De la misma manera que la tradición cultural Yaya-Mama había sido antes la expresión de la religiosidad surgida durante el Formativo en la zona del lago Titicaca, probablemente la aparición de los Estados de Tiwanaku y Wari estuvo acompañada por una nueva iconografía religiosa, en la que se destacan algunas imágenes comunes a ambos Estados (Isbell, 2008), que se convirtieron en los íconos representativos de esta época, (Horizonte Medio, 700 a 1100 d.C). Las imágenes más importantes de este conjunto iconográfico son tres: el Dios de los Báculos, los acompañantes de perfil y las cabezas radiadas. Las tres aparecen en el panel central de la Puerta del Sol de Tiwanaku El conjunto de la iconografía Tiwanaku-Wari también se expandió por una amplia región en textiles, keros (vasos para ofrendas) gorros de cuatro puntas, tupus (prendedores o alfileres de metal) y en objetos de metal; Isbell denomina a este conjunto visual con la sigla SISA, que significa “serie iconográfica Sur para el arte del Horizonte Medio” (Ibid.).
El origen de la iconografía Tiwanaku-Wari parece estar relacionado con culturas andinas tempranas (Isbell, 2008). Los diseños más antiguos corresponden al estilo Yaya-Mama. Posiblemente, la tradición de cabezas radiadas proviene del Formativo de los alrededores del Titicaca.
Durante un largo período, en una extensa región, aparecieron objetos de cerámica, piedra tallada, textiles, orfebrería y otros que se reconocen como parte de lo que se llamó “la cultura Tiwanaku” o “estilo Tiwanaku”. Por otro lado, también hubo producción de objetos, como la cerámica Pariti, con sus propios rasgos característicos, pero que se relaciona con el núcleo del centro ceremonial de Tiwanaku.
Lo que se considera como la iconografía y simbología tiwanakota incluye puntos muy distantes. Durante la primera mitad del siglo XX, el austriaco Arthur Posnansky estudió la cerámica, para comprender qué era lo que se trataba de comunicar a través de sus diseños, logrando aislar varios elementos iconográficos, geométricos y abstractos, dando una interpretación a varios de éstos. Sin embargo, en esa época no se hicieron todavía estudios sistemáticos sobre los contextos en los que fueron halladas las piezas.
Posnansky aisló algunos elementos de los diseños de cerámicas y les dio nombres, como el de “signo escalonado”, que él considera el más importante de esta cultura ya que representaría el cielo y la tierra. También otras imágenes, como la luna, el sol, el agua, los ojos, la Vía Láctea, representada por una serpiente, y otros como la llamada “cruz andina”, con un centro y cuatro direcciones cardinales. Tomando en cuenta que estos signos aparecen también en los textiles y en
la arquitectura de Tiwanaku, Posnansky planteó que el significado puede aplicarse igualmente a toda la iconografía, sin importar el soporte en que se presentan estas imágenes.
El elemento figurativo más emblemático de Tiwanaku es el llamado “Dios de los Báculos”, la figura central de la Puerta del Sol, cuyo culto se extendió por el altiplano, por sitios de la costa, valles y por el piedemonte amazónico. Este dios aparece también en la espalda del monolito Ponce con trazos incisos.
Esta es posiblemente la imagen más emblemática, la que se asocia inmediatamente con Tiwanaku y que se repite en tallas de alto relieve en textiles y en la cerámica. El personaje lleva túnica, máscara y un báculo en cada mano. Aparece en lugares distantes del centro de Tiwanaku, como San Pedro de Atacama (Chile) y en Wari (Ayacucho, Perú), mostrando un culto generalizado. Está considerado como uno de los íconos más representativos de la cultura andina de todos los tiempos y posiblemente sus antecedentes más antiguos se remontan a Chavín de Huantar.
Imágenes casi idénticas al personaje central de la Puerta del Sol están pintadas en las gigantescas vasijas de ofrendas de Conchopata, Wari. Esta parece ser una característica: una misma iconografía tallada o incisa en las esculturas líticas en Tiwanaku y pintadas en Wari (Isbell, 2008). Las dataciones corresponderían a 700 d.C y parecen haber aparecido y funcionado simultáneamente tanto en el altiplano del Titicaca como en la sierra peruana. La iconografía aparece representada en distintos soportes (cerámica, piedra, textiles) que marcan un estilo claramente identificable.
Las imágenes de la cerámica, los textiles y otros objetos Tiwanaku también se fueron gestando a lo largo del tiempo en las tradiciones culturales de la zona del Titicaca en la etapa del Formativo. Varios de los monolitos del complejo ceremonial corresponden a esta fase, que coexistió con otras entidades políticas de la zona, como Pucara, Chiripa y otras. El monolito conocido como Barbado, por ejemplo, data de esa época, de la tradición cultural Yaya-Mama, al igual que el propio Templete Semisubterráneo.
Este y otros íconos fueron representados en piedra, cerámica, textiles y metales, conformando un corpus iconográfico y estilístico reconocible como un estilo, el estilo Tiwanaku. Los animales que más frecuentemente aparecen en los diseños
de Tiwanaku son la llama, el puma o jaguar, el ciervo, la serpiente, el cóndor y el pez. También se presentan seres formados por elementos de estos animales, fundidos con partes de otros y con rasgos humanos; estos seres muchas veces
tienen alas y están coronados. Forman, así, una síntesis con todos los atributos, de manera similar a lo que ocurrió en otras latitudes del mundo, donde se crearon también seres semejantes como la esfinge (con el cuerpo de toro, garras de león, cabeza humana y alas), en Egipto y Grecia, o el dragón en China.
Posiblemente, lo más característico de la cultura clásica de Tiwanaku sea su impresionante capacidad de geometrización y el logro de concisión en el lenguaje visual, con una enorme capacidad de sintetizar y significar. Hoy hemos perdido ya los códigos de acceso a este lenguaje, pero en un momento de la historia, las vasijas, textiles y piedras de Tiwanaku plasmaron un mensaje de conceptos y símbolos esenciales dentro de su cultura.
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