En 1550 aproximadamente, hace su ingreso a Nuestra Señora de La Paz, la ciudad fundada dos años antes por Alonso de Mendoza (1548), el alarife enviado por la Corona española para diseñar la nueva urbe que se sumó al poderoso imperio español. Su trabajo no será fácil. El lugar está enclavado en medio de innumerables ríos y su topografía muy accidentada, con subidas y bajadas abruptas. El clima tampoco ayuda mucho debido a las características de la zona montañosa: se debe aprovechar el calor y la luz del sol lo máximo posible.
En la nueva urbe, además de una gran población de indígenas, habitan unos 200 españoles que comienzan a convertirse en terratenientes, propietarios de haciendas donde se cultivan alimentos que son llevados a las minas de Potosí y otros centros mineros. También empiezan a dedicarse al comercio para aprovisionarse de telas, encajes, botones y otros - traídos por mercaderes de Lima en lomos de bestias- para que los hombres y mujeres no indígenas confeccionen su vestimenta.
"El pequeño poblado es un enclave español y punto de descanso en la transitada ruta comercial de Lima a Potosí, que además pasaba por el Cuzco” , señala la historiadora Clara López, autora del libro Alianzas familiares, élite, género y negocios en La Paz, Charcas, siglo XVII.
El alarife, siguiendo las ordenanzas del rey Carlos V para la construcción de las nuevas ciudades en Indias, identifica el lugar donde diseñará la pequeña ciudad, que tendrá la forma de un rombo, y que será como una isla entre tres ríos: Choqueyapu, Calchuni y Mejahuira. "Todo lo que se edificaría después fuera de la isla se convertiría en los barrios de indios”, remarca López.
El núcleo de la ciudad sería la Plaza Mayor o Plaza de Armas, como se daba en todas las ciudades españolas de América. Se la situó a al medio del rombo, desde donde partieron, en dameros, las calles de manera perpendicular, formando manzanos de ángulos rectos en dirección a cada uno de los cuatro puntos cardinales.
La Plaza de Armas fue diseñada por un arquitecto de apellido Paniagua, durante la gobernación del corregidor Ignacio de Aranda, en 1558.
"Alrededor de la Plaza Mayor se establecieron los "vecinos”, jefes de familia españolas que podían garantizar la supervivencia de sus familias y allegados. Para esto debían poseer ciertas propiedades”, indica la historiadora.
Pero no sólo se asentaron a su alrededor la gente con poder económico, sino también los edificios que representaban a los sectores de mayor peso en la nueva sociedad. En su investigación Historia de la Plaza Murillo a fines del siglo XIX, el historiador Humberto Espino señala que ésta "estaba rodeada de edificios públicos, como el Cabildo, hoy Palacio de Gobierno, la Catedral y la iglesia del Loreto de la Compañía de Jesús, hoy Palacio Legislativo”, se lee en el trabajo publicado por el PIEB.
Estas construcciones eran de barro y fueron derruídas para ser reemplazadas en el siglo XIX por edificaciones de tierra y otros materiales que persisten hasta hoy.
Junto a los edificios que representaban a los sectores de poder de la nueva ciudad comenzaron a instalarse una serie de negocios.
"Cada cuadra estaba divida en cuatro espacios, donde los ‘vecinos’ construyeron sus viviendas, generalmente de tres patios: el primero estaba destinado generalmente al negocio, el segundo a la vida familiar y el tercero al resguardo de los animales, ya sea de carga o que servían para la alimentación”, precisa Clara López.
Fue en el siglo XIX que la Plaza de Armas cobró otro sentido porque fue dedicada a los revolucionarios del 16 de julio de 1809 que, encabezados por Pedro Domingo Murillo, organizaron una sublevación contra el dominio español y tuvieron a la plaza como su centro de acción.
De acuerdo al historiador Randy Chávez, establecida la república (1825) la plaza fue nombrada 16 de Julio y al centro de ella se construyó una fuente de mármol. En 1902 fue denominada Pedro Domingo Murillo y seis años después, en 1908, se instaló al medio el monumento de prócer de la Revolución paceña.
"El monumento fue inaugurado el domingo 22 de agosto de 1909. Fue descubierto por Héctor Ormachea, presidente Concejo Municipal. Más de ocho mil escolares desfilaron ese día”, añade Chávez.
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