Isabelle Combès
A1 medio camino entre el Pantanal al Este y el río
Grande o Guapay al oeste, la primera ciudad de
Santa Cruz de la Sierra no se fundó en un lugar
virgen y vacío de gente, todo lo contrario: su ubicación
exacta, según una relación de 1561,“en lugar
cómodo de grandes labranzas y comidas frutales
y pesquerías y casas”, se debió en gran medida al
impresionante número de indígenas que vivían en
sus alrededores. La misma fuente habla de “muchos
indios con diferentes nombres y lenguas, grandes
labradores, de 80.000 fuegos [hogares]” a 40 leguas
a la redonda o de “muchas provincias y ayllus de
naturales” (Relación de los casos… 2008 [1561]: 69).
Poco menos de dos meses después de la fundación,
el 20 de abril de 1561, un gran número de naturales,
estimado en algunas partes en 60.000, fue distribuido
en encomienda a los pobladores españoles,
en una interminable lista de nombres extraños de
“principales” (jefes), “generaciones” (naciones, grupos
étnicos) y “parcialidades” (sub-grupos, aldeas):
Haquihmoracoçi, Caparxoro, Maraibo, Aaturay,
Macaraecoçi, Chabocoçi, etc. Sin contar las repeticiones
ni los casos poco claros, esta lista arroja
un total de 268 aldeas o grupos repartidos entre
los fundadores de Santa Cruz. Sin duda alguna: la
ciudad de Chaves fue antes también la de los Tuçi,
Morotoco y demás caciques indígenas de la región.
Estos personajes y sus grupos no son nada
fáciles de rastrear en las fuentes de la época. Los
españoles conocieron sus nombres mediante sus
guías, baqueanos e intérpretes indígenas, y a su
vez los interpretaron (y los escribieron) como
pudieron. Esto significa que rara vez (casi nunca)
son nombres “propios” o “auto-denominaciones”. Por ejemplo, encontramos en las fuentes
muchos nombres que llevan el sufijo coci, antigua
marca del plural, probablemente en el idioma
gorgotoqui: tamacoci, panecoci, jamarecoci,
etc. Este hecho no significa necesariamente que
los grupos así nombrados hablaban el gorgotoqui,
sino más bien que fueron llamados así por
gorgotoqui-hablantes. Lo mismo puede decirse
de los también numerosos gentilicios terminados
en ono, marca arawak (chane) del plural. Esto significa
que, según los guías e intérpretes, pueden
existir dos, tres o hasta más nombres diferentes
para designar un solo grupo humano. Sabemos,
por ejemplo, que los tapuy-miri (así llamados
por guaraní-hablantes) son los mismos que los
españoles llegaron a llamar chiquitos, y los mismos
también que se autodenominan como tovasicoci.
Sin embargo, en muchos casos las fuentes no
aclaran estos problemas, y corremos el riesgo
de contabilizar varios grupos donde existió uno.
Otro problema es la existencia de numerosos
nombres “genéricos” que pudieron aplicarse a
diferentes grupos, en diferentes épocas y diferentes
lugares: timbú por ejemplo, término
guaraní que podía aplicarse a cualquier grupo
humano que tenía costumbre de horadarse el
labio; nambikua y variantes, del guaraní nambi:
“oreja”, que se aplicaba a los diferentes grupos
que los españoles llamaron “orejones”, sin que
estos diversos grupos tengan ninguna relación
entre sí. Entre los nombres genéricos se deben
contemplar términos como “cario”, “guaraní” o
“chiriguanaes” por ejemplo, que fueron aplicados,
a veces al mismo tiempo y por los mismos
cronistas, a cualquier grupo guaraní-hablante.
Esto no implica, ni mucho menos, que estos
diferentes grupos se conocían o que constituían
“parcialidades” de una “misma nación”.
Finalmente, debemos contar también con los
autores de nuestras fuentes, es decir, los españoles.
Ellos estaban interesados en los servicios que les podían
prestar los indígenas (comida, etc.) o en buscar
las riquezas de las tierras fabulosas que perseguían.
Las costumbres de los “naturales” poco interesaban
si no tenían un impacto inmediato sobre los
españoles: de esta manera, podemos saber que los
tovasicoci utilizan flechas envenenadas… pero nada
en las fuentes nos informa sobre sus creencias por
ejemplo, u otros aspectos de su cultura.
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