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miércoles, 10 de febrero de 2016
Rinden honores a la batalla de Yuquina después de dos siglos
COLOQUIO
Un día antes, el sábado 30 de enero, se desarrolló un coloquio con la participación de los historiadores Willams Lofstron, Elias Vacaflor y Luis Alberto Guevara en la Alcaldía de Culpina.
“Desperté a las 4:30 de la madrugada y a esa hora estaba lloviendo. Inmediatamente recordé que algo similar había ocurrido hace 200 años, cuando en la comunidad de Yuquina (Culpina) se realizó una batalla entre las fuerzas patriotas y realistas en el marco de la guerra de la independencia. Cuatro horas más tarde, me encontré con el doctor William Lofstrom, historiador, y Elías Vacaflor también historiador. Luego del saludo la expresión fue: Hace 200 también llovía”.
En efecto, los tres, a invitación del Gobierno Municipal de Culpina, asistimos a la primera conmemoración de la Batalla de Yuquina, justo después de 200 años de aquella gesta heroica que protagonizaron las fuerzas patriotas comandadas por Vicente Camargo y Gregorio Araoz de la Madrid contra el ejército realista dirigido por el coronel Antonio María Álvarez.
“El día comenzó lluvioso y bajo esas condiciones se desarrolló la batalla”, narro en mi libro la “Revolución en los Cintis 1810-1820” de reciente publicación.
¡Qué coincidencia! Ese día también, el domingo pasado, llovía. Llovía no sólo para pintarnos con mayor cercanía el escenario donde se habían desarrollado los acontecimientos sino también para alegrar a los agricultores, que durante largos días y noches esperaban agua para sus cultivos. Una sequía casi nunca antes vista marchita el alegre verde de verano con un sol inclemente que arruga las hojas de las plantas como hojas en otoño.
Era la primera conmemoración y muchos en el pueblo no sabían qué estaba sucediendo. Un grupo de jinetes jóvenes de la comunidad de Yuquina y sus alrededores llegó a la plaza 20 de Diciembre alrededor de las 8:30, cuando la lluvia había calmado.
Su presencia causó expectativa y poco a poco la gente se fue concentrando en medio de una permanente convocatoria por medio de altavoces. Los actos de homenaje comenzarían con una cabalgata que partiría de Culpina rumbo a Yuquina, distante a cuatro kilómetros.
A esa hora, hace 200 años, “el brigadier español Antonio María Álvarez se presentó en Yuquina al mando de 500 infantes y 150 caballos, fuerza superior a la que Gregorio Araoz de la Madrid y Vicente Camargo tenían juntos”.
El ejército español se posicionó en una pequeña colina, en el cerro Mok’o llamado así por los lugareños; los patriotas en la planicie inmediata, con una fuerza de no más de 80 hombres de fusilería, otros tantos de caballería y cientos de indígenas provistos de hondas y piedras.
“Descendió el enemigo al llano de Culpina en columna con toda su infantería. En el acto destacaron dos guerrillas de caballería por la derecha e izquierda de su línea, mientras que otra de infantería se ubicó en el centro”. La batalla comenzó mientras llovía.
“A degüello” gritó Araoz de la Madrid y el estrépito de las balas se escucharon en medio de los churquis y cactus que pintan el paisaje del lugar, mientras que los sembradíos de papa, maíz y alfalfa se convertían en alfombras verdes de campo de batalla regada con sangre patriota y realista.
200 años después. Los jinetes partieron de la plaza central. Encabezaron el peregrinaje y tras ellos el pueblo se fue sumando en autos y camiones. Mientras la comitiva se acercaba a Yuquina, mucha gente de las comunidades se unió a pie.
A esa hora, el momento ya era más emotivo. Ver cómo decenas de personas se convertían en centenares emocionaba. Quizá estaba sucediendo algo parecido a hace 200 años, cuando los patriotas se sumaron para luchar contra los españoles.
Compañías de patriotas argentinos y altoperuanos se juntaron y fue una fuerza demoledora. Triunfaron luego de una dura batalla en la que los comandantes Araoz de la Madrid y Camargo demostraron gran valentía. “Gregorio Jaramillo, salteño; Santos Frías, puntano, y Juan Manzanares, correntino”, se destacaron en la lucha por sus acciones increíbles.
“Alrededor del mediodía la calma había vuelto al campo de batalla”. El enemigo retrocedió, pero no se alejó del lugar. Más tarde, “el coronel Camargo reunió en esa noche y en el día siguiente 1º de febrero, como 300 ó más indios con ondas”, relató De la Madrid en sus Memorias.
Mientras estos acontecimientos sucedían hace 200 años, dos siglos después los jinetes de Yuquina ingresaron al campo de batalla portando un estandarte y una bandera bolivianas, como muestra de la libertad ganada por ese suelo.
Sonaron algunos petardos y los jinetes empezaron a subir la colina alejándose cada vez más de nuestra vista, haciéndonos imaginar lo que había sucedido la mañana del 31 de enero. En medio de los churquis los comunarios explotaron dinamitas y nuestros ojos alcanzaron a ver el polvo que se levantaba, sin lugar a dudas, de los cañonazos de hace 200 años.
En las faldas y el abra del cerro Mok’o los jinetes se movilizaban en desorden, unos intentaban subir un poco más, otros querían bajar y algunos llamaban a formar una sola escuadra.
¿Buscaban al enemigo? Quien sabe sí. Nada estaba preparado. Quizá los espíritus de los caídos hace dos siglos se agitaban con la presencia de tanta gente que no habían visto en ese lugar después de aquel glorioso día.
