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lunes, 29 de abril de 2013
Daniel Campos, viajero y explorador del Chaco
De Tarija a la Asunción. Expedición boliviana de 1883 (Editorial El País, Santa Cruz, 2010) es sin duda un documento histórico valioso, que además ventila momentos de buena literatura. Se trata de un cuaderno de apuntes en el que Daniel Campos (1829-1902) comparte con talento poético una serie de imágenes bellas que guarda del Chaco, de los guaraníes, de la psicología intemporal del ser humano, y de los pormenores de una travesía de 73 días en la que una tropa de voluntarios —que él mismo dirigió— se jugó la vida sin que sus hazañas nos sean vedadas.POTOSINO. Daniel Campos, abogado, ministro, y delegado de la expedición a Asunción por invitación del gobierno, fue un potosino que se declaró enamorado del Chaco; hombre variado, de diversas ocupaciones y gustos, talentoso escritor de poemas, aunque éstos no llegaron a ver la luz más que en algunos periódicos de inicios del siglo XX. Este afecto por la poesía se respira ya en varios pasajes de este informe, especialmente en el notable capítulo titulado “La borrasca”, en el que su prosa parece alcanzar su temperatura ideal, quizá por la situación extrema que viven en ese momento, por la incertidumbre, empeorada por el violento temporal que los azota, y por el cercano encuentro que tiene con la muerte, todas ellas cuestiones que relampaguean ante sus ojos y chorrean a través de sus palabras en calidad de primicia.
La cuestión urgente en aquel viaje es siempre cómo avanzar, qué ruta tomar, cómo evitar un bosque o seguir un río, prolongar la línea y seguir adelante. Pero los obstáculos surgen todo el tiempo, no es sólo el Chaco como adversidad —que hasta ese momento es considerado terreno hostil e infranqueable—, es también la falta de agua y alimentos, las infecciones, la inclemencia de los pantanos, la presencia amenazante de las tribus, aunque esta amenaza exista más por prejuicio que por conocimiento cabal de los exploradores, que en pasajes son vencidos por sus sugestiones. Uno de los peores obstáculos a la expedición son las negligencias, tanto del Coronel Pareja como del francés Arthur Thouar, que intercambian ágilmente en el trayecto el papel de villano y de traidor.
APORTES. Cabe adelantar que en este libro el lector encontrará mucho más que un estudio geográfico de la zona, o la mera colección de interpretaciones del momento histórico que se vivía tras la creación de la Patria y la pérdida del Litoral, pues se verá ante una serie de valiosos aportes de otro orden, como por ejemplo una profunda comprensión de las relaciones humanas, claves de un don para liderar a hombres cargados de ego, y fortaleza del espíritu frente a la extrema adversidad. Campos valora perfectamente el temple y fortaleza de los hombres que lo rodean y los usa en beneficio de la expedición; como buen líder, prefiere que los hombres que componen el grupo expedicionario lo sigan por convencimiento antes que por obligación; con tranquilidad, paciencia e ingenio argumentativo logra su cometido la mayoría de las veces.
Un logro fundamental en otro nivel es que desmiente la imagen de feroces salvajes que se tenía de los chiriguanos, y los defiende invariablemente a lo largo de varios pasajes: “sus tribus, tratadas con energía y benevolencia, lejos de ser el obstáculo son el poderoso auxiliar del explorador y mañana serán los fuertes brazos del trabajo productor”. (p. 245) Los guaraníes, desprovistos ya de la imagen de animales que se cernía sobre ellos devienen seres accesibles en el relato, juguetones hasta cierto punto, e ingeniosos.
QUIMERA. La exploración del Gran Chaco fue una quimera para generaciones precedentes, las realizadas los primeros tiempos del coloniaje no pudieron nunca avanzar más allá del Piquirenda. Fue recién con esta expedición de 1883 que se logró cruzar ese desconocido territorio. Por ello, como señala Mariano Baptista Gumucio, no existe una epopeya propiamente boliviana al estilo de El Cid Campeador en España, o del Martín Fierro de Hernández en la Argentina; pero si hay en nuestra historia una experiencia que se le aproxima es la que queda retratada en De Tarija a la Asunción.
Cinco años después de que se llevara a cabo esta expedición se publicó el libro sin que recibiera mayor atención. Por aquellas fechas el gobierno boliviano premió con tierras baldías y otros obsequios a los voluntarios de la expedición, pero no premiaron nunca su esfuerzo como correspondía, de hecho, por largo tiempo no se escucharon las recomendaciones esbozadas en el informe, y se mantuvo invariable la abusiva instalación de haciendas en los territorios indígenas. A más de cien años de la realización de este viaje, por segunda oportunidad, Daniel Campos reclama algo más que la calidez del reconocimiento.
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