
en todas las alturas de la ribera. Recolectó material
arqueológico de superficie en diferentes lugares,
que ha sido estudiado recién unos cien años
más tarde (Jaimes Betancourt, 2012b). Después
hicieron estudios en sitios situados en la banda
brasileña del Guaporé la antropóloga austriaca
Etta Becker-Donner (1956a, b) y el arqueólogo
Eurico Miller (1983), y en la provincia Iténez
los argentinos Dougherty y Calandra (1984:
187-190; 1984-85; 1985). De estos trabajos, el
de Miller es el más puntual, ya que llevó a una
periodización del material. A partir del año 1995,
el arqueólogo norteamericano Clark Erickson
ha efectuado prospecciones arqueológicas en la
región de Baures. Sus estudios se enfocaban en
la documentación de las transformaciones del
entorno natural por los habitantes prehispánicos
y en la documentación de las obras de tierra
(Erickson, 2000a, b; 2006, 2008, 2010).
Las primeras excavaciones de mayor escala
en la región fueron las que hicimos en el interior
de una zanja circular al Norte del pueblo de Bella
Vista (Prümers, 2010; 2014; Prümers / Jaimes
Betancourt / Machicado, 2009). En este sitio,
conocido como la Granja del Padre, se excavaron
unos 600 m2 (Fig. 134) sin encontrar ni un hueco
de poste. Con esto no queremos decir que en el
lugar no vivía gente, ya que una capa de color negruzco
llena de restos culturales que se extendía
por toda el área excavada prueba lo contrario, sin
embargo, queremos llamar la atención al hecho
de que las casas, por lo menos de esta ocupación
que data entre 1200 - 1400 d. C., probablemente
estaban construidas de adobe. Dentro del área de
excavación se hallaron también unos 16 entierros
en vasijas. En la mayoría de los casos el cuerpo
había sido depositado en una vasija grande. Para
poder hacer entrar el cuerpo en la vasija tuvieron
que sacar la base y cubrir la abertura con fragmentos
grandes de otras vasijas (Fig. 135).
La cerámica era en todos los aspectos diferente
a la del área de las lomas altas (Fig. 136)
y mantenía una mayor relación con la cerámica
encontrada en el lado brasileño del Guaporé
(Jaimes Betancourt, 2014).
Siendo las islas de bosque o las alturas formadas
por las estribaciones del escudo brasileño al
Norte de Bella Vista los únicos lugares habitables
de la región, es de extrañar que hasta ahora no
se tengan evidencias de ocupaciones largas. Todos
los sitios que se han investigado hasta ahora
tenían una capa de ocupación delgada que, hasta
donde los datos publicados nos permiten decirlo,
parecen corresponder al mismo período de tiempo
que la ocupación de la Granja del Padre. Por eso,
el hallazgo reciente de una cultura mucho más
temprana en la isla de monte de Jasiaquiri, ubicada
unos 8 km al Suroeste de Baures, es de suma
importancia. Los restos salieron a la luz durante la
construcción de una nueva cancha de básquet en
el terreno de la escuela. Entre los pocos contextos
arqueológicos que pudimos documentar durante los trabajos de rescate había el entierro extendido
de una mujer (Fig. 137). La cabeza ya había sido
removida o destruida, y de una vasija que había
sido depositada como ofrenda se había conservado
solo la base. No obstante estas perturbaciones, se
pudieron documentar in situ cuatro torteras que
habían sido depositadas a la altura de los pies. Para
la ocupación a la cual pertenece este contexto tenemos
dos fechados de radiocarbono entre 350-550
d. C., lo que significa que es unos 1000 años más
antigua que la ocupación cuyos restos se había
excavado en la Granja del Padre y en Jasiaquiri.
Se sobreentiende que la cerámica de esta nueva
cultura es bien diferente de todo lo que se conocía
hasta ahora de la región. Entre las formas dominan
cuencos con bordes anchos que están decoradas
con gruesas líneas incisas rellenadas de una arcilla
blanca, con motivos de zig-zag (Fig. 138 d),
triángulos con hachurado vertical (Fig. 138 b, g)
y grecas (Fig. 138 c, e) (Jaimes Betancourt, 2014).
El hallazgo fortuito de Jasiaquiri demuestra
plenamente los vacíos que todavía existen en
nuestro conocimiento del pasado prehispánico de
la región. No sólo porque es el único sitio de su
género que se conoce, sino también porque entre su
ocupación y las ocupaciones tardías que se conocían
hasta ahora existe un lapso, de aproximadamente
1000 años, del cual no sabemos absolutamente nada.
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