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lunes, 1 de abril de 2013

Batalla de Tumusla, 1º de abril de 1825 Bolivia debe su libertad e independencia a Medinaceli

La Batalla de Tumusla, realizada el 1º de abril de 1825, es consecuencia de la declaratoria de guerra que le hizo el coronel potosino, Carlos Medinaceli Lizarazu al general Español Pedro Antonio Olañeta, 3 meses antes de abril, el 9 de enero de 1825, en una carta que le dirige desde Talina (Potosí), donde textualmente le dice: “... Si. S. S. entra en razón y rectifica su conducta, ya no intentando resistir más a la Emancipación de todos los partidos y las provincias de Charcas, no habrá nada y no deberá temer usted., pero si insiste en su desconocimiento de Ayacucho (la Capitulación) y la Libertad, traicionando aun a los Libertadores y la Patria, prepárense usted, para la guerra definitiva”.

Esta carta fue enviada con Casimiro Olañeta, sobrino del General, tanto al mariscal Sucre como al Gral. Olañeta que estaban en Puno (Perú) y La Paz (Bolivia), respectivamente.

En otra parte de la carta, Medinaceli le recuerda a Olañeta: “Como charquino y patriota que soy, sobre todo nacido en esta tierra de Chichas y de Charcas (el Gral. Medinaceli nació en Tuctapari, cerca de Otavi, provincia Linares de Potosí, el 4 de noviembre de 1779 y murió en La Paz el 28 de Febrero de 1841), el 1º de febrero proclamaré en la capital de Chichas, en Cotagaita, la independencia total de esta Patria, de la Corona española y de los exvirreinatos, repúblicas hoy de las provincias del Río de La Plata y del Perú”.

Pero como el Gral. Olañeta no escuchó las advertencias del coronel Medinaceli, éste empezó a preparar militarmente su ejército en los campos, cerros y ríos de Talina, Chequelti, Cotagaita, Escara y Tumusla con la decidida participación de los originarios de la “nación de los Chichas”, los famosos “cuicos” yurumeños, calcheños, vichacleños, toropalqueños, viticheños, etc., para llegado el día escogido de Semana Santa, el 1º de abril de 1825, los alistados y preparados con el ejército patriota y comandados por el coronel Medinaceli desde tempranas horas de ese día se ubiquen estratégicamente en los cerros y río aledaños a Tumusla.

Entretanto, el ejército de Olañeta que venía en avanzada desde Potosí y llegado a Vitichi comenzó a descender, ese día trágico del 1º de abril, hasta las riberas del río Tumusla. Olañeta quería castigar con una derrota la defección de su exaliado.

La batalla comenzó a las 3 de la tarde y el militar español que quería dar ejemplo de bravura a sus soldados, montado en su caballo e iracundo, sable en mano, peleaba junto a sus oficiales y soldados contra el enemigo. El río se teñía de rojo en la lucha cuerpo a cuerpo: mientras de los cerros aledaños provenían los disparos de cañones, fusiles, hondazos y flechazos que dejaban muertos y heridos por doquier. En el fragor de la lucha. el Gral. Olañeta cae malherido de su caballo, después de varias horas de pelea, momento en que cesa la batalla y los sobrevivientes de su diezmado ejército declaran al ejército vencedor de Medinaceli, su rendición. Los soldados y oficiales de Olañeta y de Barbarucho Valdés, que también se rindieron en Chaquelti, en “llanto y sumisión” aceptan la Capitulación. Finalizada la batalla a las 7 de la noche, el vencedor queda con todo el botín de guerra, incluida la imprenta y otros bienes. Olañeta es apresado y cerca de la medianoche acepta la Capitulación de Tumusla. Olañeta muere el 2 de abril de 1825 y sus restos están enterrados en Patirana Tumusla.

El parte de guerra fue enviado al mariscal Sucre, que estaba en Potosí, el mismo día 2. Éste recibió el día 3 (sábado) de manos del Mayor Villegas... (Remitimos al lector leer el libro. “Recuerdos del Tiempo Heroico” de José Ma. Rey de Castro que fue secretario privado del Mariscal Sucre).

