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martes, 21 de junio de 2022

Santa Cruz indígena - Una región bisagra

A medio camino entre Andes y Pantanal, la ciudad de Santa Cruz se ubicaba “en frontera de dos provincias de chiriguanaes” (Suárez de Figueroa, 1965 [1586]): al Este de la ciudad, los chiriguanaes de Itatín y, al oeste, los de la “cordillera”. Según las fuentes, los itatines se ubican a 25 ó 30 leguas “al levante”. Al Oeste y Suroeste de la ciudad se ubicaban los chiriguanaes de Vitupue y Condorillo, y los tamacocis; al Norte, los chiquitos, “gente muy belicosa y de guerra”, que utilizan flechas envenenadas; y al Sur “está la provincia de morotocos”, también “gente belicosa” a causa de quienes no se trajina más el camino que llevó a Irala, en 1548, hasta los gorgotoquis.

De hecho, los grupos indígenas de la primera Santa Cruz no pueden entenderse como núcleos aislados. Las fuentes evidencian intensos contactos entre los grupos de la región y sus vecinos, contacos que tejían como una inmensa telaraña entre el Pantanal y el río Guapay, o entre la Chiquitania y el Chaco boreal.

Una primera red de contactos la constituye el comercio (o el robo, el trueque, etc.) del metal andino a través de las Tierras Bajas. Oro y plata se conseguían principalmente de la gente llamada “los candires” y “los caracaras”, es decir, los incas y sus yanaconas de los centros de Samaipata en los valles y de las minas de Saypurú en la “cordillera Chiriguana”. El comercio o el robo de metal entre los diferentes grupos es lo más sobresaliente de las informaciones y relaciones españolas, pues era también el principal punto de interés de los exploradores. Lo importante es que mediante este comercio, todos los grupos indígenas de una extensa región están interconectados: los tarapecocis reciben por ejemplo metal de los payzunos, quienes a su vez lo obtienen de los chanes y otros grupos; los gueno, ymore y xarayes distribuyen el metal, conseguido al Oeste a lo largo del río Paraguay, a grupos como los xaquides, xacota, chanes, quigoaracoçi, yriacoxi, xabacoxi, deycoxi, turucoxi y guarhagui.

Oro y plata pueden conseguirse mediante trueque –los tarapecocis los obtienen “a trueco de arcos y flechas de esclavos que toman de otras generaciones”–, comercio en el cual los grupos chanes y payzunos ocupan un lugar privilegiado de intermediarios; o mediante robos a los productores, o incluso aliándose varios grupos “para ir a buscar el metal”. Así tenemos conocimiento de expediciones multiétnicas, que integraban guaraní-hablantes, xarayes y otros pueblos, hacia el occidente en la época inmediatamente prehispánica.

Se trataba entonces de una región en plena efervescencia, donde todos los grupos estaban interconectados y donde los contactos directos o mediatizados con los pueblos andinos y los asentamientos incaicos fronterizos eran constantes. Sean pequeños grupos pescadores o grandes núcleos agricultores, sea la que fuere su pertenencia lingüística, prácticamente todos los grupos de esta macro-región tenían relaciones entre sí por el trueque o el robo del metal, por su participación en expediciones guerreras, por alianzas matrimoniales, por relaciones de amos a esclavos. Más allá, esta red se extiende, por ejemplo, río Paraguay abajo (y de allí al Atlántico), al occidente hasta los Andes. Si la ciudad de Chaves se fundó precisamente en este lugar fue por la “gran cantidad de naturales” presentes; fue porque, en la línea borrosa e indefinida que separa al Gran Chaco del macizo chiquitano, a medio camino entre el Pantanal y los últimos estribos andinos, Santa Cruz se erige en un punto bisagra, bisagra geográfica, bisagra ecológica, crisol donde se encuentran varias tradiciones, lenguas diversas, “generaciones” plurales.

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