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viernes, 10 de diciembre de 2021

Tiwanaku (500-1100 d.C.) - La formación del Estado

 Varias hipótesis surgieron a lo largo del tiempo para explicar qué fue Tiwanaku y cómo se fue desarrollando desde una etapa formativa hasta llegar a tener las características que definieron su época de mayor esplendor, como un Estado que marcó con su presencia a toda una región durante una larga etapa de la historia. Usamos la palabra Estado en su sentido más general, como la institucionalización de poder, con el desarrollo de jerarquías políticas y económicas.

Algunas teorías plantean que el Estado se desarrolló a partir de unidades sociales centrales (a las que posiblemente hoy en el contexto centroSur andino llamaríamos ayllus) grupos de familias con relaciones de parentesco, descendientes de un mismo antepasado, con tierras de propiedad común. En un proceso de larga duración, grupos sociales locales con estas características habrían ido creciendo y fortaleciéndose políticamente, a tiempo que su producción económica comenzaba a tener excedentes. Alrededor del siglo V a.C. surgieron las primeras aldeas y centros ceremoniales. Diferentes unidades comenzaron posiblemente a conectarse por medio de alianzas familiares e intercambios, y se habrían ido formando unidades políticas mayores, dando también origen a centros urbanos y ceremoniales más complejos (Kolata, 1993).

En un momento de la historia, la antigua aldea –y luego centro urbano– de Tiwanaku se habría convertido en el núcleo de una organización en la que confluyeron otras sociedades de toda la zona, iniciándose así, la formación estatal. El nacimiento de Tiwanaku como Estado se produjo posiblemente cuando las sociedades de finales del Formativo se estabilizaron económicamente y diversificaron su producción. Con el surgimiento de nuevas especializaciones, excedentes y riqueza, las comunidades locales se habrían articulado entre sí para reforzar estos logros, generando nuevas divisiones de trabajo y una mayor complejidad social. Las actividades económicas posiblemente también generaron nuevas estructuras de poder, al requerir de planificación, coordinación y ejecución de nuevas tareas, organización que recayó en determinados sectores de la población, estableciéndose relaciones esencialmente diferentes a las basadas en el parentesco que se habían desarrollado en las sociedades anteriores (Kolata, 1993). Otros investigadores, como Mathews (1997), resaltan la importancia de una organización que habría dirigido las actividades agrícolas en el proceso del surgimiento del Estado de Tiwanaku, idea que ya había sido planteada con anterioridad por Ponce Sanginés (1981), quien considera que el aparato estatal no surge automáticamente por la mera diferencia de clases, sino por una voluntad, una decisión grupal de apoderarse del poder, de dominar sobre otros. D. Browman (1981) postula que las redes de intercambio existentes habrían originado estrategias basadas en el control de la producción en diferentes ecologías y en la movilidad interzonal y que de esta manera Tiwanaku se habría convertido en un “centro industrial” con productos que llegaban hasta el núcleo, produciendo bienes que tenían demanda en diferentes regiones; su influencia política se habría expandido a través de la economía por las extensas redes de intercambio comercial. De igual manera, es posible que Tiwanaku haya sido también parte del llamado “modelo de movilidad giratoria”, formado por un conjunto de rutas fijas de recorrido de caravanas que unían lugares de asentamiento en diferentes pisos ecológicos (Núñez y Dillehay, 1995).

Albarracín considera que el antiguo principio de las sociedades de esta región, consistente en jerarquías inclusivas locales (organización en dos “parcialidades”, cada una dividida a su vez en entidades menores; y en la otra dirección, la inclusión de las unidades mayores en conexión con otros grupos de nivel similar) habría llevado al desarrollo de diferentes niveles en las jerarquías políticas y económicas, y que el surgimiento del Estado de Tiwanaku podría ser explicado por la existencia de mecanismos integradores que incorporaron esas jerarquías inclusivas locales en estructuras políticas mayores (Albarracín, 1996).