La emoción se apoderó del público. El historiador Vacaflor se subió a un camión para observar mejor lo que acontecía y tomar fotos. “Las dinamitas y los caballos con sus jinetes en el cerro me hacían imaginar lo que sucedía hace 200 años”, dijo más tarde.
Después, los jinetes ingresaron al campo de concentración donde fueron recibidos con aplausos, aplausos que también eran para aquellos bravos guerreros salidos de las comarcas del partido de Pilaya y Paspaya, hoy provincias de Nor y Sud Cinti.
Se instaló el acto con la entonación del Himno Nacional, la expresión de libertad y orgullo bolivianos; ahora mucho más fuertes para el culpineño, pues la libertad también fue lograda con la sangre de sus antepasados.
Había que recordar a todos, pero antes era necesario convencer a toda la gente que ese acontecimiento sí se había dado en ese lugar. Era la primera vez que escuchaban algo semejante. En 200 años la historia había obviado no sólo a ese acontecimiento, sino también a otros que se dieron en la región de los Cintis.
La gente escuchó con mucha atención los discursos. De la incertidumbre pasó a la certidumbre, del asombro a la alegría. Alegría de saber que ese suelo que pisaban tenía un gran pasado histórico y un potencial turístico enorme. Así lo plantearon el alcalde de Culpina, Wilfredo Aguirre, y el presidente del Concejo Municipal, Santos Subia. Esas afirmaciones fueron corroboradas por las palabras de Lofstrom y Vacaflor.
Al acto de homenaje también se adhirió la Fuerza Aérea Boliviana (FAB) desde Tarija. Los jefes militares se instalaron en el palco de honor; como homenaje a la Batalla de Yuquina prepararon una demostración de aviones de guerra, que al final no pudo realizarse por las malas condiciones climáticas. ¡Qué lástima que no haya sido así! Sin embargo, el pueblo se sintió feliz por su presencia.
Fue el primer acto de homenaje en 200 años y había que sentirse con el deber cumplido por la Alcaldía que asumió esta responsabilidad, por la comunidad de Yuquina que brindó una cálida acogida a todos los visitantes, por la gente del pueblo y comunidades que dejó su tradicional domingo para vivir una nueva experiencia y por los historiadores que con su información dieron sustento a este histórico acontecimiento.
Empero, hay que ir por más. “Un año y un mes después de la batalla de Culpina, al hacerse cargo del comando General del Ejército del Norte (de Argentina), el general Manuel Belgrano se enteró de las acciones y resolvió premiar a los participantes” en Tucumán.
Gregorio Araoz de la Madrid, en su condición de comandante de los Húsares de Tucumán, presentó una lista del distinguido mérito que han contraído en Culpina: “Alejandro Ayala, Anacleto Soria, Juan Teodoro Urueña, Bernardino Benencia, Ramón Salguero, Gregorio Jaramillo, Esteban Magallán, Juan Acosta, Santos Frías, Marcos Villarroel, Santiago Bracamonte, Juan Eugenio Silva, Pedro Pablo Bustos, José Mariano Reynoso, Esteban Olguín, Pedro José Carrizo y Bonifacio Romero. A estos héroes y a todos los demás concedió una cinta blanca, con la inscripción ‘Culpina’ de letras celestes que deberá ponerse en los ojales de la chaqueta del lado del corazón”.
Gregorio Jaramillo, salteño; Santos Frías, puntano y Juan Manzanares, correntino, fueron distinguidos con el ascenso de “Sargentos de Culpina”, mientras que Juan Acosta fue ascendido a “Sargento de a caballo”. El acto se desarrolló el 2 de marzo de 1817, en Tucumán.
De hecho, algún día, algún año, el Estado boliviano tendrá que reconocer este acontecimiento como un hecho relevante de la historia nacional y rendir su homenaje como los héroes de la región de los Cintis se merecen.
Yuquina recurrió a sus tradiciones para festejar la hazaña
“Salud con chicha y cañazo animadores de mi lugar”, así dice la tonada escrita por Edwar Barrios. Fiel a esta costumbre, la comunidad de Yuquina preparó varios cántaros de chicha y alistó decenas de litros de cañazo para invitar a los visitantes.
La ocasión daba para esto y mucho más, y qué mejor celebrarlo a la manera tradicional: Un plato lleno de habas y papas hervidas recién cosechadas acompañadas de un buen pedazo de queso. Luego, un exquisito asado de chancho y encima un vaso de vino.
La atención de la comunidad de Yuquina fue digna de todo agradecimiento, pero sus habitantes no se sintieron conformes. Así se estuviera a mediodía, invitaron a los visitantes a servirse leche al pie de la vaca. Para esa ocasión la bebida elegida fue el cañazo (licor de caña de azúcar) que acompañado con un poco de azúcar y la leche calentita recién salida de la ubre, fue una delicia.
Mientras los visitantes hacían fila junto al pie de la vaca, un joven, buen mozo como se dice allá, se presentó tocando el erke y la caja. La fiesta se desató en una rueda en medio del corral, en medio de un olor a excremento y alfalfa, con tal alegría que todos se unieron al baile en signo de amistad y esperanza.
De ahí en más dos grupos musicales folclóricos, uno de Tarija y otro de Sucre animaron la tarde, mientras los jóvenes jinetes jugaban a la sortija reivindicando una tradición de sus antepasados.
En medio de la música y el juego las conversaciones no se dejaron esperar, y se habló de lo que tendría que ser esta conmemoración. Llamó mucho la atención cuando los comunarios decían que para el próximo año comunicarían a sus familiares en Argentina, para que vinieran a celebrar la Batalla de Yuquina. “Ellos también tienen que conocer nuestra historia”, decían.
De hecho, esta es una tarea que asumieron para el próximo año, convencidos de convocar a una mayor cantidad de gente.
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