En la sangrienta batalla de Tumusla estuvieron presentes 2 ejércitos: El patriota comandado por el ccronel, Carlos Medinaceli Lizarazu, con 1.326 efectivos, entre jefes, oficiales y soldados. El Realista, con 1.732 efectivos, entre jefes, oficiales y soldados, comandados por el Gral. Pedro Antonio Olañeta.

El ejército realista tuvo 509 muertos y 734 heridos. El ejército patriota tuvo 156 muertos y 270 heridos. Incluido el Gral. Olañeta que murió el 2 de abril de 1825.

El detalle numérico de efectivos, muertos y heridos de ambos bandos demuestra las falsedades y tergiversaciones que se han escrito respecto de esta batalla. En una total irresponsabilidad, los seudohistoriadores, desde Manuel Ma. Urcullo, que por encargo de su compadre Casimiro Olañeta escribió sus “Apuntes para la Historia de la Revolución del Altoperú”, donde indica que en esa batalla hubo un solo muerto: Olañeta. Para Mesa Gisbert, la batalla “facilitó la penetración de las tropas colombianas a todo el Alto Perú, sin que se disparase un solo tiro”. Para historiadores como Sotomayor Valdés y Enrique Finot, la insurrección de Medinaceli se efectuó el 2 de abril, etc. Alcides Arguedas, Augusto Guzmán y otros historiadores nacionales y extranjeros hablan que en la batalla de Tumusla sólo intervinieron 300 efectivos en el ejército patriota y 700 en el ejército realista.

Para el historiador norteamericano Charles Arnade, la batalla de Tumusla “permanece aún en el misterio” y falsea la verdad cuando habla de la región de Tumusla y dice que es un “campo helado” y para sus aserciones de la batalla se basa en las opiniones malhadadas de Urcullo...

En fin, luego de la victoria de Tumusla que efectivamente dio Libertad e Independencia a Bolivia y a Latinoamérica, los únicos “héroes” y beneficiados fueron los “dos caras” de la logia: Casimiro Olañeta, Urcullo, Uzín, Serrano, Rodríguez, Calvimonte, Antequera, Urdininea, Alvarado, etc. 0A la que también pertenecían, dicen las malas lenguas, Sucre, Arenales, Sánchez de Velasco y otros políticos de la época; y los “héroes prestados”, como el historiador cochabambino, Franz Gustavo Morales, llama a Bolívar, Sucre, Burdett O´Connor, Braun; que mutuamente se ayudaban en sus comunes errores, transfugios y tramoyas; en tanto el verdadero héroe de la batalla de Tumusla era desterrado como Gobernador a Cotagaita, sin que haya sido invitado a los homenajes, fiestas, condecoraciones, bailes, brindis, ceremonias de los que gozaban, los de la logia “dos caras” y los “héroes prestados”.

Las batallas de Junín y Ayacucho, no liberaron a Bolivia. lo hicieron al Perú. “Bolivia en el hecho mismo y concreto”, dice el historiador orureño Marcos Beltrán Avila en su Libro: “El tabú Bolivarista”, no debe su libertad a ningún ejército auxiliar, ni del norte Perú - colombiano, ni al del sur argentino.

La gran Colombia y el Perú no tuvieron participación en el país. Bolivia a ningún estado pidió favor para su independencia”.