Sin embargo, algunas teorías sobre la formación del Estado cuestionan la posibilidad de que las organizaciones sociales modulares basadas en el parentesco y con jerarquías inclusivas hubieran podido derivar en una formación estatal, pues consideran que el sistema de parentesco, con su propia lógica de organización y prácticas de solidaridad, es totalmente contradictorio con el proceso que implica el surgimiento de un Estado, ya que parentesco y Estado tendrían dos tendencias opuestas, organizando sociedades radicalmente diferentes debido a que el sistema de la reciprocidad (propio de los sistemas de parentesco) sería incompatible con las relaciones de dominación sustentadas en el monopolio de la fuerza (Campagno, 2003).

Stanish plantea que el proceso clave para la transformación de Tiwanaku de una sociedad compleja del Formativo a Estado estuvo centrado en el control de la fuerza de trabajo por parte de grupos que se convirtieron en élites a través de varios mecanismos: la intensificación de los sistemas agrícolas (posiblemente por medio de los sukakollos o camellones), el crecimiento de las redes comerciales entre regiones, el surgimiento de ideologías de élite y la competencia con otras élites (Stanish, 2001).

Alrededor del 400 d.C, Tiwanaku tenía un sistema político de nivel estatal, lo que implicó el desarrollo de instituciones políticas que reemplazaban a las anteriores, que habían sido establecidas por vínculos de parentesco (Stanish, 2001). Este salto se habría producido cuando grupos de las sociedades de aldeas permanentes basadas en la agricultura perdieron su autonomía política y económica a causa del surgimiento de pequeños grupos dentro de sus mismas sociedades, como indica Stanish. En esta ecuación, la formación de la jerarquía política y económica sería equivalente a los orígenes del Estado temprano en la zona del Titicaca. Este proceso se concretó en Tiwanaku en medio de otras sociedades complejas que no llegaron a formaciones estatales. El elemento clave para que se produjera el surgimiento de la jerarquía política habría sido la capacidad de grupos reducidos, ajenos a las redes de parentesco, para apropiarse del trabajo de otros dentro de sus sociedades y dirigirlo. El superávit resultante de este trabajo posiblemente fue usado para crear y mantener instituciones de apoyo a esta nueva jerarquía (Stanish, 2001). Los medios por los cuales esta élite pudo movilizar la fuerza de trabajo y lograr el control laboral habrían sido coactivos, implicando el uso de la fuerza, o persuasivos, concentrados en lo que Stanish llama el “poder proactivo de las élites nacientes”, que apelaban a una variedad de estrategias, como la afirmación del poder ideológico a través de la organización del culto y la redistribución estratégica de bienes exóticos o suntuarios. De acuerdo a este autor, estas estrategias permitieron que eventualmente la élite naciente convenciera a otros grupos de entregar parte de su fuerza de trabajo a cambio de acceso a beneficios materiales y no materiales (Stanish, 2001). La forma más visible del uso del control de esta mano de obra serían las construcciones, centros ceremoniales, pirámides, templetes, sitios para ceremonias públicas, residencias y otros edificios, además de otros elementos como estelas y esculturas. En este sentido, el estilo Yaya Mama sería, además de la representación de una religión, la manifestación de la aparición de una nueva ideología de élite, convertida en religión, que estuvo asociada al cambio profundo de la estructura social y en la zona del lago (Stanish, 2001).

En la actualidad, estudios basados en nuevas excavaciones y también en prospecciones con métodos geofísicos de exploración permiten a arqueólogos e historiadores plantear la imagen de Tiwanaku como un Estado organizado social y políticamente, con jerarquías, conformado por diferentes grupos étnicos, con relaciones entre el centro y la periferia, con un sistema de gobierno que controlaba el complejo ceremonial y un área inmediata y que tenía influencia (directa en unos casos e indirecta en otros) sobre un territorio más extenso, cuyas sociedades o formaciones sociopolíticas locales habrían quedado cohesionadas a Tiwanaku por prácticas rituales en el centro ceremonial; actividades que posiblemente estaban dirigidas y controladas por élites que vivían en el mismo centro y que además tenían prestigio y poder en ámbitos más lejanos.

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