Muchas culturas del mundo, como la china, por ejemplo, expresaron su percepción del orden del cosmos dividiendo el mundo en cuatro partes, marcadas por las direcciones cardinales y señaladas por observaciones del patrón de movimiento aparente del sol, la luna y los planetas. La percepción del mundo como un lugar lleno de significados que reproducía el orden cósmico, así como la percepción del paisaje con un contenido simbólico, fue una constante en varias culturas antiguas, y muchas de las construcciones que se realizaron estuvieron orientadas a los puntos cardinales, convirtiéndose ellas mismas, incluso, en marcadores de estaciones, ya que eran construidas para fijar los puntos por donde aparecía el sol, la luna, las constelaciones y los planetas en determinados momentos del año.
En la ciudad de Tiwanaku, las altas montañas de la cordillera oriental funcionaban como marcadores y anunciadores naturales de la salida del sol en solsticios y equinoccios. Hacia el Oeste, el lago Titicaca fue el punto que marcaba la puesta del sol.
Varias edificaciones que se construyeron en Tiwanaku tuvieron la finalidad de señalar estos puntos, reforzando el rol que tenían en este sentido los elementos del paisaje. Las edificaciones más importantes del conjunto ceremonial de Kalasasaya se encuentran alineadas en el eje Este-Oeste, la ruta del sol en su recorrido diario. Un segundo eje, Norte-sur, complementa la división de Tiwanaku en cuatro sectores alineados con las direcciones cardinales. Es posible que esta percepción del mundo configurara también el patrón de organización social, política, económica y religiosa: dual y cuatripartita, como lo hicieron otras sociedades andinas, incluso posteriormente los incas.
El tiempo también fue percibido y estudiado en relación con los ciclos productivos y los hitos naturales importantes, como los equinoccios y solsticios. Estos momentos cíclicos fueron señalados posiblemente por fiestas, ceremonias y rituales que marcaban en el tiempo los puntos más importantes del movimiento de traslación de la tierra en relación al sol.
El centro ceremonial y ciudad de Tiwanaku tuvo esas características y logró plasmar con éxito, a través de su orientación, configuración espacial, estructuras arquitectónicas y diseño, la ideología, estética y cosmovisión de una amplia región, superando a otros centros y logrando la hegemonía y predominio en la zona, convirtiéndose en el punto central de atracción, núcleo cohesionador y difusor hasta puntos geográficos muy distantes, configurando de lo que se llamaría la “cultura Tiwanaku”.
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