3 comentarios:

  1. Introducción del Libro Ayacucho y la independencia del Alto Perú
    Corría el segundo semestre del 2009 cuando escuché por primera vez la tesis que reivindicaba a Casimiro Olañeta, como el "autentico" padre de la República de Bolivia; no sólo por sido - supuestamente - .un entusiasta impulsador de la idea, sino también por ser el supuesto "creador del decreto de convocatoria a la Asamblea Deliberante promulgado por el Mariscal Sucre el 9 de febrero de 1825 en la Paz. Con el pasar del tiempo me di cuenta que ésta no era la idea asilada de algún trasnochado antibolivariano, no, pude determinar claramente que era una corriente de pensamiento con muchos adeptos, irónicamente en el país que honra con su nombre la memoria del Genio de América, Simón Bolívar.
    Pero esto no era todo, los anti bolivarianos tenía otro referente, el coronel realista Carlos Medinaceli, uno de los tantos criollos que estando por años al servicio de las huestes realista en el Alto Perú, se volcaron intermpestivamente al bando republicano una vez decidido el destino de América en la batalla de Ayacucho. Medinaceli tiene un crédito muy particular, según algunos historiadores, él y sus tropas "acabaron" con el último reducto realista de Charcas en la Batalla de la Tumusla, así como también con la vida del caudillo Pedro Antonio Olañeta. La forma como murió Olañeta es todo un misterio, tanto como la Batalla misma, algunas investigaciones refieren que no existió tal batalla y que la muerte del tío de Casimiro Olañeta fue producto de ajuste de cuentas por un problema de "faldas ". Otras versione más serias refiere que el General Pedro Antonio Olañeta cayó de su caballo y murió al siguiente día producto de las lesiones sufridas. Los más optimistas aseguran que en medio de la batalla fue herido de muerte por una bala disparada por uno de sus subordinados. Sea como fuere la historia, la única verdad es que después de Ayacucho los partidarios del Rey estaba reducidos a la mínima expresión, desmoralizados y sin ninguna posibilidad de triunfo ante la más poderosa maquinaria de guerra del continente: El Ejercito Unido Libertador.
    Sin embargo, la convicción de los "medinacelistas" es tan grande como lo fue la de Pedro Antonio Olañeta en favor de una causa obsolutista ya perdida. Por el solo hecho de haber dado un extemporáneo grito independentista, el 30 de marzo de 1825 , y por haber "batido" al General Olañeta cuando la guerra ya había acabado y el destino de América había sido sellado en las pampas de Ayacucho, esta corriente pondera exageradamente los méritos del Coronel realista, al punto de considerarlo como el auténtico Libertador del Alto Perú y por lo tanto de Bolivia. La obstinación llega al punto de proponer como fecha de la independencia la del 1 de abril en homenaje a la Batalla de Tumusla. Ambas propuestas, en nuestra humilde opinión, son totalmente inamisibles por las razones que expongo a continuación.
    El poderoso Ejercito Realista que oprimía al Alto Perú y Bajo Perú fue derrotado en Ayacucho el 9 de diciembre de 1824 por 5.780 bravos del Ejercito Unido Libertador, magistralmente guiados por el genuino Padre y Libertador de Bolivia : el Mariscal Antonio José de Sucre. Con este resultado quedó sellada para siempre la libertad del continente Americano, los realistas quedarían reducidos al Callao (Rodil), Chiloé (Quintanilla) y al Alto Perú (Olañeta).
    A los realistas vencidos en Ayacucho, el entonces general Sucre les ofreció la más generosa capitulación que recuerde la historia del Nuevo y del Viejo Mundo. En ese entendido los realistas del Alto Perú tenían solo tres alternativas: jurar la independencia (cambiar de bando), rendirse y acogerse a la Capitulación o enfrentarse a la poderosa y experimentada maquinaria de guerra colombiana, la misma que en los campos de Carabobo, Gámeza, Pantano de Vargas, Boyacá, Yahuachi, Bomboná, Ibarra, Pichincha, Junín y Ayacucho había acabado con las mejores tropas realistas del Continente.

