"En julio estoy casada con Pedro Domingo Murillo”, afirma resignada Helena Ramallo, esposa de José Antonio Saavedra, el empresario máster en economía y doctorante en Derecho que cada año, en julio, se convierte en Pedro Domingo Murillo, el prócer de la Revolución del 16 de Julio de 1809. Aparece en los festejos julianos, en medio de la gente, sorprendiendo a todos.
Helena y José Antonio están casados hace más de 20, hace ocho que él decidió revivir al héroe. Su parecido con el Murillo de los cuadros y bustos que conocemos es increíble. Su atuendo y porte, copiado del héroe, ayudan mucho. Más cuando sostiene con firmeza la tea simbólica del prócer y exclama con vehemencia sus últimas palabras proféticas, pronunciadas antes de ser colgado, en enero de 1810: "¡La tea que dejo encendida nadie la podrá apagar! ”.
¡Don Pedro! lo llaman apenas sale de su casa personificando al prócer: desde el portero del edificio donde vive, que le pide una fotografía, hasta la gente que lo ve pasar, lo saludan con cariño y una risita, como celebrando una travesura. Pero para José Antonio Saavedra no se trata de una travesura, sino de una expresión de civismo._ "Pedro Domingo Murillo representa una suma de valores que deberíamos cultivar todos, como la defensa de la libertad. Todos tenemos una tea de la libertad dentro y debemos mantenerla viva”, afirma el hombre de trato muy cariñoso._ Desde el piso 25 "Don Pedro” vive en un céntrico edificio de la ciudad de La Paz, en el último piso (25), desde donde tiene un dominio de 360° de toda la ¡Oh linda! La Paz: desde el Faro Murillo, en la cima de El Alto, hasta el coloso Illimani.
Nos recibe con el atuendo del héroe de la Revolución de La Paz. Se acerca a una de las ventanas y admira, una vez más, la ciudad: "Desde aquí la veo completa”, expresa emocionado. "Está cambiando, sobre todo Miraflores. El Illimani siempre impactante. No creo que construyan un edificio que me tape esta vista”, añade y con su mano derecha, cubierta con un guante blanco, muestra la cuidad en la que, por cierto, no nació. ¿De dónde viene? "De Bolivia”, responde. Ante la insistencia, su esposa revela: "Nació en Santa Cruz, pero hasta los ocho años vivió en Beni. Después lo llevaron a Cochabamba y hace 25 años estamos en La Paz. Su padre era militar”.
Ella, dueña de unos brillantes ojos verdes, nació en Beni, pero se apresura a remarcar: "Soy boliviana”.
Al principio no estaba de acuerdo con que su esposo personificara al héroe paceño, le parecía algo excéntrico, pero, finalmente, se dejó llevar por la aventura y terminó bordando sus primeros trajes. Están muy bien guardados en un ropero, junto con los que hizo un bordador profesional. "Nos pasamos días copiando los modelos de los trajes de Murillo que se ve en los libros, láminas educativas, cuadros. Fue difícil, pero lo logramos”, cuenta.
"En julio me transformo” El 1 de julio, a las 6:00, José Antonio Saavedra ya está transformado en Pedro Domingo Murillo para asistir a su primera cita, que es con un canal de televisión. Desde ese instante no para. "Ya no voy a mi trabajo todo julio”, dice.
Su agenda está completamente llena: entrevistas con medios de comunicación, su presencia en actos protocolares de la Alcaldía, Gobernación y otras instituciones paceñas. Incluso visita colegios y barrios. Cabe remarcar que nadie auspicia ni contrata su presencia. El 16 de julio está despierto a las 4:00, impecable: con su traje, que manda a hacer cada año, peinado al estilo del siglo XIX y lleno de energías. Las necesitará porque a las 6:00 ya está atento al saludo a La Paz del Batallón Colorados de Bolivia con salvas de artillería. A las 8:00, aproximadamente, estará en la Casa de Murillo, donde las autoridades izan la bandera del departamento. Inmediatamente debe dirigirse a la plaza Murillo para participar en la entrega de ofrendas florales y en el desfile cívico.
Cerca al mediodía, personeros de la Alcaldía de El Alto lo llevan al Faro Murillo, donde los españoles abandonaron la cabeza de Murillo, después de colgarlo en 1810. "Un chasqui llega corriendo con una tea y me la entrega, con ese fuego yo enciendo la tea”, cuenta emocionado. Y el día transcurre para él en medio de desfiles y fotos con la gente que lo ve en los festejos y quiere una foto con él.
"Regresa a la casa bien tarde, destrozado, no lo reconozco de lo cansado que está y se duerme profundamente”, dice Helena Ramallo.
Al día siguiente José Antonio Saavedra se levanta y retoma su vida de negocios y sus demás actividades. "Personificaré al héroe hasta que Dios quiera”, afirma. Y ya está buscando en su familia alguien que continúe la tan elogiosa misión que asumió.
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