El Altiplano Central y meridional corresponde a la categoría ecológica de puna seca. Se encuentra ubicado en medio de los nevados de la cordillera Occidental y de los salares, es un lugar seco e inapropiado para el desarrollo de la agricultura (Fig. 19). Este hecho parece haber influido para que las poblaciones de cazadores se especializaran en la actividad pastoril, en la que se tiene a la llama (Lama glamma) como especie emblemática.
Datos generados en diferentes lugares de los Andes Centrales y de los Andes Centro-Sur indican que el proceso de domesticación de la llama se dio en lugares diferentes y en tiempos sucesivos. La información más conocida indica que en la sierra peruana se domesticó la llama hace 5500 años (Wheeler, 1998); otros estudios plantean, sin embargo, que los camélidos fueron domesticados hace 4000 años en Atacama (
Dransart, 1999) y el Noroeste Argentino (Yacobaccio, 2003), lo que lleva a suponer que en ese intervalo del proceso surgieron las sociedades pastoriles, más o menos hace 3000 años (Ibid.).
Esta tendencia productiva probablemente se extendió por el resto de los Andes y se consolidó como la principal característica para los habitantes del altiplano central. Esa actividad, junto a la cacería de vicuñas y guanacos, probablemente representó la base productiva de las sociedades del Formativo en esta región.
Paralelamente, el proceso consolidado de la sedentarización posibilitó la construcción de aldeas, cuyos espacios fueron reutilizados y sobrepuestos continuamente por cerca de 2000 años. El proceso de reutilización del espacio dio lugar a montículos artificiales, construidos por siglos, que llegan incluso a los 15 metros de altura y que ahora son los testigos de la presencia cultural de ese tiempo.
No tan elaborada como la cerámica del Titicaca, la alfarería del Formativo en el Altiplano Central presenta características muy particulares y está más relacionada al ámbito utilitario. La distribución de ese material demarca un área de expansión que más adelante llevó a considerar la existencia de la llamada cultura Wankarani (Fig. 20). Esta distribución comprende parte del Sur de La Paz y el departamento de Oruro, identificándose su influencia hasta los valles de Cochabamba.
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