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  2. Sobre el particular tema de idea de la independencia del Alto Perú tampoco fue el Coronel realista Medinacelli el primero en hablar o pronunciarse por ella, como tampoco lo fue Casimiro Olañeta. El General Sucre desde Cusco, los días posteriores a la Batalla de Ayacucho, en fluida correspondencia con Bolívar, manifiesta que las provincias altoperuanas, al parecer, están dispuestas a ser libres; que "no quieren ser del Perú ni de Argentina sino de sí mismas" (Sherwell, 1995:110), esto lo dice en diciembre del año 24 cuando aun no había conocido al "patriota" Casimiro Olañeta, secretario de su tío Pedro Antonio. En carta a Bolivar, fechada el 4 de abril de 1825, Sucre admite ya haber tratado mucho antes de Ayacucho el tema de la independencia del Alto Perú con el Libertador y que la opinión de éste se inclinaba por la Asamblea Deliberante.
    La independencia no se decreta, se conquista en los campos de batalla, no espontáneamente ni producto de la casualidad, sino a fuerza de tesón, sacrificios y constancia. No basta con tomar una guarnición, a última hora, y desde una plaza pública proclamar la independencia de tal o cual región, no basta con eso, además es muy fácil decirlo y hacerlo cuando el monstruo que nos oprimía yace inerte y humillado en la pampa de Ayacucho.
    Qué meritorio hubiese sido proclamar esa independencia de Charcas un año antes y luchar por ella, en especial cuando las fuerzas de La Serna sumaban más de 15.000 hombres.
    Por Ultimo consideramos que el titulo de Libertador no se impone ni se decreta, menos desde una oficina o computadora a 200 años de distancia de las luchas libertarias. El supremo título de Libertador lo otorgan los pueblos como un especial reconocimiento a los hombres que lucharon por nuestra libertad y que luego de grande sacrificios efectivamente la lograron. Libertadores no puede ser considerados los patriotas de última hora, en ninguna parte lo han sido, éste es un titulo que se gana con base en el liderazgo, valor, dignidad, idoneidad, sensibilidad social, en fin es un reconocimiento a una suma de virtudes, en especial a la constancia.
    Valdría la pena preguntarse : ¿Qué habría pasado si el desenlace de la BAtalla de Ayacucho hubiese sido favorable a España? ¿Medinaceli y Casimiro Olañeta se hubieran pronunciado igualmente en favor de la Independencia ? Pero estas preguntas caen en el campo especulativo porque la Historia ya se ha pronunciado.
    Pese a que los argumentos que hemos esgrimidos son contundentes, no queremos que darnos sólo con la crítica a lo que Olañeta y Medinaceli hicieron o dejaron de hacer, creemos que nuestro deber, como bolivarianos, es pasar a la ofensiva y demostrar que la creación de la República de Bolivia, hoy Estado Plurinacional de Bolivia, fue obra intelectual y material de los Libertadores Bolívar y Sucre y una consecuencia directa de la épica victoria conseguida por las armas republicanas en la Batalla de Ayacucho, ese es el objetivo del presente trabajo.

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  3. En virtud de lo anterior, los pronunciamientos y adhesiones a la causa libertaria verificados en Cochabamba, Chuquisaca, Chayanta, Mojos, Chiquitos y Santa Cruz (enero y febrero 1825), incluyendo el del Coronel realista Medinaceli en Chichas y su carta a Olañeta del 9 de enero conminándolo a la rendición, no fueron espontáneas ni por amor a la libertad, son CONSECUENCIA directa de la victoria de Ayacucho y de la capitulación ofrecida por Sucre a los vencidos, de no ser así ¿Por qué no se produjeron antes? ¿Por qué no al menos en el marco de favorables condiciones que ofrecieron las primeras campañas de Puertos Intermedios (1821-1823) ?.
    La Batalla de Tumusla, aunque suene duro decirlo, de haberse efectivamente verificado, no cambió para nada el curso de la historia, sólo precipitó un acontecimiento que días más tarde, o más temprano ocurriría: el sometimiento total de Olañeta y sus huestes. De no haber derrotado el Coronel realista Medinaceli al mermado y desmoralizado ejército de Olañeta en la Tusmula , Cualquier División del Ejercito Unido Libertador lo habría hecho con meridiana facilidad, Olañeta no era ya un oponente que pudiera poner en riesgo la independencia ni el nacimiento de la nueva República.

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